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—¿Y esa frase? "Para algunos, los que viajan, las estrellas son sus guías". Es muy bonita, ¿de dónde es?

—Es de un libro que mis padres siempre solían leerme cuando era chico... El Principito. Ese libro también contribuyó en que mí interés por viajar despertara... Ya estoy grande, y mis padres ya no están para leermelo, pero algún día se lo leeré a mí hijo, cuando esté más grande. —dijo Mateo y Sofía sonrió con gran ternura—. ¿Vos lo leíste? —le preguntó él y ella dio una respuesta negativa.

—Siempre que lo quería sacar de la biblioteca, alguien más ya se lo había llevado. Con el tiempo, simplemente me olvidé del libro. —rio ella.

—Puedo traerlo si quieres... Así tendrías algo que hacer aparte de ver televisión cuando yo esté en el trabajo, ya que no pudiste traer más libros… —ofreció él amablemente y ella sin dudar aceptó.

—Bien, entonces no hablaré nada más de este tatuaje. Ya que vas a leerlo, no quiero darte spoilers. —y así Mateo dio por terminada aquella charla sobre el tatuaje.

Al día siguiente le trajo el libro como prometió. Sofía casi instantáneamente se sumergió en las páginas como nunca, y en el tiempo que Mateo estuvo fuera, ella pudo acabarlo.

Terminó el libro sintiéndose bastante pensativa. Miraba el libro de páginas amarillentas imaginando a Mateo de niño. Recién se daba el tiempo de mirar los dibujos de la portada, ya descoloridos por el tiempo. Así se detuvo un momento para pensar en las frases que más le habían gustado.

"Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos…" Sería que la vida da muchas vueltas, estemos de acuerdo o no.

La vida da muchas vueltas... La de ella siempre se había mantenido lineal, pero debía admitir que esa frase era verdad. No iba a llegar a nada bueno si seguía estando sola, aunque ella quisiera permanecer así, porque todas las vueltas que había dado la vida de Mateo acabaron por llevarlo a ese lugar. La vida de Sofía se acomodó para que ese día, en el que parecía que todo estaba saliendo mal, fuera el inicio de una etapa donde viviría los momentos más alegres de su vida.

"Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal…"

Esa frase le trajo un recuerdo; si no hay nadie a quien yo extrañe, entonces nadie me extrañará... Fue mí decisión, y creo que fue para mal. Sofía estaba entendiendo lo que Mateo siempre había querido que tuviera presente. Ella no debía estar sola, no debía cargar con todo sola.

Y ahí llegó a su mente otra frase.

"Es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir". Sofía finalmente lo entendía.

Y ese momento de reflexión no duró mucho tiempo.

—¿Ya lo terminaste? ¿Te gustó? —preguntó Mateo sacándola de sus pensamientos.

Ella se sobresaltó un poco, pero lo cierto es que él estuvo de vuelta a la misma hora de siempre, sólo que como ella había perdido la noción del tiempo por leer, realmente no esperaba su llegada aún.

Ella no respondió nada. Sólo lo observó durante un momento. Sus ojos estaban ligeramente rojos. Sofía se preguntó si quizás él hablaba sobre ella con sus amigos del trabajo. A veces le perturbaba tanto pensar que Mateo estaba triste por su culpa.

—¿Y? —preguntó una vez más entusiasmado por saber su opinión.

—Ah, si. Ya lo terminé, es muy lindo... —le respondió esta vez.

—¡Qué bien! Quizás podría traerte otro... —empezó a decir él, mientras trataba de pensar en algún libro que tuviera que a Sofía podría gustarle.

Ella sólo suspiró. Sabía que esas acciones inconscientemente buscaban reconfortarse más a así mismo que a ella. Sabía que esto en verdad estaba siendo muy difícil para él.

—Ya te pedí una vez que no estuvieras triste... Pero sé que realmente no puedo pedirte eso. Sé que te pondrás mal, muy mal, pero me reconforta saber que te repondrás pronto. Yo estoy muy feliz de haberte conocido, y se que cuando te hayas consolado (uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido. Y como seré una mariposa podré volar muy alto, hasta llegar al cielo para buscar mí estrella, y cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú y solo tú tendrás estrellas que saben reír! —acabó citando esas frases del libro, dándole un toque propio, con lágrimas resbalando por sus mejillas.

Mateo no pudo hacer más que abrazarla. —Te equivocas, Sofía. No me alegraré en el futuro, porque ya lo estoy. Cada día estoy feliz de haberte conocido.

Ambos lloraron abrazados en silencio, sintiendo que de alguna manera se estaban despidiendo. Sabían que el final estaba cerca.

𝑴𝒐𝒏𝒂𝒓𝒄𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora