Capítulo 17

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¿Se ha montado una película en su cabeza y ahora se piensa que estoy con Massimo? ¿Acaso está "celosa"? Tampoco tiene ningún sentido que lo esté porque no somos NADA. No entiendo qué es lo que pasa, pero si es el vínculo que nos une haciendo de las suyas otra vez, creo que vamos a tener que solucionarlo cuanto antes.

- ¿Nada que decir? Porque yo sincersmente sí que tengo mucho de lo que hablar - dice Margot bastante seria. ¿Pero qué culpa tengo yo de lo que ha pasado? Ni siquiera sé qué he hecho mal, porque literalmente no he hecho nada... Quién la entiende.

- Vamos a calmarnos, ¿vale? - le respondo intentando apaciguar las aguas.

- ¿Cómo que calmarnos? ¿Crees que es normal que un profesor flirtee con sus alumnas? - me cuestiona. ¿Flirtear? Los comentarios con Massimo no han sido ningún flirteo, solo pequeñas observaciones, ¿acaso no es así? Además, si ella piensa eso, por esa regla de tres ella ha hecho algo similar conmigo. Y como no podría ser de otra manera, mi bocaza vuelve a jugarme una mala pasada.

- ¿Acaso usted no hace lo mismo? - digo con expresión pícara para intentar quitar hierro al asunto. "Genial Nicole, ya la has liado dos veces en un mismo día, has superado tu récord de hacer el ridículo".

Veo como las mejillas de Margot se van tiñendo de un rojo intenso, aunque no sé si se debe a la ira que mi comentario ha provocado en ella o a la vergonzosa situación que acabo de crear con mi estupidez.
Ella se va acercando lentamente a mí hasta acorralarme con una mesita de su despacho. Puedo notar su respiración muy cerca de la mía y mi corazón empieza a ir a mil por hora. "Me muero me muero me muero me muero", son las únicas palabras que pasan repetidamente por mi cabeza y ya no sé qué esperarme, si un grito por su parte, un comentario que haga que me quede sin palabras o algo similar. Tras lo que parecen años, termina contestándome, sin apartarse ni un milímetro.

- No creo haber flirteado con usted, señorita, y si le ha dado esa impresión, debería hacérselo mirar. Puede que tenga alucinaciones.

Me sorprende que precisamente ella me diga eso a mí, así que sin pensarlo dos veces, le respondo dándole a probar de su propia medicina:

- Si a usted le ha parecido que el señor Vitale y yo estábamos flirteando, creo que el problema de las alucinaciones es más bien suyo.

Sonrío victoriosa al darme cuenta de que se pone más roja, si es que eso es posible, y a pesar de que he tentado a la suerte con mi contestación, ha valido la pena (o eso quiero pensar). Pasa un rato y ambas seguimos muy pegadas la una a la otra mirándonos fijamente. Al ver que no dice nada, vuelvo a contraatacar:

- ¿Se ha quedado sin palabras usted ahora? ¿No tiene nada que decir?

- Será mejor que se vaya, señorita, y tenga cuidado. Si le aviso es porque sé de lo que hablo, no por capricho.

Y con esa respuesta, se aleja de mí y con ella toda la tensión que se había creado en el ambiente. Decido salir del despacho lo más rápido posible e ir a paso ligero hasta la residencia; solo quiero meterme en mi cama, hacerme una bolita con las mantas y desaparecer de la faz de la Tierra durante mucho tiempo, olvidando todo lo que acaba de pasar.
Pensándolo fríamente, no tengo ni la más remota idea de cómo he sido capaz de enfrentarme a la señora Sullivan de esa manera.
Llego a la residencia y al ir caminando por el pasillo en dirección a mi habitación, me parece ver a la última persona a la que me gustaría ver, aunque para ser sincera, no veo casi nada de lejos y estoy rezando a los astros para que todo sea una visión borrosa... Pero no. Ahí está Margot.

- ¿Cómo sabe que me alojo aquí? Y lo más importante, ¿cómo sabe que esta es mi habitación? - le pregunto a la señora Sullivan, la cual se encuentra apoyada sobre la pared.

Lo que Esconden las AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora