Recordar siempre era un arma de doble filo y de forma precisa clavaba en el lugar más débil del cuerpo si era necesario, ¿cuánto más tenía que esperar? No podía controlarse otro día más para tener un contacto, una palabra con su protegido. La necesidad ya no se hacía algo esporádico era constante e indagaba en lo más profundo de lo sentimental que podría ser el arcángel arrojándolo de inmediato a un sin fin de interrogantes que acababan con respuesta obvia, corta y simple.
Jace.
Había atrapado todo, desde su sangre, lagrimas y corazón al punto de no devolución; una particularidad es que como arcángel no estaba obligado a enamorarse de su protegido, no obstante esa persona en le hizo dudar, flanqueaba de vez en cuando por no tener el control, era él, era su existencia, no había respuesta tan dulce que imaginar una sonrisa y mayor privilegio que presenciarla sin embargo ya no se encontraba cerca para tener esa oportunidad dentro de un millón en contra.
Herondale no era una persona muy cálida a simple vista, pero alguien tendría que estar demente para no apreciar cualquier acto de afecto, tanta ternura sin llegar a ser empalagoso y que con una palabra arropase tantas cosas que se creían pasadas por debajo de la mesa. Él observaba todo sin decir una palabra, haciéndote creer que hablabas demasiado de un asunto fácil de resolver cuando se encontraba interesado en el fondo, intentando ayudar hasta con el pensamiento.
¿Qué clase de loco no estaría enamorado?
Como arcángel estaba en una posición difícil, no se encontraba infringiendo alguna ley ya que era su protegido, pero qué hacer cuando el amor pone en peligro tú resistencia sobre si quedarte otro momento más o no en un lugar.
Qué tanto valía algo para robar siquiera una fracción de segundo que pudieras aprovechar al lado de la persona más valiosa. Tenía que ser algo de suma importancia.
El ardor que sentía en una de sus alas ocultas en su espalda era frecuente, podía no hacerle caso o tratarlo como una constante pero el ardor que comenzaba a irritarle se hacía insoportable y por lo tanto prefería tomar una siesta, o al menos eso hacían los mortales para arreglar un dolor, tomarse "un descanso".
Se sentía cerca una de sus plumas... Una bastante especial.
Tal descanso no hizo mucha diferencia, estaba ahora envenenado por lo dulce que olía y por el ardor soportable y en cuanto un paso iba seguido del otro se daba cuenta que estaba en un lugar al que no pertenecía, una memoria que deseaba ser olvidada pero que luchaba con fuerza cada noche por aferrarse de esperanzas, en ese momento podía observar a la misma criatura que adoraba, sumido en dolor, uno del que no quería ser testigo por la corteza que anhelaba crear alrededor del rubio, se vio tomando su mano y escapando de tal dolencia pero desvaneciendo al instante en lo que giraba su rostro para encontrar los ojos del opuesto.
Jace estaba tan cerca que fue motivo suficiente para tomar mayor atención a la posición en la que se encontraba, ¿quién diría que los nephilim tenían un instituto en Okinawa? Vaya suerte de que todo pudiera verse conectado para transportar la figura de su protegido a su cercanía.
. . .
No trataba de parecer un investigador o mucho más, pero le hacía ilusión que ese Herondale se encontraba tan cerca luego de dar por hecho que estarían separados. ¿Él podría experimentar esa emoción al verle? Siquiera una sonrisa... ¿Podría?
▬ ¡Hey Jace! Tanto tiempo... No, no, eso no.
Se mantenía dando vueltas a las afueras de lo que era el instituto, una gran diferencia de distancia, sin embargo, una vez visualizada la posición del más joven, Gabriel tomó la forma más natural para ver a su elegido.
Los nephilim tenían un parabatai, solo uno en su vida con quien hacían una conexión tan significativa como la que mantenía el mismo Gabriel con su protegido. Bastó imaginarlo para que fuese real, ahora tenía la apariencia de Alec Lightwood, el parabatai de Jace, y se sentía bastante extraño a decir verdad.
Se mantuvo calmo y esperando no estar siendo demasiado extremista (aunque era obvio que si), pasillos, escaleras y un lugar en especifico, a una puerta de separación con su persona favorita en el mundo terrenal; aclaró su garganta y tocó un par de veces hasta que la figura le dejó entrar al salón de piano con esa cara de pocos amigos. Claro que al verle no reconoció que se trataba del arcángel, ¿o sí? Jace se miraba intranquilo, repitiendo que no tenía lógica el no estar en Londres y eso dejaba en duda al alado quien luego de una conversación seca y al punto, no pudo contener más la petición que tenía para él.
▬ Confía en mí y mantente tranquilo.
La petición estuvo seguida de un ceño fruncido y por lo mismo la diestra propia fue a cubrir los ojos del rubio que se preparaba para tomar asiento frente al piano... Sí... eso ya no más.
Tras cubrir los ojos foráneos, las características de su envase volvían y aún siendo una excentricidad, usó la habilidad de la teletransportación de nuevo para viajar a otro espacio de forma instantánea. No era un plan muy elaborado y se esperaba algún tipo de regaño o mala cara por lo que hacía, no sería para menos con tal volátil idea. Luego de descubrir los ojos que mantenían tapando su diestra, sostuvo por un par de segundos el cuerpo frente a él con ambas manos en esos brazos impropios, hasta estar seguro de que el choque entre espacios no había generado ningún resultado adicional.
▬ Lo siento, ¿estás bien?
Se excusó enseguida con un tono de voz bajo, como susurrando cada palabra.
▬ Sé que no es la mejor forma de traerte a conocer un lugar... Pero es la que encontré para sorprenderte.
Culminó y dio una separación entre ambos al retroceder unos pasos, dándole la libertad de explorar con la mirada lo que se encontraba alrededor mientras Gabriel se quedaba ahí, sonriente y expectante.
▬ Te extrañaba, Herondale.
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in virtute Dei.
Novela JuvenilEl arcángel Gabriel, uno de los siete príncipes de la corte celestial es enviado a la tierra con la misión de conocer los sentimientos mundanos que los arrastran a radicar con mayor frecuencia en el infierno, en su estadía en el plano terrenal exper...