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Me desperté de un asalto y apagué la alarma que había programado la anoche anterior para evitar dormir hasta tarde; de no haberla puesto habría dormido todo el día. Me puse el pijama como pude y bajé por las escaleras con cuidado de no caerme.
Recorrí el pasillo asomándome por cada una de las puertas buscando a mi madre para así poder darle los buenos días a mi madre como cada mañana, pero al no encontrarla por ninguna parte supuse que habría salido a ocuparse de algo.
Entré en la cocina, aún algo dormido, con la intención de hacerme un café para despejarme y me encontré a Pulgas sentado sobre la encimera ya esperándome.
—Hola Pulgas, ¿vienes a comer? —dije con una amplia sonrisa.
Respondió con un largo maullido acercándose a mí; tanto correr por ahí le habría dado hambre. Abrí la puerta del patio saludando a Shasha y dejando que entrase en la cocina a esperar que le echase su pienso en el comedero.
Les serví la comida y me senté junto a Shasha mientras ella comía. Para ser tan pronto hacía una buena temperatura, había una brisa lo suficientemente cálida y se escuchaba a los pájaros cantar.
Suelo despertarme de muy mal humor, sobre todo cuando me despierto pronto, pero ver a Pulgas y a Shasha correr tan felices me alegra las mañanas.
Pero siéndote sincero, desde que tú llegaste me despertaba con mucho mejor humor, me sentía menos irritable. Podría decirse que eres la razón de que me despertase feliz todas esas mañanas.
Dejé que siguieran jugando tranquilos y me acerqué a la cafetera dejando que se hiciera el café mientras preparaba unas tortitas con chocolate.
—Creo que a estas alturas ya puedes llegar a saber lo mucho que me gusta el chocolate.
Cuando por fin terminaron de hacerse, las dejé encima de la encimera para ir a buscar un libro y así disfrutar de un rato de lectura mientras desayunaba. Llegué a mi habitación y eché un vistazo a la librería; tenía tantos libros pendientes que ya no sabía ni qué leer. Pero finalmente me decidí por La llamada de lo salvaje, que aunque ya lo había leído muchas veces nunca me cansaría de leerlo.
Cada vez que iba a leer o veía un libro recordaba lo surrealista que era pensar en ser un libro y aún así estar leyendo otros libros, se me hacía muy raro; pero no por ello iba a dejar de hacerlo.
Sujeté el libro, agarré el primer marcapáginas que encontré por la habitación y bajé corriendo las escaleras hasta llegar de nuevo a la cocina.
Revisé la cafetera y al ver que aún le faltaba un rato, me senté en una de las altas sillas junto a la encimera leyendo detenidamente mientras comía las tortitas, que estaban aún calientes, con cuidado de no manchar las páginas del libro.
Terminé de desayunar y cerré el libro para guardar el plato que había ensuciado con el desayuno y las sartenes que había utilizado.
—Perdona por no haberte hecho mucho caso, pero el libro me tiene enganchado.
Como estaba algo incómodo leyendo en aquella silla decidí que antes de seguir leyendo, lo mejor era sentarme en uno de los sillones para poder estar lo más cómodo posible; pero no me alejé demasiado de la cocina para poder estar atento cuando el café estuviese listo.
Me encontraba sumergido en la lectura cuando el timbre de la puerta sonó repetidas veces. Sin saber quién podría ser, me levanté del sofá posando el libro en un lugar lo suficientemente alto para que Shasha no pudiese cogerlo.
Me puse las zapatillas rápidamente y al llegar a la puerta por precaución pregunté.
—¿Quién es? —pregunté intentando ver por la mirilla.
Miré por la mirilla, pero no reconocí a la persona que estaba al otro lado.
—Si te lo digo no me vas a creer —respondió la chica con una voz dulce.
En ese momento abrí la puerta y pude ver mejor a la persona que estaba al otro lado. Pero aún así no la conocía de nada, aunque esa voz me transmitía algo un tanto familiar.
—Tú voz me es familiar, ¿acaso nos conocemos?
—Podría decirse que sí —respondió riéndose.
No era la voz lo que se me hizo familiar, fue ese timbre de voz, esa dulce risa, los sentimientos que lograba transmitirme con cada palabra.
Y entonces me di cuenta. No podía ser cierto
—¿De verdad que eres tú?
Me encontraba confuso, ¿cómo podía ser posible que estuviera aquí?
En aquel momento ella asintió con una gran sonrisa y mi corazón comenzó a latir rápidamente.
—Si no me crees, descúbrelo tú mismo Jay Jay —y en ese momento lo supe, era ella.
Sin darme tiempo a reaccionar, me abrazó. Y allí, entre sus brazos, supe que era cierto; supe que era la persona que llevaba deseando ver desde el primer momento.
—¿De verdad eres tú? ¿Eres quien me lleva leyendo todo este tiempo? —ella asintió.
Al darme cuenta de que todo aquello era verdad, las lágrimas me empezaron a recorrer el rostro; y ella, con cariño me las limpió.
Tras ese dulce gesto, acaricié su mejilla y posé mis labios sobre los suyos.
No podía creerme que mi deseo se hubiera hecho realidad. Al fin te tenía aquí conmigo, no eras producto de mi imaginación y prueba de ello era que pudiera besarte.
¿Sería ese el final de nuestra historia?

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Entre estas páginas
RomanceLa locura que siento por ti crece a medida que lees estas páginas, ha llegado un momento en el que no puedo distinguir al personaje del lector, ¿será que somos uno? Portada hecha por: @0Mxxxa0