VEINTISIETE

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- Kin-chan, venga, ya está- le dije a mi amigo, poniéndole un paño de agua fría en la cara.

- Que se aleje de mí, ¡está loca! - dijo, nada más levantarse.

- Sí, sí, ya nos vamos- agarré a Chris por el brazo- es mejor que lo dejes estar, no está acostumbrado a tanta efusividad.

- Ningún japonés lo está, el problema sois vosotras- dijo Naoki, por lo bajito.

- Pues tú te has metido el problema en la cama, así que tan malo no será. Vámonos a casa.

Nos despedimos de Chris y nos fuimos.

- ¿Cómo le ha podido gustar Kinnosuke? Si lo acaba de conocer.

- Oye, Kin-chan es un gran chico y es muy mono, no tiene nada de raro.

- ¿Acaso te gusta o qué?

- Irie Naoki- me paré en seco y me llevé la mano al pecho-, ¿acaso estás celoso?

- Más quisieras.

Naoki empezó a llegar muy tarde a casa por el trabajo; no encontraban ninguna idea buena para ningún videojuego, estaba bastante saturado y apenas hablábamos.

Un día, estaba en casa y me puse a tocar el violín en la habitación. Cuando terminé, Naoki llamó y entró.

- Oh, ¿acabas de llegar?

- No, llevo un rato, pero no quería interrumpirte.

- Que bobada.

- Me gusta oírte tocar, es muy relajante.

- Me gusta hacerlo, es como si estuviera jugando, me distrae.

Entonces, mi marido abrió mucho los ojos, cogió su maletín y salió corriendo.

- Naoki, ¿qué ocurre?

- Hoy no dormiré aquí.

- Ah...vale- suspiré-, pues nada.

- Ale-chan, ¿qué ocurre? - la señora Irie apareció corriendo.

- No sé, a tu hijo se le debe de haber aparecido la virgen- me reí.

Pero lo de dormir fuera de casa se volvió un hábito durante las semanas siguientes. No veía nunca a Naoki, y cuando trataba de llevarle algo de comer, me lo recogía su secretaria, así que no lo veía ni por esas.

- Oe, Ale, ¿Cómo te va la vida de casada? - me preguntó Jinko.

- Apenas nos vemos, está muy liado por el trabajo.

- ¿Y eso no os afecta en la relación? - preguntó Satomi.

- Bueno, ya sabéis que yo soy muy independiente y que me gusta tener mi espacio, pero sí que es verdad que me a veces me hace un poco de falta, pero bueno, todo sea porque acabe ese dichoso proyecto y pueda volver a estudiar.

- Voy a cantarle las cuarenta por dejarte sola- Kin-chan apareció de la nada.

- Ni se te ocurra, Kin-chan- le dije, sin mirarlo.

- Pero uno no puede casarse para ignorar a su esposa.

- Está trabajando, además, no es asunto tuyo, deja de hacer dramas por todo.

Esa tarde, me pasé por la empresa para llevarle la comida a mi marido, pero insistí en entregársela yo.

- Lo vas a distraer- me dijo la secretaria.

- ¿Perdona?

- El señor Irie está muy centrado en el proyecto y usted solo va a hacerle perder el tiempo- entonces, me fijé en que la muchacha llevaba una falda más corta de lo habitual, tacones y unos labios rojos pasión.

ODIO AMARTE...AMO ODIARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora