Todo por una boda

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- ¡Tharn cuidado!, dije corriendo a donde mi pequeño de tres años saltaba en una cama elástica, mis brazos lo cogieron antes de que cayera fuera de esta y cuando sus ojos color chocolate brillaron con diversión sonreí -Debes tener cuidado bebé, te puedes lastimar.

- ¿Yaya?, dijo con su voz suave y cantarina.

-Si, puedes hacerte una yaya, dije besando sus mejillas y colocándolo en mi cadera -Mejor entremos a comer unas galletas.

Cuando colocó su cabeza en mi hombro y me abrazó, sentí que todo lo doloroso y malo que había pasado en el pasado, había valido la pena, con cuidado serví un vaso grande de leche con chocolate y dos galletas caseras, las coloqué en la mesa y senté a mi pequeño en su sillita, para que comiera cómodo, mientras veía la televisión.

Mi pequeño era hermoso y un niño feliz, estaba rodeado de amor y alegrías, era una fuerza imparable y mi gran amor, él había curado mis heridas y reparado mi roto corazón, ese que mi familia había destruido con sus ofensas y que mi pareja había terminado de pisotear con su rechazo.

Sin evitarlo recordé el día en que creí que moriría de tristeza, había llegado a casa de mis padres, sabiendo que no se tomarían bien mi embarazo, pero no podía importarme menos, porque sabía que mi Mew estaría a mi lado para protegernos y cuidarnos, sin embargo, como la vida no es fácil ni color de rosa, nada pasó como creía y ese día me di cuenta que mi bebé y yo estábamos solos en el mundo.

-Eres una vergüenza, lo único que tenías que hacer era no abrir las malditas piernas ¿y que fue lo que hiciste?, convertirte en la puta del primer idiota que te habló lindo, dijo mi padre mientras me volteaba la cara de un palmetazo -Siempre supe que no podía esperar nada de ti, pero no pensé que eras tan estúpido.

En silencio me afirmé en la pared, deseando hacerme pequeño y desaparecer, cada palabra dicha por el hombre que debía haberme amado incondicionalmente, fragmentaba mi corazón -No se te ocurra llorar, con lágrimas no solucionas nada, me gritó mi padre, haciendo que me diera cuenta en ese momento, que había comenzado a llorar.

-Por favor William, ¿Qué es este escándalo?, dijo mi madre entrando a la oficina de mi padre, que colérico la miró.

-Esto también es tu culpa, nunca le enseñaste a tu hijo como comportarse y a la primera oportunidad, se dejó embarazar, dijo golpeando su escritorio y botando algunas cosas que estaban sobre él.

Mi madre abrió los ojos y se tapó la boca, como la buena actriz que era -Bueno no sacamos nada con llorar, debemos arreglar este problema, dijo ella mientras se miraba sus uñas recién ellas -Llamaré a mi doctora y al terminar esta semana, nos habremos deshecho de la desgracia.

Escuchar a mi madre hizo que llevará mis manos a mi vientre y que sollozara mas fuerte, no dejaría que nadie tocará a mi pequeño.

-Al menos te funciona el cerebro, dijo mi padre con desdén, no entendía como podían seguir casados, si claramente no se amaban -Llama de inmediato.

-Nadie tocará a mi bebé, dije escuchando mi voz, antes de darme cuenta que lo había dicho en voz alta, cuando mis padres me miraron, tomé aire y me pare frente a ellos, traté de sacar pecho y verme más alto de lo que era, casi como un método de defensa -Es mi hijo y no dejaré que le hagan daño, si no me quieren volver a ver, está bien, pero no seguirán tomando decisiones por mí.

-No te estamos preguntando si lo quieres hacer, dijo mi madre acercándose peligrosamente a mi y clavando sus uñas en la piel de mi brazo -No dejaremos que nuestro renombre se vea perjudicado por tu desliz.

A pesar de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora