El plazo estaba vencido, al igual que alguna comida enlatada, todo tenía una fecha de vencimiento todo merecía caducar porque no existía algo infinito en el mundo, o al menos no en cuanto a los envases, no en cuanto a las promesas, Gabriel estaba seguro de que el envase tendría suerte de encontrar un rumbo correcto en su vida sin necesidad de deteriorarse al ser expulsado del mismo, porque sí, ya era tiempo.
Se mantuvo a la expectativa todo el día buscando las respuestas obvias en cada nube, como si fuese la primera y última vez que observaría todo, pero era algo parecido al estar tan cerca de lo que admiraba, de lo que amaba a tal punto de defender ciegamente. Podía sentir el clamor de su padre por la venida del arcángel, ya todos estaban en el proceso de irse, ya todos estaban ascendiendo a sus respectivos lugares, a los lados de su padre, esperando a cada uno con calidez por la forma efectiva en la que se habían reunido por corto o largo que fuese ese periodo.
La noche anterior Miguel clamaba fuerte a la redención de Gabriel haciendo que se detuviera, ningún mortal a los ojos del príncipe de los arcángeles lograría arrastrar a uno de sus hermanos y con gusto lo evitaba consternando un poco a Gabriel al borrar esos instantes tan tensos entre el nephilim y el alado.
El ritmo que mantenía el corazón que bombeaba dentro del envase, le conmovía, toda la fisiología en general y como encontraba el perfecto camino dentro de él; si debía irse, solo tenía que despedirse, para eso necesitaba una persona y ese seguro era Jace.
Seguiría estando la conexión, no solo podía perderle, después de todo estaba enamorado de ese nephilim, de su mirada, de su fuerza, hasta de la forma única de comportarse. Pero ahora no era tiempo de pensar demasiado; con bajo perfil llegó al cuarto del menor, él no estaba, pero aquello no era sorpresa, seguro estaba en una misión, había observado antes los movimientos de su protegido.
Su pluma seguía acompañándole y le reconfortaba saber que era así, más no esperaba encontrárselo antes de partir, no soportaría ver ese rostro e irse con la misma facilidad.
"Después de nuestro extraño primer encuentro.
Después del beso.
Después de elegirte para mi vida.
Eres mi protegido, ayer, ahora y siempre.
Jace, mantente fuerte, seguiré contigo
y de alguna forma me verás,
siempre estaré a tú lado.
Velaré para que nada te suceda
justo como el protector que soy.
Ahora es tiempo de ascender
y espero que logres comprender.
Con el más sincero amor.
Tuyo,
Gabriel".
La carta no era la gran maravilla, era solo tinta sobre papel, no obstante, no veía el porqué su envase se enojaría si dejaba el suéter tejido que llevaba puesto que se había impregnado del aroma del arcángel. Solo como un regalo, solo para que se mantuviese eclipsando al más joven, pero... ¿Por qué le daba tanta larga al asunto? Solo estaba retrasando lo inevitable y lo que tenía que suceder tarde o temprano, no debía tomar las cosas tan a la ligera, después de todo, el humano que le había permitido entrar, también tenía una vida que mantener, una de la cual ya le había alejado lo suficiente; estaba todo claro, un pie seguido del otro, el suéter sobre la cama, con la carta, su aroma atrapado y eso fue suficiente. Una mentira piadosa ya que para él, no bastaba. Pero estaba bien, ya era hora.
El clima estaba perfecto, Londres lucía genial ese día, todo parecía maravilloso.
▬ Excelente día para una despedida.
Musitó el arcángel y justo como una misma ráfaga del viento que chocaba contra el rostro de Gábor, el alado salió sin más, como una fuerte brisa, dejando a su paso un ligero desorden de papeles, la ventana abierta para que el culpable fuese el viento. Rompiendo varias barreras sin mucho trabajo, en un abrir y cerrar de ojos, el del anuncio finalmente estaba en el lugar del que había descendido no hace mucho, observando que la mayoría estaba ahí. No hicieron falta las palabras, solo una sonrisa y volver a su lugar, sentado a la izquierda de Dios.
▬ Bienvenido, Gabriel.
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in virtute Dei.
Teen FictionEl arcángel Gabriel, uno de los siete príncipes de la corte celestial es enviado a la tierra con la misión de conocer los sentimientos mundanos que los arrastran a radicar con mayor frecuencia en el infierno, en su estadía en el plano terrenal exper...