- Nicole, ayúdame, sácame de aquí - escucho que dice una voz que me resulta familiar a lo lejos, pero que por algún motivo suena de forma distorsionada. Para mi mala suerte, todo se encuentra oscuro y no consigo ver de quién se trata. ¿Qué está ocurriendo? Camino despacio palpando con mis manos lo que sea que haya a mi alrededor para no tropezarme y acabar en el suelo. Pero de nuevo, la voz vuelve a oírse - Estoy aquí, Nicole, aunque me temo que ahora mismo no podrás rescatarme.
¿Rescatar? ¿A quién? ¿Y de qué? Sigo mi camino hacia adelante. Noto unas paredes rasposas con las palmas de las manos. ¿Dónde diablos estoy y cómo he acabado aquí? Mi cabeza no deja de asaltarme con preguntas y yo cada vez estoy más nerviosa; me siento perdida, desubicada, lo cual es evidente, pues no tengo ni la más remota idea de qué hago aquí y mucho menos de en qué lugar me encuentro. Entonces, como por arte de magia, el suelo desaparece y yo empiezo a caer al vacío. Si tuviese que describir la sensación al tirarse por un precipicio hacia el abismo, esta ocasión sería la que mejor se ajustaría a ese hecho. El corazón me va a mil y solo noto ráfagas de aire a mi alrededor, lo cual altera mi respiración, hasta que de repente, despierto.
"Todo ha sido un sueño... Un maldito sueño", pienso incorporándome en la cama y cogiendo mi móvil de la mesita de noche. Tan solo son las 3 de la madrugada y es sábado, debería de aprovechar y dormir más después de haber estado toda la semana levantándome temprano para ir a clase. Me vuelvo a acostar pero me resulta imposible volver a conciliar el sueño, estoy inquieta, no dejo de dar vueltas en la cama de un lado a otro. La verdad es que el insomnio no es algo raro en mí, hace tiempo que no me pasa, pero parece que ha vuelto. No me quedará más remedio que usar el viejo truco. Y supongo que os estaréis preguntando: ¿en qué consiste eso? Pues bien, cuando solía sentirme muy nerviosa y no podía dormir, tenía la costumbre de salir a pasear, fuese la hora que fuese, hasta cansarme y volver a descansar para renovar la energía. Quizás no sea el método más idóneo, quién sabe, pero a mí siempre me ha funcionado y eso es lo que cuenta. Aunque todo hay que decirlo, mi madre se enfadó bastante al enterarse de que iba a la calle sola a caminar a altas horas de la noche, y la bronca fue algo monumental. Ninguna excusa valió en aquel entonces, y son numerosas las veces que ella me ha llamado desde mi llegada a Nueva York recordándome que no haga ninguna estupidez. Pero el caso es que estoy sola aquí y sé cómo cuidar de mí misma.
Me preparo con unos vaqueros largos negros y una sudadera ancha de color rojo. La temperatura ha bajado de manera considerable en otoño y coger un resfriado no entra dentro de mis planes.
Salgo de la residencia de estudiantes y voy rumbo a uno de los miles de parques que hay en Nueva York. Por el camino me voy perdiendo entre calles llenas de rascacielos que parecen tocar las estrellas que se ven en el cielo, y yo, inconscientemente, me pierdo en mis pensamientos. "Qué idiota fuiste", me digo a mí misma. Y es que, desde que tengo uso de razón, siempre me ha fascinado el tema del universo. A los seis años hice que mis padres me compraran un telescopio para poder ver las estrellas al anochecer, cosa que no fue muy útil ya que vivía en una ciudad donde había contaminación lumínica, así que opté por utilizarlo en verano cuando iba a un pequeño pueblo donde pasábamos las vacaciones mis abuelos y yo. Mi abuelo solía salir al patio de la casa conmigo y me explicaba todo lo que sabía sobre constelaciones: sus nombres, dónde se situaban, y ambos mirábamos a través del telescopio para buscarlas.
Además, mi obsesión por el universo era tan grande, que cada Navidad cuando me preguntaban qué quería de regalo, yo siempre respondía lo mismo: libros de astronomía. Algunos, los que trataban de teorías sobre el origen del universo de una manera más científica, no llegaba a entenderlos, pero siempre tuve la esperanza de comprenderlos algún día cuando estudiase la carrera de física. Porque ese había sido siempre mi gran sueño, llegar a comprender el universo gracias a la física. Pero digamos que mi vida cambió de forma radical. ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría estudiando la carrera de filosofía? Sin embargo, me gusta pensar que es otra forma de comprender el mundo que nos rodea, a través de ideas filosóficas que nos hacen reflexionar.Entre pensamiento y pensamiento, llego a Central Park y me siento en un banco cerca de uno de los lagos, donde se ve reflejado el cielo nocturno. No hay ni un alma a estas horas de la noche, y un lugar que siempre está lleno tanto de turistas como de personas haciendo ejercicio y demás, ahora parece de lo más tranquilo.
Entonces la veo. Una sombra. No sé si es producto de mi imaginación o es real, pero es como si cada vez estuviese más cerca de mí. Empiezo a asustarme y siento como si el corazón se me fuese a salir del pecho en cualquier momento, hasta que, al fin, consigo distinguir de qué se trata. O mejor dicho, de quién.- ¿Qué haces aquí a estas horas? - dice la persona que acaba de salir de entre las sombras, Margot. Puedo notar cierta preocupación en su tono de voz.
- Yo te podría preguntar lo mismo - le respondo con una sonrisa socarrona, obviamente bromeando.
- Te estoy hablando en serio... - continúa Margot mientras se sienta a mi lado en el banco sin dejar de mirarme con atención.
- No podía dormir y he decidido salir a dar un paseo nocturno - le digo apartando la vista hacia el lago. Esta mujer me pone nerviosa y ya no sé por qué.
- ¿Te preocupa algo?
Me quedo un rato en silencio sin saber qué responder a eso. Que yo sepa, no me encuentro mal, solo he tenido una especie de pesadilla, pero nada del otro mundo, no hay por qué preocuparse, ¿no? Aunque es cierto que muchas veces las personas no nos damos cuenta de lo que nos pasa.
- Estoy bien - contesto sin más.
No creo que Margot se lo termine de creer, pero tampoco sabía qué otra cosa decir.
Ella no insiste más y simplemente pone su mano sobre mi pierna, como si quisiera hacerme saber que ella está ahí. Y aunque no lo diga, yo se lo agradezco. Es una etapa de cambios en mi vida, y si tengo a gente que me apoye a mi lado, aunque no les conozca de mucho, a mí eso me ayuda.Le vuelvo a mirar a los ojos y le sonrío como gesto de agradecimiento, a lo que ella responde haciendo lo mismo.
Nos pasamos un rato así, en silencio. Lo cierto es que en este momento sobran las palabras y Margot parece haber captado a la perfección mi mensaje de no querer hablar mucho. Siempre he sido una persona de pocas palabras, para qué mentir. Pero el momento de volver a la residencia llega, pues no me voy a quedar toda la noche fuera.- ¿Quieres que nos vayamos ya? - me pregunta Margot cogiéndome de la mano. Su tacto hace que se me erice la piel y que sienta un cosquilleo.
- S-Sí - le respondo tartamudeando nerviosa.
Nos levantamos del banco y salimos del parque. Me doy cuenta de que su mano sigue agarrada a la mía y, siendo sincera, no es algo que me incomode ni lo más mínimo.
- Te acompaño hasta tu residencia - me dice ella.
- No es necesario, Margot.
- No era una pregunta - responde esta vez ella con una sonrisa, y una muy bonita, además... ¿Pero qué cosas estoy pensando? Debe de ser que es muy tarde y necesito descansar. Sí, eso será.
Tras un rato paseando de la mano, llegamos a mi destino y nos quedamos mirándonos de frente. Sus ojos me hipnotizan cada vez más, llegando incluso a perderme en ellos.
- Nicole, ¿me estás escuchando? - escucho que dice Margot de repente. Parece ser que ella me estaba hablando, pero yo andaba tan despistada en mi mundo que no me he dado ni cuenta.
- Perdón, estaba pensando en mis cosas.
Ella simplemente se ríe, menos mal.
- Te decía que si necesitas cualquier cosa, que cuentes conmigo.
- Lo haré - le contesto asintiendo con la cabeza.
- Pues ya nos veremos, Nicole. Y descansa - se despide, una vez más, con esa sonrisa suya.
De repente, como si de un impulso se tratase, me lanzo hacia ella y le abrazo. Al principio parece que Margot se queda un poco en shock sin entender muy bien la situación y sin saber qué hacer. Pero tras un breve segundo, puedo notar que ella también me rodea con sus brazos.
- Gracias - le susurro al oído - De verdad.
Tras lo que pareció una eternidad, me separo de Margot (aunque me hubiese gustado estar más tiempo así con ella), y como buena cobarde que soy, me voy corriendo hacia dentro de la residencia de estudiantes.
¿Por qué demonios le he abrazado? "Es tu profesora, estúpida, recuérdalo", me digo a mí misma. Eso es. A pesar de todo, ella sigue siendo y siempre será mi profesora, y hay ciertos límites que mantener. ¿Acaso no es así?
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Lo que Esconden las Almas
Novela JuvenilTras dejar atrás su tormentoso pasado, Nicole decide empezar de cero en una nueva ciudad donde nadie le conoce y realizar sus estudios de Filosofía en la universidad de Nueva York. Pero una vez allí, conocerá a una mujer que dará un vuelco a su vida...