Capítulo 24

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Permanezco con los ojos cerrados y muy apretados durante un buen rato, como si eso fuese a ayudarme a solucionar esta desesperante situación y eliminar esos pensamientos intrusivos de mi mente. Es entonces cuando noto una pequeña brisa de aire que hace que vaya abriendo los ojos lentamente, aunque todavía con miedo.
Miro a mi izquierda y ahí está Margot abanicándome con un trozo de papel que no sé de dónde ha sacado ni en qué momento.
Mis piernas y manos siguen temblando sin parar, es algo inevitable que no puedo controlar por mucho que quiera.
Intento hablar pero un nudo en mi garganta hace que sea incapaz de decir nada.
Margot pone su mano sobre mi pierna en un intento por calmarme, mientras me mira fijamente, como si quisiera decirme algo con la mirada. Y lo veo. Veo esa preocupación dentro de ella a pesar de su autocontrol y temple. Y lo cierto es que nunca me ha gustado preocupar a la gente de esa manera, siempre he sido una persona muy independiente que soluciona sus problemas por ella misma. Sin embargo, en los últimos años aprendí a pedir ayuda, ¿pero cómo buscarla en un sitio donde no conoces a nadie? Sobre todo cuando no quieres molestar a las únicas personas que conoces, ya que creo no alcanzar ese nivel de confianza necesario. Pero pensándolo de otra manera, son precisamente algunas de ellas las que pueden llegar a comprenderme. Yo nunca quise involucrarme en algo así, solo vine a New York a realizar mis estudios y darle un cambio a mi vida para alejarme de los monstruos del pasado, aunque por lo que veo, al llegar aquí no he dejado de toparme con unos mucho peores (o eso creo) que al parecer ocultan secretos bastante turbios y oscuros.

Volviendo a la realidad, Margot sigue expectante; parece ser que ha optado por no presionarme para que le hable y lo cierto es que se lo agradezco. No me siento preparada en estos momentos cuando lo único que quiero es tumbarme en mi cama y dejar de pensar en todo esto, aunque sé que eso va a ser bastante imposible. Cuando algo me preocupa, como habréis podido averiguar, no dejo de darle vueltas en mi cabeza una y otra vez hasta buscar una respuesta.
La señora Sulivan mantiene su mano en mi pierna, y en algún momento esta ha dejado de temblar. Ya no sé si ha sido a causa de uno de sus poderes vampíricos o si simplemente he estado tanto tiempo en mi mundo que ha dejado de moverse por sí misma y no me he dado cuenta.

- Me gustaría volver a mi residencia - le digo finalmente para acabar con ese silencio.

Ella simplemente asiente con la cabeza y retira su mano de mí como una señal para dejarme ir. Sin decir una palabra más, me levanto del banco del parque donde nos encontramos y comienzo a caminar rumbo a la residencia. No pasa ni un minuto cuando noto la presencia de alguien a mi lado que me detiene cogiéndome de la muñeca. Doy un pequeño salto del susto y me giro inmediatamente hacia esa persona, encontrándome cara a cara con Margot.

- Ven conmigo - sin darme tiempo a contestar, empieza a llevarme por el lado opuesto al que me dirigía. Yo no le digo nada, simplemente me dejo llevar. Ella me ha demostrado ser una persona en la que puedo confiar, a pesar de no ser capaz de abrirme cien por cien con ella, cosa que no es fácil después de haber vivido años en los que me han hecho mucho daño y he llegado a desconfiar incluso de mí misma.

- ¿A dónde vamos? - le pregunto finalmente con curiosidad tras un rato caminando en silencio.

- A mi hogar - contesta ella con una sonrisa.

Por algún motivo, esa respuesta causa una sensación de nerviosismo en mí que no puedo controlar y una especie de mariposas empiezan a revolotear en mi estómago. "Tranquilízate, no es para tanto", me dice mi cabeza, aunque lo cierto es que mi corazón siente otra cosa muy distinta.

Veo que Margot se para frente a un bloque de edificios enorme que tienen pinta de ser bastante caros y lujosos por dentro. Ella aprieta un botón que supongo que será un timbre y la puerta del portal se abre tras unos segundos.

Lo que Esconden las AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora