- Esto ha estado increíble, Margot - le digo limpiándome con una servilleta los restos de comida alrededor de mis labios.
- Sabía que te gustaría lo picante - contesta guiñándome un ojo. Inconscientemente, me ruborizo ante el doble significado que podría tener esa frase. Sí, a veces soy algo malpensada, ¿pero acaso no pensaríais lo mismo?
- Me tendrás que enseñar a preparar este arroz picante, me ha gustado mucho.
- Cuando quiera y lo que quiera, señorita.
Ambas nos levantamos y recogemos la mesa, a pesar de que Margot me diga que esté tranquila y que no es necesario que le ayude. Sin embargo, nadie consigue ganar a mi cabezonería.
- Creo que es hora de que me vaya marchando - le digo a mi profesora algo apenada. Lo cierto es que me encanta pasar tiempo con ella, siempre acabamos divagando sobre cuestiones filosóficas y nos reímos mucho juntas. Además, aunque me cueste aceptarlo, creo que estoy empezando a sentir algo por ella, y no sé si la mejor idea es pasar tanto tiempo juntas. Quizás debería de alejarme, por el bien de las dos, aunque eso suponga lastimarme a mí misma.
- Te acompaño - me dice, sonando más bien a una orden.
- No es necesario, Margot, pero gracias igualmente.
- Sabes que no era una pregunta, ¿verdad?
- Y sabes que no quiero molestar, ¿cierto?
- Nunca molestas, Nicole. Déjame que te acompañe, por favor.
- Si me acompañas luego serías tú la que tendría que volver sola y tampoco quiero eso.
Ella se queda en silencio, sin saber qué responder a eso.
- Touché - le digo con una sonrisa victoriosa.
- En ese caso... - se queda pensativa durante un momento, buscando otra alternativa - Quédate a dormir aquí.
Me esperaba cualquier cosa menos esa propuesta, y creo que mi cara de sorpresa lo muestra a la perfección, ya que Margot no puede evitar que una sonrisa se forme en su rostro.
- Venga, señorita, le mostraré la habitación de invitados - me dice mientras me coge de la mano para guiarme por el apartamento. Al notar su roce con mi piel, siento como pequeñas chispas y una sensación de nerviosismo en el estómago. Ahora sé muy bien que esto no se debe a sus poderes psíquicos ni a nada relacionado con el mundo de los vampiros que nos conecta; cada vez tengo más claro que es un sentimiento de lo más humano, por mucho que me empeñe en ocultarlo y negarlo.
- Voilà, aquí está - dice mostrando la habitación con la mano que no está sujetando la mía - Ahora te dejo un pijama y unas toallas por si necesitas ducharte.
- Muchas gracias Margot, no era necesario - le agradezco con una sonrisa.
Ambas nos quedamos mirándonos la una a la otra, sin poder apartar mi mirada de la suya. Sus ojos tienen un efecto en mí que no sé muy bien cómo explicar, pero son como un hechizo que no puedo romper y del que no puedo escapar. Nuestras manos siguen unidas y ella se da cuenta, pues mira hacia abajo en su dirección, devolviéndome rápidamente la mirada. Sin embargo, ella no me suelta, sino todo lo contrario; aprieta un poquito más mi mano con la suya. Noto cómo va acortando la distancia que hay entre nosotras hasta que apenas hay espacio suficiente de separación, tan solo unos milímetros. Mi corazón empieza a palpitar cada vez más fuerte. Sé que me debería de alejar porque esto no está bien, no está nada bien. Ya no solo es la gran franja de edad que nos separa, lo cual es lo de menos en este caso, sino que ella es mi profesora, y aunque no haya una ley explícita que lo prohíba, sé que es algo moralmente incorrecto y mal visto.
Intento tranquilizarme y mantener la calma, pero resulta inútil. "¿Qué estás haciendo, Margot? Estás consiguiendo acabar conmigo así", pienso.- ¿Por qué estás nerviosa? - me pregunta susurrando. Es una broma, ¿no? Debe de saber perfectamente que ella es la causante de todo esto.
- N-No estoy nerviosa - le respondo con algo de dificultad.
- No lo parece - dice acercándose aún más a mí hasta que noto el roce de su nariz con la mía. Sin pretenderlo, cierro los ojos instintivamente. "Mierda, ahora sí que me ha pillado, soy estúpida".
- ¿Por qué me haces esto? - le digo con un hilo de voz, en un susurro aún más bajo que el suyo.
- ¿Hacer el qué? - dice en un mismo tono. Cuando habla, noto su aliento contra mis labios. "Dios mío, está demasiado cerca". El corazón está que se me va a salir del pecho en cualquier momento, no aguanto más ese deseo de besarla que ha estado enterrado tanto tiempo, ese deseo oculto que llevo tiempo negándomelo a mí misma.
Entonces sucede. Ella se va separando con la misma lentitud que antes mientras yo voy abriendo mis ojos sin poder creérmelo, soltando despacio el agarre de nuestras manos.
- Será mejor que vayamos a descansar - dice como si nada, pero puedo ver un brillo especial en sus ojos.
- ¿Qué... Qué haces? - le pregunto extrañada casi sin pensar.
- ¿A qué te refieres?
Pienso durante unos segundos. No puedo decirle que cómo ha pasado de estar a punto de besarme a de repente apartarse de mí. No puedo decirle nada de eso.
- Nada, no importa - le respondo al final, sin saber cómo explicarlo.
- No ha contestado a mi pregunta de antes.
- ¿A cuál?
Margot vuelve a acercarse a mí hasta que nuestros rostros están tan cerca el uno del otro como antes. ¿A qué demonios está jugando?
- Antes me has preguntado que por qué te hago esto - dice susurrando de nuevo provocando que se me acelere el corazón sin control otra vez - ¿Qué es lo que te hago?
- No sé explicarlo...
- Mientes.
Lo sabe. Definitivamente lo sabe y le encanta hacerme sufrir. ¿Acaso es una especie de sádica?
- Dímelo, Nicole - insiste - O hazlo.
- ¿A-A qué te refieres? - digo con dificultad.
- Lo sabes perfectamente.
- No puedo...
- ¿Por qué? - pregunta ella curiosa y con los ojos más brillantes que antes.
- Porque... Porque no está bien.
Ella vuelve a coger mi mano y de nuevo noto esas chispas al notar el roce de su piel con la mía.
- Si lo sientes de verdad, no es malo - me dice ella acercándose más aún.
- Pero... Si la otra persona no quiere, sí que lo es - le respondo con un nudo en la garganta que apenas me deja articular palabra.
- ¿Y quién le ha dicho a usted, señorita, que yo no quiero? - su tono de voz me derrite aún más y mi respiración empieza a descontrolarse.
Me quedo atónita sin poder creer lo que acaba de decir, hasta que veo como se va aproximando ladeando la cabeza ligeramente, hasta que nuestros labios empiezan a rozarse. Sin poder resistirme más, le beso. En ese momento no soy consciente de lo que hago, simplemente me dejo llevar y, por primera vez en mi vida, me siento plenamente libre. Libre de amar sin barreras. Libre de sentir mil emociones sin tener que ocultarlo. Libre de vivir sin ataduras. Pero sobre todo, libre de poder ser finalmente yo misma sin ningún tipo de miedo.
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Lo que Esconden las Almas
Teen FictionTras dejar atrás su tormentoso pasado, Nicole decide empezar de cero en una nueva ciudad donde nadie le conoce y realizar sus estudios de Filosofía en la universidad de Nueva York. Pero una vez allí, conocerá a una mujer que dará un vuelco a su vida...