ꜱ ɪ ᴇ ᴛ ᴇ

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El mediodía del domingo llegó y Ten se encontraba esperando que Lucas le abriera la puerta de su casa hace ya diez minutos

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El mediodía del domingo llegó y Ten se encontraba esperando que Lucas le abriera la puerta de su casa hace ya diez minutos. El clima hoy era más caluroso y el le quemaba la espalda, le molestaba tanto que estaba a punto de irse de vuelta a su casa si el chico no le abría dentro de los próximos treinta segundos. Estaba por tocar el timbre por última vez cuando vio a YangYang salir de su casa. El chico le sonrió desde la distancia antes de acercarse a él.

—¿Hace cuánto esperas? —preguntó una vez llegó al lado suyo.

—Diez minutos, creo.

YangYang bufó y se acercó a la puerta, golpeándola muchas veces con fuerza. Ten, sobresaltado, instantáneamente miró a su alrededor para cerciorarse de que nadie los estuviera viendo, ya que la situación seguro se veía rara desde afuera.

Tan solo unos segundos después, la puerta fue abierta y dejó al descubierto a un Lucas recién levantado, o eso parecía por el pelo despeinado y el rostro hinchado. YangYang volteó los ojos y se hizo paso dentro de la casa antes de que el mayor pudiera siquiera procesar la situación. Ten, por el otro lado, se quedó observando a Lucas, esperando a que lo invitara a pasar. Finalmente se lo indicó con un gesto mientras bostezaba.

—Perdón —dijo el dueño de la casa con voz ronca. Se dirigía solo a Ten ya que su mejor amigo ya estaba acostumbrado a estas situaciones—. Me quedé dormido —admitió inocentemente. Ten se rió y le aseguró que no debía pedir perdón. Si bien había estado al borde de calcinarse bajo el sol mientras lo esperaba, al ver el adorable rostro del chico ahora decidió que había valido la pena—. Ponte cómodo, Ten.

La casa de Lucas era muy acogedora. Tenía muchos cuadros con fotos de su familia en las paredes, y la curiosidad de Ten fue más fuerte que él así que se detuvo a observar cada una con atención mientras el mayor iba a cambiarse. La mayoría de las fotografías eran de gente que él no conocía, obviamente, y solo podía reconocer a Lucas, pero se topó con una que retrataba no solo a Lucas, sino a YangYang y otro chico. Se notaba que había pasado mucho tiempo desde esa foto, pues ninguno de los dos chicos que él conocía se veía igual a cómo estaban en la imagen. Se veían adorables. Ten suponía que había sido en Halloween, ya que estaban disfrazados de Las chicas superpoderosas. Lucas vestía de celeste, YangYang, de rojo y el chico que no conocía, de verde.

—¡Ten! —el aludido escuchó a alguien llamarlo desde la cocina, así que se encaminó hacía allá. YangYang se encontraba revisando las alacenas, aparentemente en busca de algo en particular. Ten lo observaba con una ceja levantando, sin entender para qué lo había llamado exactamente—. No te quedes ahí parado, ¡ayudame a encontrar algo para comer!

El mayor rió al ver la seriedad con la que se lo había ordenado. Se adentró en la cocina y comenzó a mirar, no husgaría porque no tenía la confianza suficiente con Lucas como para simplemente meter las manos en sus cosas.

A los pocos minutos, el dueño de la casa entró y rápidamente YangYang quedó estático, intentando disimular lo que había estado haciendo.

—Liu YangYang, ya te dije —comenzó a decirle, apuntándolo con el dedo índice—. Jamás descubrirás dónde escondí los dulces.

YangYang hizo un puchero y Ten no pudo evitar reírse, haciendo que los dos chicos se miraran entre sí y terminaran riéndose también.

—Se ve que son muy buenos amigos —comentó Ten, tratando de hacer conversación.

—Lo conozco desde que estábamos en jardín de infantes, fuimos a la primaria y secundaria juntos, y ahora somos vecinos. Incluso si quisiera, no podría alejarme de él —explicó YangYang.

—Pero no quieres alejarte de mí —replicó Lucas con una sonrisa inocente, parpadeando rápidamente. YangYang lo miró con una expresión de asco, que hizo que el mayor se acercara para golpearlo, pero el menor fue más rápido y rodeó la mesa, alejándose de él. Lucas alzó las cejas, y YangYang lo miraba desafiante.

Ten sentía la anticipación, como si estuviera a punto de presentar una escena de acción en una película. Lucas se abalanzó a el menor, pero el otro se le adelantó y así comenzaron a dar vueltas a la mesa, dejando a Ten con ninguna opción mas que tratar de meterse en un rincón y tratar de que no se lo llevaran puesto. Toda la situación era muy graciosa. Lucas tomó un repasador y se lo arrojó, el pedazo de tela cayó justo en su cabeza. Ten carcajeó incluso más fuerte. El menor, entonces, tomó lo primero que tenía a su alcance, aún con la tela cubriéndole la cabeza y se lo arrojó a Lucas. O al menos, eso creyó que hizo.

En realidad, le había aventado una naranja directamente a el pobre de Ten que nada tenía que ver con su pequeña persecución. No fue hasta que dejó de escuchar a su amigo corriendo detrás de él que se sacó el repasador de los ojos y vió lo que había hecho.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —comenzó a repetir, corriendo esta vez hacia él. Ten sostenía con una mano el lado derecho de su cara, seguramente en el lugar en el que había impactado la fruta—. Ay, no... lo siento tanto —dijo una vez más, tomando la cara de Ten en sus manos. La vergüenza y el miedo a haberlo lastimado lo invadieron. El mayor tenía los ojos cerrados cuando sacó la mano de su rostro, dejando al descubierto su mejilla colorada. YangYang se sintió pésimo en ese momento, sin embargo, cuando Ten abrió los ojos esa sensación rápidamente se reemplazó por nervios debido a la mínima distancia que los separaba.

YangYang se quedó sin palabras, sus pensamientos se enredaron en ese momento. Ten parpadeó un par de veces y luego le sonrió. El menor podría jurar que su corazón había dejado de latir por medio segundo.

—Estoy bien —le aseguró él en un murmuro.

—¿Estás seguro? —preguntó YangYang, susurrando igual que él. Ten asintió y se rió, le parecía adorable la preocupación que presentaba el menor.

Mientras tanto, Lucas observaba la escena desplegarse recostado en el marco de la puerta. Solo le faltaba tener palomitas para sentir que estaba mirando una típica película de comedia romántica.

 Solo le faltaba tener palomitas para sentir que estaba mirando una típica película de comedia romántica

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