Prólogo

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Eva era una chica normal, se había ido a vivir sola hacia mucho tiempo ya que sus padres comenzaron a preocuparse por el hecho de que hablara sola por las noches, pero eso era debido a que ella tenía un amigo, uno que le obsequiaba los juguetes más preciosos que podía imaginar.

Ella amaba los juguetes e incluso cuando llegó a una etapa adulta le encantaban los juguetes que Jason le obsequiaba, así que cuando cumplió la mayoría de edad decidió tomar un trabajo como mesera y rentar un pequeño departamento.

Jason "su amigo" hizo mil preguntas a las cuales ella respondió, se sintió tan importante cuando ella confesó que se había mudado para poder estar con él sin miedo a que alguien la descubriera, Eva alimentaba el frágil ego del juguetero.

Solo eran amigos... y eso comenzaba a quemar en lo más profundo a la chica.

Un día ella se puso extraña, Jason le preguntaba si ya no lo quería o si algo le molestaba.

Para ese momento él ya comenzaba a hartarse, si Eva estaba comenzando a pensar que lo abandonaría estaba muy equivocada.

La chica se acurrucó en su sofá abrazando un peluche que el mismo Jason había hecho para ella y él se acerco a su rostro.

—Vamos niña, ¿Qué te ocurre? —pregunto el pelirrojo, estaba apunto de volverse agresivo —¿Extrañas a tus estúpidos padres, no es así?

Ella negó y comenzó a llorar.

—Ash, no puedo hacer nada si tú no me dices qué ocurre, Eva no seas tan infantil —le recriminó.

—Me gusta alguien... —ella admitió.

Algo hizo sentir a Jason profundamente molesto, iba a querer darle toda su atención y amor ese imbécil.

—¿Y quién es el asqueroso ese... —fue interrumpido por el beso de Eva, quién después de besarlo se apartó y disculpó —... Oh.

—Lo siento, yo no... —él la toma entre sus brazos y la carga hasta su habitación —Ja-Jason... E-Espera... yo no...

—Solo es para que duermas pequeña, no voy a hacerte nada que no desees.

Su cuerpo se sentía demasiado extraño, era obvio que si lo deseaba y como no si a ella le gustaba el pelirrojo desde que lo vio por primera vez a los 8 años.

La puso en su cama y él se sentó a un lado, se veía mucho más tranquilo.

—Me alegra saber que te gustó —admitió él.

Finalmente Eva tuvo el valor de preguntar:

—¿Y yo no te... 

—Claro, eres hermosa y me gusta que seas tan tierna conmigo —él la tomo de las mejillas y la besó.

Violentometro || Jason the ToymakerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora