—Roma— escuché como alguien susurró. —Roma.
Abrí mis ojos poco a poco intentando acostumbrarme a la luz.
Blanco...
Las paredes blancas, el olor a medicinas, el aire acondicionado que me helaba hasta los huesos... Todo este lugar me daba escalofríos, no me gustaban los hospitales.
El abuelo estaba aún en la camilla y sólo podía escucharse el sonido de la máquina a la que estaba conectado y su casi inaudible respiración.
Vi a Gretta en frente de mí, no se veía nada bien.
Recordé todo lo sucedido y ella me abrazó mientras acariciaba mi cabello con cariño. Intenté no llorar, debía ser fuerte.
Me separé de la mujer y le hablé.
—¿Y los chicos?
—Noah se fue desde hace un rato a la casa y Logan se fue luego. Estaban muy cansados.
Asentí y bajé la mirada.
—¿Qué hora es?
—Son las 6:57 de la tarde— Dijo. —Tus padres están abajo.
No dije nada y ella volvió a hablar.
—¿Vas a bajar?
No quería apartarme de él, no quería salir, no iba a dejarlo sólo. De algún modo sentía miedo de que él despertara y no estar.
¿Y si le pasaba algo y yo no estaba? No podía irme.
Negué.
—Bien...
Me levanté del pequeño sofá para tomar asiento en una silla que estaba más cerca de la camilla. Gretta se sentó en el sofá dónde yo yacía hace minutos.
Tomé la mano del abuelo y ésta se encontraba muy fría. Pensé en todo.
Él debía despertar, debía estar bien. Todo esto pasaría y regresaríamos a casa, todo volvería a la normalidad.
Él volvería a regañarme por estar caminando descalza por la casa, volvería a sonreíme de manera dulce, volvería a consolarme cuando me hacían falta mis padres, jugaríamos Minecraft e iríamos de compras juntos, como antes.
Los seres humanos muchas veces no nos damos cuenta de las grandes personas que tenemos con nosotros, simplemente no las valoramos. No apreciamos todo lo que hacen por nosotros.
Muchas veces esas personas son como el sol en un día soleado, como agua a un jardín...
Y, pensamos que estarán siempre ahí, por ello casi nunca demostramos afecto.
En ese momento me arrepentía, de las veces que me guardé un te quiero hacia mi abuelo, las veces que quiso darme un abrazo y lo evité con alguna excusa...
Tenía mucho miedo de perderlo.
Mis padres habían llamado al instituto para que yo pudiera faltar. Tuve que pedirles mucho para que lo hicieran.
De un momento a otro los cortos pitidos se detuvieron, abriéndole paso a un sonido agudo que inundó toda la habitación y me puso los nervios de punta.
Sabía lo que eso significaba, su corazón había dejado de latir. Me desesperé y me levanté rápido de la silla, corrí a la puerta y empecé a gritar.
—¡Doctor! ¡Alguien! ¡Por favor, ayuda!— grité lo más alto que podía.
Poco después entraron varias personas vestidas de blanco y se acercaron a la camilla. Yo me acerqué igual corriendo y cuando estaba por llegar uno de ellos me habló.
—Señorita, debe salir.
—No voy a irme, no puedo dejarlo solo. Por favor déjeme quedarme.— hablé muy rápido.
Todo pasó tan rápido que casi no me di cuenta en que momento pasó todo lo demás.
Sentí cómo Gretta me agarró de los hombros para sacarme y me zafé de su agarre. Poco después alguien más me atrapó entre sus brazos, era fuerte.
Mi padre.
—Debemos salir, Roma. Deja de patalear.— dijo el hombre sacándome de la habitación.
Llegué a la sala de espera caminando y me senté en la silla y me esforcé mucho en no llorar. Quería mantenerme positiva.
—Debes ser fuerte— me repetía una y otra vez.
No sé cuanto tiempo había pasado, tal vez dos horas que pasé en la misma pocisión sin hacer nada.
Levanté la vista cuando escuché como alguien irrumpió en la estancia, el doctor.
—Yo... Lo lamento tanto— empezó a decir mientras yo me acercaba a él y a mis padres.
—Hicimos lo que pudimos.— no, no, no... —Fue un infarto. El señor Adam Montenegro falleció a las 9:16 de la noche.
Eso no podía ser real, me negaba a aceptarlo. No...
—No... Él no puede estar muerto— susurré —No es verdad... ¡No!— sentí como mi garganta quemó por mi grito
—Hija...— escuché como mi padre me llamó.
—Él fue la única persona que se quedó conmigo, no me dejó sola cuando tú te fuiste, cuando ambos se fueron. —miré a mi madre quien sólo observaba la escena— De no ser por él habría pasado toda mi vida sola y triste. Nunca estuvieron para mí, Logan y Noah tampoco. Nunca les dije nada ni les reclamé porque quería comprender... Pero... Hasta aquí llegué...
Me molestó como mis padres se quedaron sin decir palabra alguna.
Estaba dolida, mi abuelo había muerto y sólo quería irme a llorar en paz.
—Yo me largo de aquí...— Murmuré y me di la vuelta para irme de ese lugar.
Escuché como mi padre me llamó y corrí, corrí hasta salir de ese horrible lugar.
Cuando llegué a una especie de jardín me derrumbé, las lágrimas calientes salían de a montones humedeciendo mis mejillas rápidamente. Me sentí más sola que nunca.
Me senté en el suelo y abracé mis piernas y mientras lloraba en silencio sentí unos brazos rodearme. No era mi padre, podía reconocer ese perfume donde fuera.
—Shh— sentí como Eros acariciaba mi cabello e intenté hablar.
—É-el, está muerto— dije en un tono de voz muy bajo.
—Lo sé, Cariño. Lo siento tanto.
—Me dejó sola, estoy sola.
—No estás sola, Cariño. Yo estoy contigo.— me dijo y lo miré. Sus ojos grises relucían por la hermosa luna llena.
—¿Tú también me dejarás sola?— le pregunté aún con lágrimas saliendo de mis ojos.
Estaba mal en ese momento, no tenía a mis amigas a mi lado, ni a mi familia. Sólo necesitaba a alguien que no me dejara caer.
Necesitaba aferrarme a alguien.
Y lo hice, me aferré a la única persona que estuvo conmigo.
—Tú nunca estarás sola, no mientras yo viva.
—¿Me lo prometes?
—Pinky Promise.
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La Hija Del Jefe
Teen Fiction¿Involucrarme sentimentalmente con la dulce, hermosa, torpe y risueña Roma? Prefiero seguir vivo. Siempre me sentí de algún modo atraído hacia aquella torpe e ingenua chiquilla rica. Sólo que no podía si quiera hablar con ella ¿la razón? Su familia...