12.

8 1 2
                                    

Mientras Mateo estaba fuera, Sofía aprovechaba para pensar. Esa tarde en particular recordó una vez, poco tiempo después de haber empezado a hablar con Mateo. Aquella vez ella se había propuesto a sí misma que no debía encariñarse mucho con él. Ella negó con la cabeza sonriendo en grande; claramente había fallado en ese objetivo que se había propuesto. Quería demasiado a Mateo, a pesar de haberlo odiado un poco el primer día en que lo conoció.

Ya había dicho que ellos se habían preguntado por qué el destino se había empeñado tanto en juntarlos. También dije que más tarde ellos iban a estar totalmente agradecidos de que eso sucediera. Y eso era lo que ellos se encontraban viviendo en ese momento. Sentían una inmensa gratitud de que sus caminos se hubiesen cruzado.

La presencia de Mateo había erradicado la soledad de la vida de Sofía. Disfrutaba sus momentos a solas, pero amaba saber que Mateo regresaría del trabajo más tarde para hacerle compañía.

Mateo también estaba muy feliz. No era alguien solitario, y al mismo tiempo sí. Era cercano a sus compañeros de trabajo, había hecho varios amigos a lo largo de su vida y de sus viajes, pero hasta ahora no se había sentido del modo en que se sentía con Sofía. Sus sentimientos nunca habían estado tan alterados. A veces quería decírselo, hablar sobre lo importante que ella se había vuelto para él, pero nunca lo hacía, o no muy a fondo, porque aunque tratara de disimular, estaba seguro de que ella se daría cuenta de que hablar de ella implicaba que él se alterara demasiado ante la idea de que no volvería a verla. Sabía que lo mejor para ella era que todo siguiera con naturalidad. No quería acabar llorando y haciéndola sentir mal. Y es que la preocupación y tristeza de Mateo eran inmensas, pero a pesar de que esos sentimientos siempre estaban presentes y nunca lo dejaban, no tenían más poder sobre él que la alegría y felicidad que hacían palpitar su corazón con fuerza: luego de pensar en el estado de Sofía y preocuparse, se cruzaba por su mente el pensamiento de que no faltaba mucho para que aquella joven chica estuviera tranquila y sin dolor de una vez por todas.

Cuando regresó, ya entrada la noche y terminada su jornada de trabajo, tomó la silla de siempre y la colocó junto a la cama de Sofía.

—Entonces… —empezó a hablar Mateo esperando la petición de la chica.

—Quiero que me cuentes sobre ese. —y ella señaló uno de los dedos de la mano izquierda.

Mateo no pudo evitar soltar una risita y que un leve sonrojo pintara sus mejillas. —¿Por qué crees que su historia es interesante? —él quiso saber.

—Es que… —Sofía ladeó su cabeza—. Ese es el dedo del matrimonio, ¿verdad? —consultó ella y él respondió asintiendo.

—¿Estás casado? —preguntó ella y soltó una carcajada al ver que ese leve sonrojo en el rostro de Mateo se volvió mucho más intenso en cuestión de segundos. Se veía muy lindo. De repente, ella sintió la necesidad de apretarle las mejillas, y no sé abstuvo de hacerlo.

—Estuve casado… Hace algún tiempo. Las cosas no funcionaron, pero todo acabó bien... —y así Mateo empezó otro relato. Esta vez situado en un viaje que hizo a Australia, y teniendo como protagonista a una relación que al principio empezó como un fugaz romance que nadie creyó que iba a prosperar, pero que al final, luego de una loca boda en la playa y de tatuarse los anillos en vez de comprarlos, se mantuvo en el tiempo, para ser precisa, durante cinco años, y además trajo consigo un bello niño al mundo.

Mateo también habló mucho sobre su pequeño hijo John, quién tenía dos años. También tenía un tatuaje en su honor: un retrato de cuando apenas había nacido.

Sofía recordó cuando en el orfanato los niños jugaban a la familia, armaban bodas con las muñecas y paseaban bebotes en cochecitos. Escuchaba las historias que Mateo contaba sobre su hijo y se imaginó cómo hubiese sido poder tener a sus padres con ella. Lamentó no poder recordar los momentos que había pasado con ellos. No tenía fotos ni nada. No sabía cómo eran. Ella era tan pequeña cuando compartió su vida con ellos que no podía recordarlos.

Cómo pudo alejó esa triste sensación. Y se quedó con el pensamiento de que ellos la habían amado mucho, y ella a ellos.

Mateo fue un regalo de Dios… Y quizás también de ellos.

🦋

Historia tras historia, el humor de Sofía parecía mejorar. Le había encantado la idea de una boda en la playa, entonces pidió ver fotos, y Mateo se lo concedió.

Estaba fascinada con la belleza de Tash, la mujer que había sido esposa de Mateo, y del precioso vestido que había usado en aquel momento. Él suspiró al ver el brillo y entusiasmo en los ojos de Sofía. Se preguntó si alguna vez ella se habría imaginado vestida de blanco. Y así, esa tristeza volvió a invadirlo.

—Mateo… ¿Todo bien? —preguntó ella, ya que había preguntado algo sobre la boda, pero no había obtenido respuesta—. Disculpa, creo que estoy siendo un poco entrometida… —comentó ella apenada. En realidad había dejado que su entusiasmo ganase, y no pensó en sí la historia con Tash ya había sido superada por Mateo. Quizás había removido algo que él quería olvidar.

Por el contrario a lo que Sofía pensó, Mateo esta vez sí dio una respuesta que la tranquilizaba sobre las ideas que había tenido anteriormente. —No, no, para nada. Vos disculpame, me distraje un segundo… Ya te dije que todo lo que quieras saber, yo te lo voy a contar. —le aseguró tratando de eliminar su tristeza del momento. Después de todo, estaba recordando una hermosa etapa de su vida, y eso además hacía que Sofía se sintiera bien. No tenía que sentirse mal.

Así él logró controlar sus sentimientos y la charla siguió hasta que Sofía se sintió adormilada.

—Sabes Mateo, con todo lo que me has dicho y lo que ya había podido conocer de vos, sé que sos una gran persona. Lástima que las cosas con tu novia Tash no funcionaran. Parece ser muy buena también… John tiene mucha suerte de que ustedes sean sus padres. —y tras soltar ese comentario, Sofía cayó profundamente dormida, dejando a Mateo con lágrimas de alegría inundando sus ojos.

𝑴𝒐𝒏𝒂𝒓𝒄𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora