La adolescencia es la mejor epoca de todas, en la que vives y sientes a mil por hora, pero la vida puede dar mas de una sorpresa.
A Justin un evento astronomico le cambiará la vida para siempre, no tan solo a nivel personal, sino que se dará cuenta...
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Despertó de improviso y como primer paisaje, vio el cielo estrellado. Un cielo claro, despejado y adornado con miles de estrellas. Corría viento. Podía sentirlo pero en absoluto el frio que acompañaba aquello. Levanto poco a poco su cabeza para mirar a su alrededor que era pura tierra y arena. No había movimiento alguno, a no ser que fuera del mismo suelo que parecía, a ratos, una sábana sacudiéndose.
‹‹¿Dónde estoy? ¿Que hora es? ¿Qué día es? ¿Qué año es?›› se preguntaba en su interior y lo hacia así porque no había nadie a quien preguntarle. Desconocía los alrededores y por eso sabía que no estaba cerca de casa, donde todo era más suave y no tan áspero como el suelo. La hostilidad de la soledad solo le hacía cuestionarse sobre que sería lo que se encontraría más allá, cuando, sus pies lo guíen a, donde sea que llegue. No sabe a dónde llegar ni que será de él. Dormía a ratos, pero no lograba conciliar el sueño por mucho. Una tonelada de flashes e imágenes se le venían que le inquietaban. No quería verlos o revivirlos, pero tampoco quería ver el desolado paramo en el que estaba.
Los insectos nocturnos y hasta los depredadores le vieron pasar sin conciencia alguna. Su cuerpo prontamente encontró el equilibrio entre la realidad y el mundo de los sueños. Pero pronto se le quitaría aquello que obtuvo. Así como tienes rápido, así también se va.
Su errante caminar lo llevo a la cima de un gran cerro de pura tierra y piedra y eso le hizo ver el primer signo de vida. Había movimiento así que bajo sin más para hacer contacto con ellos. Eran unas cuantas casas y animales. No había nada más. No lo había notado, pero estaba débil. Su mirada se nublaba y veía todo borroso hasta que literalmente no veía nada y cayó en una inconciencia que fue más allá del sueño. Su cuerpo ya no podía más y dejo de funcionar, o mejor dicho, entro en suspensión.
Al despertar se encontró vestido y bajo techo recostado en una cama improvisada, hecha de paja y cubierta por cueros de animales para que no sufriera la espalda. Se vio en minutos en una pequeña comunidad de agricultores que vivían a penas con lo que sembraban, cosechaban y lo que le daban sus animales de granja. Una pareja de mayores le recibieron. Venían recién llegando de sus actividades seglares y les dio alegría ver que el muchacho estaba bien. Él era un hombre joven. Podía decirse que estaba en sus treinta y no era un hombre horroroso. Era guapo, con un pelo bien cortado, que parecía que nunca le crecía y de facciones muy definidas tanto en su cara como en su cuerpo. Eso lo hacía verse fuerte.
La pareja le pregunto de donde venía y como se llamaba, pero el hombre no respondía a aquello, no porque no lo supiera, sino porque la mente de ellos era limitada así como lo veía y les seria increíble lo que diría y como debía pasar desapercibido, no dijo nada con respecto a su verdad. Pensaron que estaba desmemoriado, así que lo dejaron tranquilo por un tiempo, hasta que una noche tuvo una pesadilla y decía un nombre repetidas veces. Ese era Tramon o “Treimon” como pronunciación. Era demasiado así que lo despertaron. No tomaron el tema hasta un momento más oportuno. Se notaba que el joven estaba perturbado por que le escucharon y recién después de semanas supo que tenía pesadillas y que hablaba despierto. Pero la pareja solo le dijo que esa fue la única vez que le vieron así.
