Nuestro principio

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No, no lo fue, ese no fue nuestro final.

Todo lo contrario, podría decirse que aquel momento supuso el inicio de esta historia; nuestro principio.

Un fuerte ruido me despertó.

—¡Jason la cafetera!

Abrí los ojos aturdido, sin entender nada, y cuando logré entender lo que mi madre me ha dicho me levanté corriendo y vi que todo el café se había desbordado. Apagué la cafetera y limpié toda la encimera.

—¿Qué está pasando? Pero si yo había abierto la puerta

—Hijo lo habrás soñado porque no tiene mucha pinta de que hayas abierto la puerta a nadie ¬—dijo riéndose.

No entendía nada, estaba completamente descolocado. ¿Había soñado todo eso? ¿Entonces no acababa de besarte?

Me pasé los dedos por los labios. Se había sentido demasiado real ese beso. Seguía sin poder creer que en realidad no hubiera pasado.

Serví dos tazas de café y me senté en una de las altas sillas de la encimera junto a mi madre.

—¿Hoy vas a salir con tus amigos? —preguntó ella dando un gran sorbo de café.

—Creo que no, hoy no hemos hecho planes.

—Pues no los hagas porque ya tienes planes.

—¿Iremos a casa de los abuelos?

—No, nos vamos a visitar Oxford.

No podía creer que de verdad fuéramos a visitarlo. Mi madre llevaba posponiendo durante meses la visita al campus con la escusa de que no tenía tiempo; aunque sabía que no era por eso, seguramente no le agradaba la idea de tenerme a kilómetros de distancia.

—¿Enserio? —respondí emocionado.

Ella asintió y me levanté a darle un fuerte abrazo.

—Ve a vestirte antes de que me arrepienta —dijo riendo—. Ponte un traje porque también veremos al rector y tenemos que causar una buena impresión.

—El traje que tengo es el del año pasado y me queda pequeño.

—Coge un traje del armario de tu padre, seguramente habrá alguno que te quede bien.

Le miré esperando que confirmara lo que acababa de decir y cuando asintió subí rápidamente hasta su habitación.

Llegué a la habitación y allí parado frente a aquel gran armario, repleto con su ropa, en lo único en lo que pude pensar era en si él estaría orgulloso de mí.

Observé todos sus trajes buscando uno en específico; era su favorito. Solía decir que era su traje de la suerte, y que si lo llevaba puesto nada podría ir mal. Así que guiándome por lo que siempre decía, cuando encontré el traje me lo puse sin pensarlo.

Se trata de un traje negro a rayas bastante sencillo, pero a la vez muy elegante; con unos pequeños bordados dorados cerca de la manga con sus iniciales.

Terminé de prepararme y me vi al espejo. Me sorprendió que me quedase tan bien, mi padre era un poco más alto que yo, y su camisa me quedaba algo más ajustada de lo que a él le quedaba.

Puede parecerte raro, pero verme con su traje puesto, me hizo sentirme más unido a él.

Bajé por las escaleras hasta llegar a la entrada en donde mi madre ya me estaba esperando. Al llegar, mi madre se me quedó mirando con cara de asombro.

—¿No me queda demasiado ajustado? —expresé con preocupación.

—Te ves igual que tu padre.

Nos quedamos callados durante unos minutos hasta que ella rompió el silencio.

—Nos tenemos que ir ya, tenemos un largo camino por delante. ¿Tienes todo lo que necesitas?

Asentí mostrándole la carpeta y nos dirigimos hacia el coche para emprender el camino de ida a Oxford.

Salimos de la ciudad y pasé todo el camino viendo los paisajes verdes mientras la música sonaba de fondo.

Ninguno de los dos habló durante todo el camino.

Yo pensaba en cómo este era un paso más para poder cumplir mis sueños; en cómo el simple hecho de ir a la misma Universidad que mi padre me haría sentir más cerca de él.

Y supongo que ella pensaría en lo mucho que me echaría de menos cuando ya no estuviera en casa.

Tras varias horas de camino, al fin llegamos a nuestro destino.

Dejamos el coche en los aparcamientos y caminamos hacia la entrada.

Aún no podía creerme que estuviésemos en la Universidad de mis sueños, pero al ver aquel gran muro de piedra cerrado por aquella gran valla negra supe que no estaba soñando; que todo aquello era real.

Y allí, quieto, viendo aquella entrada de piedra que daba paso a un largo camino hacia el gran y antiguo edificio, lo único en lo que pude pensar era en lo feliz que estaba de que tú me acompañases en un día tan especial.

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