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—¿Y este qué significa? —cuestionó Sofía.

Una vez más se había encontrado con Mateo.

Ella había mejorado considerablemente. Se sentía mucho mejor, y aprovechaba cada instante de bienestar.

Había tenido mucha suerte respecto a la observación de insectos. Más apuntes llenaron su cuaderno, así como también hermosos dibujos que Sofía no había hecho ella sola.

Le costó convencer a Mateo de que la ayudara a realizar los dibujos, pero pudo lograr que cediera. Hasta había conseguido que él admitiera que algunos le parecían asquerosamente bonitos, como él había dicho.

Pasar tiempo con Sofía también había sido muy bueno para Mateo. Salían, charlaban, compartían gustos, o sólo se sentaban a escuchar música.

Mateo había encontrado a una chica muy dulce, pero sobre todo, misteriosa. A veces la veía muy feliz, como ese día, y otras veces notaba cierta… En realidad no sabía qué era. Tristeza, nostalgia… No estaba seguro. Siempre quería preguntarle si algo malo le ocurría, pero luego la veía feliz y decidía no hacerlo. No quería arruinar el momento, o la amistad que había conseguido formar con ella.

—Se refiere a mis hermanas. —respondió a la pregunta que Sofía le había hecho—. Somos tres. Yo soy el mayor, y el único chico, por eso tengo 1/3, las demás obviamente tienen el 2/3 y 3/3. A ellas no les gustan demasiado los tatuajes. Pero, como siempre fuimos muy unidos, cuando propuse esta idea, sin dudar aceptaron. Aunque los suyos son mucho más pequeños, y están algo escondidos, en zonas que normalmente están cubiertas. Una lo tiene en las costillas, y la otra lo tiene cerca de su clavícula… Hace tiempo que no las veo en persona, sólo por videollamada. —comentó un poco triste.

—¿Las extrañas mucho? —preguntó ella poniendo una mano en el hombro de Mateo.

Él asintió. —Lo hago desde que empecé a viajar… Nos criamos juntos, no puedo no extrañarlas. —rió—. Recuerdo una vez cuando —Mateo paró de repente—. Lo siento… Hablo mucho, quizás pueda aburrirte. —dijo él rascando su nuca sintiéndose un poco apenado.

—No, no… Para nada Mateo, no me aburres. Por favor, seguime contando… —insistió Sofía.

Mientras escuchaba las historias de travesuras de hermanos que Mateo contaba, Sofía lo imaginaba de niño jugando con sus hermanas.

Alguna vez, cuando ella era pequeña, deseó tener hermanos para no estar tan sola y tener con quién jugar. Luego pensó que estaba bien así. Empezó a pensar de esa manera analizando su situación. Criándose en un orfanato, si hubiese tenido algún hermano podrían haber sido separados, y eso hubiese sido horrible. Estaba mejor así. Sola, como siempre había estado… Al menos, hasta hacía un tiempo atrás.

Otra cosa buena que ella encontraba en la soledad era que ella no extrañaría a nadie, y nadie la extrañaría a ella, pero eso había cambiado.

Mateo seguía relatando sus historias y Sofía reposó su cabeza en su hombro para seguir escuchando atentamente.

Volvió a poner su completa atención en la voz de Mateo, en vez de recordar esas cosas no tan buenas que ella había pasado. Después de todo, ella estaba bien. Más en ese momento, junto a Mateo, oyendo su voz, la cual conseguía relajarla.

Había buscado el significado de su nombre en internet. "Regalo de Dios…", realmente lo es.

Cuando fue a tatuarse no imaginó la situación en la que se encontraría más tarde. No obtuvo su ansiado tatuaje, pero sí consiguió algo mucho mejor; un amigo.

𝑴𝒐𝒏𝒂𝒓𝒄𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora