La adolescencia es la mejor epoca de todas, en la que vives y sientes a mil por hora, pero la vida puede dar mas de una sorpresa.
A Justin un evento astronomico le cambiará la vida para siempre, no tan solo a nivel personal, sino que se dará cuenta...
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Cuando dicen "Guerra estelar" uno se imagina una escena espacial en la que hay naves, rayos laser y cosas como esas, incluso extraterrestres. Pero Justin nunca pensó que eso se desarrollara en la Tierra y que lo incluiría a él en vivo y en directo.
Todo comenzó con la idea que se le cruzo por la mente de ir a ver a las perseidas. En realidad no fue tanto que se le ocurrió. Quería hacerlo porque su pasión era el espacio y la astronomía y todas las cosas se estaban dando para ir a presenciar aquel extraordinario evento, si hasta había hecho méritos para poder realizar sus planes. Había subido sus notas y se había obligado, aunque fue difícil, a no desordenar o distraerse en clases.
Y es que para el delgado adolescente era muy difícil no hablar. Se podía decir que ya tenía una plana entera en el libro de anotaciones negativas por esa misma causa. Y junto a él se llevaba casi todas las veces a su amigo que era incondicional y cómplice de todo en la vida. A diferencia del trigueño y delgado chico, Tyler era un poco más fortachón por así decirlo, porque en comparación, todos los otros chicos tenían más cuerpo que Justin. Ese día, junto a Wendy, que era la única chica en el círculo de amigos, ya tenían todo listo para aquella noche. Saldrían e irían cada uno a su casa, para después ir al lago que estaba a unos kilómetros de donde vivían, para alejarse de la civilización y poder apreciar mejor el evento cósmico que tanto querían presenciar, perdón, que Justin tanto quería presenciar.
De hecho, al principio Justin era el único que quería ir y Tyler siempre le seguía, pero no era porque le llamara la atención. Simplemente era porque le gustaba pasar tiempo con el pelinegro y porque siempre pasaba algo que podía meterle en problemas, así que prefería estar allí para cuidarlo. Wendy en cambio solo quería salir de casa. Ya bastantes problemas tenía con su Mamá para quedarse allí, así que buscaba oportunidades para escaparse. Nunca le daba permiso, pero no se hacía problema. Simplemente se escapaba.
Al llegar ese día de las clases, como ritual siempre debía darle un beso a su papá y su mamá y un sacudón de pelo a su hermanito y un regaloneo a Kipper, su perro. En el plan, él se debía encargar de las fresadas y sacos de dormir. Tyler era el de las provisiones, por lo que llego a su casa, se ducho, se miró en el espejo como siempre admirándose y sintiéndose satisfecho para después vestirse con sus clásicas chaquetas con capuchas y dirigirse a recoger el termo con agua caliente. También tenía que comprar los típicos fideos instantáneos y cafés en sobre para pasar la fría y larga noche en espera de las dichosas estrellas, asteroides o lo que sea que fueran porque no tenía ni idea de lo que presenciarían.
Wendy por su lado pasaba de su madre. Llegaba e iba directo a su habitación para encerrarse y abstraerse de su realidad con sus audífonos y de los insistentes golpes de su madre a la puerta de su pieza. Esperó a que terminara el show, como le decía ella, para después encerrarse en la ducha, vestirse y salir por su ventana para evitarla. Ya afuera se dirigió al almacén de Don Mac para comprarle doritos y galletas con relleno que tanto les gustaban a los tres. Todo para aquella noche que, según Justin, prometía un espectáculo impresionante. Y los tres se juntarían en casa de Justin para partir a aquel lugar de naturaleza pacífica y dejar todo listo para las perseidas.
