Desde ese día, habían pasado unas semanas.
Mateo acompañaba a Sofía cada día, y se quedaba a dormir, aunque ella a veces le insistía en que no lo hiciera. No quería ser una molestia. Le gustaba su compañía, pero no verlo triste. Él no quería demostrarlo, pero no era muy bueno escondiendo eso de Sofía.
Los únicos momentos donde ella se quedaba sola eran cuando Mateo debía ir a trabajar. Él había querido pedir días libres en su trabajo, pero Sofía no había dejado que lo hiciera. Mateo habló sobre eso una vez, y no volvió a insistir ya que también pensó en que el momento que estaba pasando ella era muy grave e importante, y como no le gustaba expresar sus sentimientos negativos frente a él, se le ocurrió que tal vez se desahogaba cuando él no estaba. Por eso decidió que no debía sofocarla estando todo el día junto a ella. Entendía que a veces necesitaba estar sola, aunque esperaba que llegara el momento en el que ella pudiera desahogarse con él. Se lo había hecho saber con un par de indirectas. Él creía firmemente en que los momentos de soledad si eran necesarios, pero que eso no significaba que uno tuviera que lidiar con todo solo. Esperaba que Sofía lo entendiera.
Todas esas semanas que pasaron desde ese día en que la vio saliendo del hospital, ella había estado en observación. Iba bastante bien, y Mateo, al principio, no pudo evitar ilusionarse, a pesar de que sabía perfectamente que cualquier mejoría no era más que algo pasajero. No contaba con nada de información respecto a la enfermedad que aquejaba a Sofía, ya que ella nunca había dado detalles sobre eso. No quiero que pienses en la enfermedad. Sólo digamos que la crisálida se está volviendo transparente, ya empiezas a verme como mariposa, pronto podré volar.
Y a esa ilusión que se había encendido en Mateo obviamente el paso del tiempo empezó a apagarla. El estado de Sofía se fue deteriorando considerablemente. Los dolores aumentaron. Todo aumentó.
Un día en que Mateo llegó al hospital luego del trabajo encontró a Sofía viendo la televisión. Era algo usual, pero Mateo, incluso en la situación en la que estaban, se inquietó un poco al oír la palabra eutanasia siendo nombrada en el programa que Sofía miraba.
Se saludaron y él se quedó observándola fijamente durante un momento. Ella no se veía dolida o afligida por lo que estaba viendo. Es más, con una mueca de aburrimiento cambió de canal y acabó dejando un documental sobre animales para ver.
—¿Qué? ¿Quieres ver otra cosa? —le preguntó ella extendiéndole el control remoto—. O no, mejor contame sobre hoy. ¿Te fue bien?
Él sólo asintió mientras acercaba una silla para sentarse a su lado.
—¿Estás bien? —volvió a dirigirse a él un poco intranquila. Pero se calmó cuando algo hizo click y se dio cuenta de qué era lo que había puesto así al chico.
—Hey… Sobre lo que estaba viendo antes —empezó ella pero fue interrumpida.
—No, no. No tienes que hablar de eso sí no quieres. Yo sólo me sentí un poco… Mal, no sé, cuando escuché eso. Pero no importa, ignórame. A no ser que en serio necesites hablar… Ya no sé qué estoy diciendo… —Mateo suspiró con frustración—. Me refiero a que no quiero que te sientas presionada a hablar sobre algo, pero también sabes lo que pienso respecto a que te guardes todo… Sólo haz lo que quieras, lo que te haga sentir mejor. —finalizó él mirándola con una leve sonrisa.
La torpeza de Mateo para expresarse le encantaba. Cada vez que él decía algo como eso, Sofía sentía que su cuerpo se estremecía acompañando los latidos de su corazón, que se aceleraban más cada vez.
Estaba tan feliz de no estar sola en ese momento. Agradecía tanto la compañía de Mateo, y a veces sentía que debía abrirse un poco más con él.
—Como sabes, siempre supe que tenía esto, y que me llevaría en algún momento. Admito que pensé algunas veces en eso que mencionaron en la televisión, pero nunca fue en serio. La verdad es que nunca quise acelerar todo este proceso, por más malo que fuese… Yo quería vivir un poco más. Los insectos son tan pequeñitos, a veces están expuestos a tanto, hay algunos que sólo viven un par de días, y aún así… Viven. Como te dije, las monarcas viven meses, principalmente por eso me sentí identificada. Pasan por tanto, aprovechan sus largas vidas, ¿por qué no lo iba a hacer yo también? Aunque más de una vez me dijeron que era una estupidez compararme con un insecto, que ellos en realidad no tienen una conciencia real sobre sus vidas… No lo sé, pienso que sí deben tenerla, por algo siguen existiendo y manteniendo sus vidas. Pero de todos modos nunca me importó que me dijeran eso, porque pensar así me ha ayudado a seguir. Pensar que ahora estoy encapsulada en una crisálida y que luego de tanto esfuerzo para salir podré extender mis alas y volar… Es una bonita idea que me reconforta desde lo más profundo de mí alma. —dijo con lágrimas llenando sus ojos—. No fue fácil empezar a apreciar mí vida. Me quedé completamente sola. Algo que siempre recuerdo de cuando era pequeña fue cuando leí por primera vez que las monarcas mueren luego de poner sus huevos. Lo leí y pensé: pobrecitas, se quedan solitas… Como yo. Eso fue lo que pensé y sentí una gran pena tanto por ellas, como por mí. Costó que lo superara, pero lo hice. Seguramente no parezca así, pero créeme cuando te digo que de verdad estoy bien ahora. —finalizó ella sonriendo como siempre, mientras un par de lágrimas mojaban sus mejillas.
El rostro de Mateo también estaba así. Y aquella tarde terminó en silencio, con ellos tomándose la mano, simplemente disfrutando de la presencia del otro.
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𝑴𝒐𝒏𝒂𝒓𝒄𝒂
Teen Fiction❝ Ella ama las mariposas monarca. Son hermosas. Pero esa belleza me duele demasiado. Me recuerda que no volveré a verla nunca más. Las mariposas son frágiles, y ella también lo es. ❞ •Publicación del prólogo: 12.01.21 •Historia completa: 29.10.21 Es...