𝑳'𝒂𝒔𝒔𝒊𝒔𝒕𝒂𝒏𝒕 [𝑴𝒊𝒕𝒔𝒖𝒚𝒂 𝑻𝒂𝒌𝒂𝒔𝒉𝒊 𝒙 𝑶𝒄]

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO ONCE

Cena compartida,

Katsuo frunció su ceño al escuchar las palabras de la rubia frente a él, no podía creer lo que estaba escuchando.

— ¿Por qué te ayudaría a hacer eso? — El más alto rio. — Oye, que esté en una pandilla no significa que iré por allí comiendo crímenes mayores a golpear niños idiotas y romper uno que otro hueso.

— ¿Entonces por qué te uniste a Furious Devils? ¿Acaso olvidas los trabajos nocturnos de la pandilla?

— El jefe sabe que no me involucraré en esa mierda, y si no te gusta mi decisión puedes ir a decírselo. — La mujer elevó su mano dispuesta a golpear al mayor.

Itō la detuvo fácilmente.

— Tamura. — Katsuo le miró fijamente. — ¿Sabes por qué soy parte del escuadrón de ataque? — La rubia no respondió. — Es porque soy de los idiotas más fuertes que tiene esta pandilla, no creas poder venir e intentar golpearme, no lo lograrás ni en mil años.

El mayor alejó la mano de la mujer de un manotazo, girándose y yéndose del sitio.

Tamura Rin debía de estar loca para pedirle a Itō ir y golpear a otra mujer, los problemas de la rubia no eran sus problemas, y aunque en la pandilla los miembros solían ayudarse entre sí no eran una especie de guardaespaldas de nadie.

[...]

Fumiko escuchó la puerta ser tocada, por supuesto fue a abrirla esperando encontrarse con Katsuo.
Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver a cierto muchacho de grises cabellos mirándole con una sonrisa.

— Buenos días, Fumi.

— ¿Mitsuya? ¿Qué haces aquí? — El mayor se encogió de hombros.

— ¿No puedo pasar por casa de mi novia para acompañarla a la escuela? — Katō hizo una seña para que el contrario hiciera silencio, pero ya era muy tarde.

— ¿Novia? — El padre de la pelinegra pareció ser producto de una invocación al mencionar aquella palabra. — ¿Mi niña tiene pareja?

— Señor Katō. — Takashi se inclinó con respeto. — Lamento las molestias.

— No son molestias. — El mayor sonrió. — Mitsuya, eres un buen joven, me gustaría que vengas en la tarde para que hablemos sobre esto.

— Papá, Mitsuya debe de estar muy ocupado.

— No hay problema. — El oji-violeta sonrió. — Puedo venir cuando terminen las clases.

— Excelente, eres un jovencito responsable. — El padre de la menor tomó su maletín y salió de la casa. — Debo irme, cuida de mi princesa, Mitsuya.

— Lo haré, no se preocupe. — El mayor subió a su auto y pronto desapareció.

— Siento mucho eso. — Fumiko rio avergonzada. — Mi padre... Él ha estado esperando este momento desde hace mucho tiempo, lamento si se vuelve muy intenso en la tarde.

— Está bien. — Takashi acarició la mejilla de su chica, tranquilizándola. — ¿Nos vamos?

— Claro.

Katō sintió el peso de su mochila desaparecer de su hombro, sonrió al notar al más alto colocarla sobre su hombro para después tomar su mano y comenzar a dirigirse juntos hacia la preparatoria.

— Mitsuya.

— ¿Qué pasa? — El chico giró su rostro notando las mejillas rosadas de la menor. Katō no debió decir absolutamente nada para que el oji-violeta lo descifrara.

Era como un adivino.

Takashi se detuvo y pasó ambas mochilas a la menor la cual las tomó. Los ojos de Fumiko brillaron al ver al mayor sacarse el suéter y después colocarlo sobre sus hombros, tomando nuevamente sus mochilas.

— No puedes olvidar tu abrigo un día como este, hace frío.

— ¿No te dará frío a ti? — Takashi sonrió negando.

— Estoy acostumbrado al clima.

Su viaje terminó al llegar a su destino, juntos se dirigieron hasta su salón y entraron al mismo, tomando asiento uno frente al otro.

— Mira esto. — Katō se giró mirando el cuaderno que Takashi sacó de su mochila, mostrando un nuevo boceto. — Agregué un par de detalles ayer por la noche. — El más alto sonrió. — Tomé tu idea ¿Qué te parece ahora?

— Se ve increíble. — Fumiko sonrió encantada. — Me encantaría ver a Luna vistiéndolo.

— Planeo hacer uno similar para Mana.

— De seguro se verán muy bien ambas. — Takashi volvió a guardar el cuaderno en su mochila al escuchar al profesor entrar al salón, ganando la atención de los estudiantes.

Las horas de clases pasaron rápidamente, y para cuando la pareja se dio cuenta la campana de la salida sonaba una vez más provocando felicidad a todos aquellos quienes no deseaban estar en ese lugar.

Mitsuya se puso en pie y tomó la mochila de Fumiko, saliendo juntos del salón.

— ¿Qué crees que dirá tu padre? — Preguntó el oji-violeta.

— No estoy segura. — Katō sonrió nerviosa. — Nunca había tenido pareja antes, es nuevo para mí también.

Mitsuya le miró con sorpresa, una sonrisa se estiró en sus labios segundos después.

— Ya veo.

El camino de regreso a casa de la ojiazul no les llevó mucho tiempo, al darse cuenta ambos ya se encontraban entrando en la residencia y tomaban asiento en el sofá de la sala de estar, en la espera por el padre de la pelinegra.

— Debo de hacer la cena para mi padre. — Comentó Fumiko colocándose en pie. Una mano en su cadera detuvo sus movimientos.

— Te ayudaré. — Takashi se puso en pie, depositando un corto beso en la mejilla de la menor.

Un hombre de mediana edad entraba a su casa cansado después de un duro día de trabajo, desde la puerta de la entrada pudo escuchar voces en la cocina, dos personas riendo y hablando.
Una sonrisa se estiró en su rostro al asomarse y notar al oji-violeta abrazando a su hija desde atrás, rodeando su cintura con sus brazos mientras preparaban la cena juntos. Mitsuya tomaba las manos de la menor y le ayudaba a picar las verduras rápidamente, llevándoselas después a una olla.

Fue Takashi el primero en notar a el padre de la menor, sonriendo con amabilidad.

— Buenas noches, señor Katō.

— Buenas noches, Mitsuya. — Fumiko se giró, mirando a su padre con una sonrisa.

— Papá, la cena estará lista pronto.

— Muy bien, esperaré en la sala de estar. — El mayor se retiró del sitio, dejando a la pareja sola una vez más en la cocina.

Hiroshi sabía que el chico al lado de su preciada hija no sería malo, al contrario, le hacía realmente feliz que de entre tantos peces en el mar su pequeña escogiera al mejor de ellos.

Uno que siempre vería por su bien y felicidad.

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