En ese momento creí estar sufriendo un ataque de pánico, me sudaban las manos me sudaban y me estaba costando respirar con normalidad. ¿Qué se suponía que debía decirle? Tenía miedo de que me tomase por loco; aunque pensándolo bien, quizás lo era.
Bajé la vista hacia el plato y comencé a cortar la carne en un intento de que se le olvidase lo que me acababa de preguntar o cambiase de tema, pero notaba su mirada posada sobre mí.
—Jason, ¿me has oído?
Asentí lentamente pensando en algo que responderle que sonase lo suficiente creíble como para que no me hiciesen más preguntas; ya que querrían conocerte y en aquel momento iba a resultar imposible. Así que respondí lo primero que se me ocurrió.
—Aún no la conozco bien, vive en otra ciudad y aún no hemos podido conocernos en persona.
Pensándolo bien, en realidad no le había engañado del todo; no vivimos en ciudades diferentes, pero sí en realidades distintas, y aún no hemos podido conocernos en persona.
—¿Cómo es? —preguntó ella curiosa.
Todos me estaban mirando fijamente y me estaba poniendo nervioso. Pero no tuve que pensar en qué decir, solamente respondí la verdad.
—Es una persona maravillosa, no existen las palabras adecuadas para poder describir cómo es y cómo me hace sentir. Es dulce, amable y la mejor persona que podría llegar a conocer. Cada vez que sonríe me hace sentir único, me hace sentirme feliz.
No había terminado de hablar cuando me volvió a preguntar. Aunque esta vez estaba sin respuesta.
—Y, ¿qué sois? —parecía entusiasmada por saberlo como si hubiese dado por supuesto que tú y yo éramos algo más, posiblemente me había emocionado demasiado hablando de ti.
En ese momento me di cuenta, al hablar de ti se me había dibujado una amplia sonrisa en la cara. Aún así, me había quedado de piedra, ¿qué debía responder?
—Pues la verdad no lo sé.
—¿Sois amigos con derechos? He oído que los jóvenes de ahora lo llamáis así.
—Abuela, ¿dónde has oído eso?
Todos comenzamos a reír, y al no haber más preguntas suspiré aliviado.
Pero mi abuelo decidió romper la calma. No esperaba que él fuese a hablar o comentar este tema pues nunca dice nada de mis temas amorosos, dice que prefiere no saber nada.
—Por cómo nos hablas de ella se nota que sientes algo de verdad pero, ¿por qué no se lo dices?
—¡William! No deberías preguntarle esas cosas al niño —respondió ella, pero sabía que en el fondo se moría por saberlo.
—No te preocupes abuela. —Desvié la vista de nuevo hacia mi abuelo. —Tengo miedo, no hace mucho tiempo que nos conocemos y sé que si le cuento cómo me siento todo cambiará entre nosotros y si no siente lo mismo puede que acabe perdiéndola.
En ese momento me percaté, posiblemente estarías escuchando todo aquello; pero no me importaba, necesitaba su consejo.
—Tenía tu edad cuando conocí a tu abuela y al igual que tú tenía mucho miedo de contarle lo que sentía —dijo agarrando su mano— pero lo hice y creo que no me salió tan mal porque después de 62 años aún seguimos juntos a pesar de todos los problemas.
—Si no lo intentas nunca sabrás si esa persona realmente es para ti. Nunca sabes dónde puede estar el amor de tu vida —comentó mi abuela.
Los dos se miraron y se sonrieron; y lo supe. Supe querría algo como ellos, encontrar un amor real y duradero.
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Entre estas páginas
RomanceLa locura que siento por ti crece a medida que lees estas páginas, ha llegado un momento en el que no puedo distinguir al personaje del lector, ¿será que somos uno? Portada hecha por: @0Mxxxa0