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—Ella ama las mariposas monarca. Son hermosas. Pero esa belleza me duele demasiado. Me recuerda que no volveré a verla nunca más. Las mariposas son frágiles, y ella también lo es. —pronunció Mateo casi en un susurro. Se mostraba inexpresivo.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —le preguntó su compañera de trabajo, aquella que se suponía que iba a tatuar a Sofía.

Mateo soltó una risita ante la pregunta. No pudo evitar recordar cómo le había insistido a Sofía para que no se tatuara.

—Si. Estoy seguro. —respondió.

Su compañera suspiró y sonrió levemente. No eran amigos cercanos con Mateo realmente. Pero si se hablaban mucho, por lo cual ella sabía sobre la historia de Sofía. Eso llevó a Mateo a pedirle que trazara un nuevo dibujo en su piel, que hiciera alusión a Sofía.

—Hiciste la mayoría de tus tatuajes, y eres mucho mejor que yo. —rió la chica—. ¿Por qué me pides a mí que te haga este?

Es una buena pregunta, pensó Mateo, y sonrió formulando su respuesta.

—En primer lugar, sabes que esto me afecta bastante. No me siento lo suficientemente concentrado como para hacerlo… Además, ¿quién mejor que vos para hacerlo? Vos la mandaste conmigo… Tengo todas mis mejores experiencias y recuerdos en mí piel, y Sofía sin dudar forma parte de eso. Quiero tenerla conmigo siempre.

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—¡Hey, volviste! Justo encontré una película en la tele. Recién está empezando. Parece buena. —lo recibió Sofía en su habitación de paredes y muebles blancos, con un olor a limpio que a veces resultaba excesivo. Ella se encontraba con su típica emoción y alegría. Parecía que todo estaba bien.

—Estos días estuve aquí de pesado todo el tiempo… —empezó a decir Mateo y Sofía carcajeó—. Hoy salí porque tuve que hacer algo, algo muy importante.

Ante ese comentario Sofía puso su atención en él, olvidando por completo la película.

Mateo se quedó mirándola unos segundos con una leve sonrisa.

—¿Y? ¡Decime! —pidió ella expectante.

Él simplemente extendió su brazo en respuesta. Ella lo miró durante un momento, y regresó su vista al rostro de Mateo encogiéndose de hombros.

—Hay un tremendo pedazo de plástico alrededor de mí muñeca. —le dijo él entre risas. Sofía a veces podía ser demasiado distraída, y Mateo amaba eso.

Sofía se molestó un poco y rodó los ojos ante la indirecta sobre cuán distraída podía ser. Tomó el brazo del chico con brusquedad y lo observó de nuevo, esta vez en detalle. El plástico en su muñeca derecha cubría el dibujo de una mariposa monarca.

Sofía se quedó sin palabras. Luego de unos instantes reaccionó con una leve sonrisa dibujandose en su rostro, acompañada de unas cuántas lágrimas que escapaban, de sus ya cansados ojos, debido a tanta felicidad y amor que habían sacudido su alma de repente.

Se lanzó a abrazar a Mateo con tanta fuerza… Estaba tan agradecida por tenerlo. Lo quería tanto, tanto. Lo soltó un momento para mirarlo a los ojos, esos ojos del mismo color que los suyos, esos ojos de color avellana que a veces parecían tener ligeros toques de verde, que ella tanto amaba ver.

Le regaló una gran sonrisa que Mateo por supuesto correspondió.

—Mateo, Mateo… —susurró ella volviendo a abrazarlo. Sus lágrimas seguían cayendo.

—¿Qué pasa? —preguntó él acariciando la espalda de la chica con una mano, mientras que con la otra limpiaba sus propias lágrimas. No le gustaba llorar cuando estaba con Sofía, aunque fuese de felicidad, y aunque él le dijera a ella que no debía guardarse nada, sentía que debía mostrarse fuerte para que ella sintiera más valor.

Sofía siguió aferrada a él. Su llanto liberaba todo lo que estaba sintiendo en esos momentos. Amor, felicidad, gratitud… Pero sobre todo, una inmensa paz que, a pesar de que estuviera colmando su cuerpo casi por completo, no impidió que en ella también se hiciera presente una ligera pizca de miedo.

—¿Sofía? —volvió a preguntar Mateo, ya que no había recibido respuesta anteriormente.

Sofía inhaló profundamente. Cerró sus ojos durante unos momentos y aspiró el olor de Mateo. Se separó un poco una vez más para observarlo. Repasó cada facción de su rostro. Acarició su mejilla mientras sentía que esa pequeña pizca de miedo desaparecía.

Él la observó tan tranquila… Se veía más bonita que nunca. Eso le preocupó, y al mismo tiempo, lo relajó. Tuvo que contenerse para no romper en llanto.

Sofía aún sumida en una gran serenidad alcanzó la mano de Mateo. Volvió a observar el tatuaje. Regresó su mirada a sus ojos. —Siempre voy a estar con vos… Gracias por estar conmigo. —y dejó un beso en su mejilla.

Su sonrisa no se borró de su rostro, y negó ligeramente con la cabeza ante la sensación que acababa de sentir: unas cuantas mariposas revoloteando en su estómago debido al contacto que tuvo con la persona con la que hubiese querido vivir una historia de amor en otras circunstancias. Y a pesar de que eso obviamente no podría ser, no sintió tristeza, y en cambio se centró en disfrutar de la compañía del chico.

Tuvo un último pensamiento sobre esa relación que podría haber sido, pero que no pudo ser. Aunque de alguna manera, ella tuvo una historia de amor. Tuvo el amor de un amigo, algo que nunca había sentido. Tuvo a alguien que la cuidara, a alguien que la acompañara. Tuvo a alguien para amar.

Mateo por su parte, no había dejado de llorar. Él sabía lo que se venía, y no estaba listo.

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A Mateo le gustaban muchas cosas de Sofía. Pero sobre todo, esa alegría que siempre transmitía. Tenía una gran historia detrás, y aunque algunas veces los sentimientos negativos hicieran presencia, ella los hacía desaparecer para mantenerse feliz.

Y con esa alegría que la caracterizaba, y sintiendo una paz y felicidad grandísimas, Mateo la vio partir.

Luego de ese largo abrazo que compartieron Sofía se recostó en su cama. Y así pasó sus últimos momentos, en paz, teniendo la compañía de Mateo.

Al principio habían estado en silencio. Muchas veces habían estado así, pero esta vez fue muy diferente. Mateo no sabía qué decir, y no quería despedirse. Sofía por su parte, en primera instancia, tampoco sabía qué decir, pero si estaba segura de que quería brindarle unas palabras a Mateo, las últimas.

—Mil veces dije que pensar que soy una monarca me ha ayudado. Encontrar eso fue algo muy importante en mí vida. Encontrarte a vos también fue muy importante. De verdad eres un regalo… —una leve sonrisa acompañada de una lágrima se plasmó en el rostro de Mateo al escuchar la alusión a su nombre—. Muchas veces pensar que iba a estar sola en estos momentos me asustó. Pero desde que te enteraste de mí situación siempre supe que estarías conmigo. La salida de mí crisálida será mucho mejor gracias a ti. De alguna manera me liberaste incluso antes de que yo pudiera salir… Me permití querer a alguien. Ahora que me iré sé que llorarás mucho, y aunque no quisiera que lo hagas, entiendo que es necesario que te desahogues. Pero no lo hagas durante mucho tiempo, no me gustaría que estés mal por mí. Yo voy a llevarme lo mejor de esto, porque siempre traté de ver lo mejor de cada situación. Quiero que hagas lo mismo ahora. Sé que esto te entristece, y créeme que me encantaría poder quedarme, pero no puedo. Me tengo que ir, pero sé que voy a estar bien, y vos sabes que será así… Y cuando mí partida te haga sentir triste, piensa en una bella monarca extendiendo sus alas para volar alto, muy alto.

Tras recibir esas palabras Mateo le prometió que cumpliría con eso que ella le había pedido. Sostuvo su mano todo el tiempo, incluso cuando ella ya se encontraba sin vida. Sentía que no tenía la fuerza para irse de ahí.

Ella nunca quiso que él supiera qué enfermedad la aquejaba, y Mateo se cuidó de que eso se mantuviera de esa forma. Hizo oídos sordos a la información que los doctores le brindaron respecto a la muerte de Sofía. Se negó a que pusieran la causa de su muerte en la lápida, la cual primeramente se veía triste y apagada. Una parcela común, la cual sólo tenía el nombre de la chica. Pero Mateo se encargó de arreglar eso.

Primero pensó en colocar una foto de ella, pero no lo hizo. En su lugar decidió pintar su esencia. Y desde ese día una mariposa monarca pintada a mano por Mateo adornó el lugar donde se encontraba la crisálida de Sofía, porque en lo que respecta a ella, ya no se encontraba ahí.

𝑴𝒐𝒏𝒂𝒓𝒄𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora