Capítulo 4

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En la foto aparecemos Aiden y yo, hace aproximadamente un año. Éramos tan diferentes... Él con su pelo corto, liso y rubio, yo con mi melena larga, ondulada y morena con mechas rojas. Él con sus ojos azules, yo con mis ojos verdes. Él con su metro noventa de altura, yo con mi metro sesenta y cinco... Y no solo físicamente, claro. Este chico siempre riendo con su humor absurdo, extrovertido, viviendo la vida, y yo mientras tanto tímida, con cara seria la mayor parte del tiempo y centrada en mis estudios, siempre leyendo algún libro o filosofando sobre la vida. "Pero tú me desestabilizaste... Tú destrozaste mi vida, mi futuro, todos mis planes, metas y sueños que tenía desde bien pequeña...", pienso con rabia. Decido ir a mi lista de contactos y bloquearle, algo que debí de haber hecho mucho antes. Pero ahora sí que se acabó definitivamente.

Siento un nerviosismo interior, no me puede estar pasando esto otra vez, mañana empiezo las clases y tengo que descansar y estar bien.
Empiezo a dar vueltas en la cama de un lado a otro intentando dormir, pero no lo consigo.
Finalmente decido levantarme e ir hacia el servicio. Abro un pequeño neceser con pastillas en su interior. Cojo una de ellas y con un vaso de agua me tomo una pastilla natural de hierbas para intentar calmar esa bestia interior. Nunca he sido de tomar pastillas, pero por lo menos esta no tiene ningún compuesto químico que sea dañino.
Vuelvo a la cama, respiro hondo, y poco a poco, noto cómo mis ojos se van cerrando, mientras pequeñas lágrimas salen de ellos.

****

Empieza a sonar la alarma del móvil con la canción "Finally // beautiful stranger" de Halsey.

Estiro mi brazo hasta la mesita de noche para apagar la alarma.

Ha llegado el gran día, el primer día de universidad... Por enésima vez, para mí. Espero al menos que esta vez vaya mejor que las otras veces, y es que al menos me he librado de muchos problemas al venir aquí y dejar mi vieja vida atrás. Ya no tendré que aguantar ya sabéis muy bien a quién, al igual que no me veré envuelta en dramas y discusiones familiares prácticamente cada día. No es que hubiera tenido unos años muy buenos. Al cumplir los dieciocho, pensé que todo iba a ir a mejor. Me mudé de la ciudad donde crecí, París, a Dublín, para estudiar en la Universidad Nacional de Irlanda. Fue duro dejar toda mi infancia y parte de la adolescencia atrás, dejar a mis amigos, a parte de mi familia y todo lo que allí me rodeaba. Pero pensé que un cambio de aires iba a ser lo idóneo para mí. ¿Y sabéis qué? Que no fue así. Al principio lo fue, estaba muy ilusionada de empezar la universidad en una nueva ciudad y conocer a gente nueva, aunque como habréis podido comprobar, socializar no es lo mío que digamos. Entonces le conocí a él. Exactamente, a Aiden. Fue al poco de llegar. Todo parecía que iba bien, pero parece que para él no y decidió desaparecer sin dar ningún tipo de explicación, sin decir absolutamente nada. Hizo lo que se suele llamar ghosting:

Para Aiden (6/1/2019): Aiden, ¿qué ocurre?

Para Aiden (7/1/2019): Estoy muy preocupada, ¿ha pasado algo?

Para Aiden (14/1/2019): Por favor, contéstame, lo que sea.

Meses más tarde, me volvió a hablar como si nada, con un simple:

De Aiden (5/3/2019): Holii. ¿Qué tal estás?

Yo me quedé de piedra, pero aún así le pregunté, simplemente por curiosidad, ya que en ese momento lo que sentía por él se había desvanecido:

Para Aiden (5/3/2019): ¿Por qué me hablas después de todo este tiempo?

De Aiden (5/3/2019): Me apetecía hablarte.

Y se quedó así, tan pancho, soltándome esa joya. Sobra decir que esos meses en los que no supe absolutamente nada él, yo empecé a estar muy mal, dejé mis estudios, empecé a entrar en depresión y tenía ataques de ansiedad bastante fuertes, por lo que acudí a un psicólogo para que me ayudase, porque yo sentía que no podía aguantar más todas esas cosas que sentía, las emociones fuertes se apoderaron de mí por completo. A todo eso, como si no fuera ya suficiente, también se unieron problemas familiares, ya que, al mudarme a Los Ángeles, me alojé en la casa de mis abuelos que vivían allí y comencé a tener ciertos roces con ellos. Me quedé sin amigos al estar todos los días encerrada en casa sin querer salir, solo lloraba y pensaba demasiado, dándole vueltas a todo, sin llegar a comprender nada. Como solía decir yo en aquellos momentos, simplemente me limitaba a existir, pues no tenía ganas de vivir ni de hacer ninguna cosa. Lo importante es que estoy muchísimo mejor y todo eso forma parte del pasado, pero ahora más me vale centrarme en el presente e ir yendo a clase, que ya es hora y me gusta ser puntual (demasiado diría yo).

Lo que Esconden las AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora