CAPÍTULO TRES

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CAPÍTULO TRES

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Fumiko se cruzó de brazos mirando a su amigo quien solo pudo reír nervioso. Ese día habían acordado verse después de clases para ayudar al mayor a terminar su trabajo de Biología.

¿Qué sucedió?

El rubio ni siquiera lo había comenzado aún.

— No te preocupes, Fumi. — Katsuo dejó un par libros sobre la mesa. — Solo te pedí ayuda con los dibujos, no debes hacer nada más.

— No terminarás esto hoy si no te echo una mano. — Katō se sentó al lado del chico. — Buscaré la información, tú escribe y después te ayudaré con los dibujos.

— Te lo agradezco. — Itō sacó su billetera, Fumiko le miró extrañada. — Toma, es por la ayuda extra.

— No necesito que me pagues. — Pero claro que Itō era el hombre más terco y desobediente que conocía. El rubio tomó el billete y después de enrollarlo lo metió en el bolsillo de la camisa de su amiga.

— Acéptalo, al menos frente a mí o me enojaré, nunca le pago a nadie. — Fumiko rio asintiendo. — Bien, comencemos.

Katō y Katsuo comenzaron con el trabajo. No le tomó mucho tiempo a la pelinegra encontrar la información necesaria para el mayor quien anotaba todo, así que al terminar con eso la menor se puso manos a la obra, comenzando a dibujar cientos de diferentes cosas relacionadas con el ADN y Biología.

— ¿Qué te parece si vamos por un helado al terminar? — Katsuo miró a su amiga quien asintió.

— Me parece bien. — El mayor se puso de pie. — ¿Qué haces?

— Ya terminé. — Fumiko suspiró riendo, unos últimos detalles y terminó con su trabajo, levantándose también. — Andando, necesito alejarme de los cuadernos ya mismo.

— Eres un exagerado, Katsu. — Juntos, ambos jóvenes salieron de la casa, caminando a paso lento hacia cierto parque en donde vendían los mejores helados de la zona. — ¿Es todo lo que necesitabas hacer?

— Así es. — El rubio pasó un brazo sobre los hombros de la pelinegra quien sonrió sin alejarse. — Seguro que mañana obtendré la mejor nota gracias a ti.

— No hay que exagerar.

Fumiko se detuvo de golpe al sentir algo tomar sus piernas, y al bajar la mirada se encontró con una pequeña niña de ojos violeta quien se abrazaba a ella.

— ¡Mana! ¡No abraces a extrañ-

Katō giró su rostro, encontrándose con cierto muchacho de grisáceos cabellos. Una sonrisa se estiró en su rostro inconscientemente.

— Fumiko. — Mitsuya se acercó, tomando de la mano de su hermana menor para alejarla, pero esta se negó, aferrándose a la pelinegra. — Mana, suelta a Fumiko.

— Está bien. — Katō se inclinó, tomando a la niña en sus brazos. — ¿Cómo has estado, Mana?

— Bien. — Respondió la menor con una sonrisa, la pelinegra rio, girándose hacia Takashi quien también sonreía.

— Vuelve con tu hermano. — La pequeña obedeció, estirando sus brazos hacia Mitsuya quién le alzó. — ¿Qué haces aquí, Mitsuya?

— Decidí salir un rato con ellas. — Takashi miró a su otra hermana acercarse, Luna solía ser un poco más reservada con la ojiazul, así que no le sorprendió la falta de diálogo entre ambas. — ¿Qué haces aquí?

Los ojos de Takashi se movieron hasta Katsuo quién también le observaba.

— Veníamos a comprar un helado. — Fumiko miró a ambas niñas. — ¿Quieren uno?

— ¡Sí!

Takashi sonrió dejando a la hermana menor en el suelo, tomando a ambas de las manos para caminar al lado de Katō y su amigo.

— ¿Estaban en casa de Itō?

— Lo estábamos. — Respondió Katsuo. Mitsuya bajó la mirada, notando al rubio abrazar a la pelinegra por los hombros. — Fumiko es realmente amable, me ayudó a hacer casi todo el trabajo.

— ¿Sí? — Takashi asintió. — Fumiko eres muy buena con todos.

— Pero yo sí le pagué. — Katō codeó a su amigo, llamando su atención.

— No es necesario que me paguen. — Fumiko se detuvo frente al puesto de helados. — Me gusta ayudarlos a ustedes dos, después de todo son... Mis mejores amigos.

Ambos chicos sonrieron, aunque Katsuo no pudo hacer nada más que fingir felicidad mientras notaba los ojos tristes de su amiga.

— Bueno, si quieres podemos ser algo más que amigos. — Las mejillas de Fumiko se pintaron de rojo al escuchar a Itō, Mitsuya carraspeó.

El rubio y la pelinegra no supieron decir si fue por la presencia de sus hermanas o por molestia natural.
Katō decidió irse por la primera opción.

La chica pidió cinco helados, y al estar por pagar se sorprendió al ser ligeramente empujada por Takashi.

— Yo pagaré.

— No es necesario. — Mitsuya le miró, Katō sintió sus pies pegarse al suelo debido a los nervios.

— Está bien, tengo suficiente dinero. — El oji-violeta estiró su mano, entregando el dinero y tomando los helados, entregando uno a todos.

— ¿Volvemos al parque? — Propuso Katsuo mientras comenzaba a devorar su helado, los restantes asintieron caminando de vuelta al sitio en donde se habían encontrado.

Fumiko miró a las hermanas menores del chico de cabellos grisáceos correr hacia los juegos mientras aún comían su helado, no pudo evitar sonreír, las hermanas del muchacho eran realmente adorables.
Katsuo señaló una banca libre en donde los tres tomaron asiento.

— Fumi. — La pelinegra miró a Itō, este estiró su brazo limpiando un rastro de dulce en la mejilla de la menor. Las mejillas de Katō se pintaron de un suave rosa.

— Gracias.

Mitsuya miró a ambos por unos segundos, Fumiko giró su rostro, encontrándose con la mirada del oji-violeta.

— Fumiko. — Mitsuya sonrió. — ¿Estarás ocupada mañana?

— ¿Mañana?

— Me ayudará con mi proyecto de Artes. — Katō y Takashi giraron sus rostros mirando a Katsuo quien sonrió con inocencia.

— ¿Ayudarte? ¿De nuevo? — Fumiko sonrió.

— Solo debes de explicar los diferentes tipos de arte, Katsu, no es nada del otro mundo. — Recordó la menor, Mitsuya sonrió.

— ¿Entonces sí estás libre? — Katō asintió. — ¿Te molestaría ayudarme con algo al final de las clases?

— No tengo problema.

Katsuo miró a los dos acompañantes mientras fruncía su ceño, realmente le molestaba ver como la pelinegra desperdiciaba su tiempo con el costurero siempre, nunca decía no cuando se trataba del oji-violeta.

Pero simplemente el rubio no podía hacer nada, así como la menor creía vivir un amor no correspondido, él lo hacía también hacia ella, pero con la diferencia de que sus sentimientos jamás serían correspondidos por Katō.

Y era porque la amaba que no podría interferir en su vida, porque la felicidad de la pelinegra estaba antes que un simple capricho suyo.

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𝑳'𝒂𝒔𝒔𝒊𝒔𝒕𝒂𝒏𝒕 [𝑴𝒊𝒕𝒔𝒖𝒚𝒂 𝑻𝒂𝒌𝒂𝒔𝒉𝒊 𝒙 𝑶𝒄]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora