Aquella mañana me despertó el estridente y repetitivo sonido del despertador, me froté los ojos y, con el pijama aún puesto, fui hacia el baño para darme una ducha y así conseguir despejarme.
Me quité la ropa y entré en la ducha, donde ya se acumulaba una gran nube de vapor, y mientras el agua me caía sobre el rostro, con esa sensación de relajación, recordé todo lo que había pasado la noche anterior, y me sentí profundamente feliz.
Salí de la ducha con una gran sonrisa, me sequé y salí del cuarto de baño para ponerme algo cómodo; ese día me apetecía ir a la laguna para leer tranquilamente, sin ninguna interrupción.
Me vestí con unos pantalones cortos negros, una camiseta amplia blanca y unas deportivas, me puse unos anillos, metí la cartera en el bolsillo junto con el teléfono, cogí uno de los libros que tenía apoyado en el escritorio y salí a la calle.
Era un día soleado y las calles estaban repletas de gente; incluso la cafetería de Lily estaba muy concurrida esa mañana. Pedí un café con leche y varios aperitivos para llevar y salí de allí tras despedirme de Lily y prometerle que volvería para probar una de sus nuevas recetas de postres cuando no estuviera tan abarrotada de gente.
Avancé por las calles hasta llegar a las afueras y comencé a recorrer aquel camino que transcurría por el bosque y que tantas veces había recorrido.
Era un camino largo, pero valía la pena sólo para llegar a ver aquel impresionante paisaje: en un claro apartado del bosque se extendía un a bonita laguna, serena y tranquila, con sus aguas reflejando el cielo azul, sin ninguna nube a la vista.
Las suaves brisas me acariciaban la piel y mecían las hojas de los árboles cercanos, creando un ambiente que siempre me había dado paz.
Los grandes árboles que rodeaban la laguna proporcionaban unas amplias zonas de sombras que ofrecían un refugio para los pequeños animalillos que se acercaban a beber agua y descansar.
El suelo, de un verde brillante, estaba salpicado de pequeñas flores silvestres de colores diversos, cada una aportando un precioso color al paisaje.
El sonido de la naturaleza llenaba el ambiente: el canto de los pájaros que revoloteaban entre las ramas, el croar de las ranas que habitaban en el agua, los pequeños cervatillos jugando a lo lejos y el zumbido constante de los insectos que revoloteaban entre las flores.
En las orillas de la laguna, los patos se mecían suavemente sobre la gran extensión de agua, mientras que los peces nadaban creando destellos brillantes sobre el vibrante color azul.
Era un rincón apartado y desconocido para el resto, en donde el tiempo parecía detenerse; y por todo ello, era uno de mis lugares favoritos para estar solo.
Me acosté bajo la copa de uno de los inmensos árboles que recorrían la zona y me sumergí en las páginas de la lectura. Cada palabra me envolvía alejándome de las preocupaciones del mundo exterior y llevándome a lugares inimaginables.
Pasé todo el día leyendo bajo aquel árbol sin ninguna otra compañía que los animalillos que corrían por el lugar y el suave susurro del viento entre las hojas; era la única compañía que necesitaba.
O eso pensaba hasta que, como por instinto, levanté la mirada de las páginas y la vi a lo lejos. Aquella figura tan familiar se acercaba, con su cabello ondeando ligeramente con la brisa y dejando tras de sí el sol que comenzaba a ocultarse.
Bajo el resplandor dorado del atardecer, los destellos del sol danzaban sobre las hojas de los árboles mientras mi corazón latía con la intensidad de mil tambores viendo como ella se acercaba al lugar en donde me encontraba, con su bonita sonrisa iluminando el sendero.
Cuando se encontraba lo suficientemente cerca pude fijarme con mucho más detalle en ella, llevaba consigo un libro titulado Entre estas páginas y cuando me miró pude ver como sus ojos brillaban como si estuviera contemplando las estrellas.
El corazón me dio un vuelco al sentir la intensidad de su mirada posada sobre mí, ella era preciosa.
Pero ¿qué estaría haciendo allí?
Nos saludamos sin mediar palabras con un roce de manos que pareció encender una chispa en el aire, y no pude evitar pensar que se veía radiante bajo la luz dorada y sus ojos centelleando con curiosidad ¿Acaso podía ser posible que ella estuviera allí?
—Eres tú, ¿verdad? —pregunté sabiendo cuál sería su respuesta. Lo había sabido desde el momento en que vi que caminaba hacia mí.
—Creo que ya sabes la respuesta a esa pregunta, Jay Jay.
Así que era verdad, la persona a la que tanto quería estaba ahí, justo delante de mí. Mi lectora estaba junto a mí, y era mucho más bonita de lo que podría haber llegado a imaginar nunca.
Nos sentamos en la orilla de la laguna, con el agua rozándonos los piel y la luz de la luna iluminándonos. Nos perdimos en conversaciones que iban desde los mundos ficticios hasta los sueños más profundos, descubriendo en cada frase un eco del latir de nuestros corazones.
Allí sentado, con una gran luna coronando el cielo, supe que aquel momento era solo el comienzo de algo más grande, algo que trascendía las páginas de nuestro libro.
Y en ese instante, mientras el universo parecía detenerse a mi alrededor, nos prometimos explorar juntos cada capítulo de nuestras vidas, convirtiendo nuestra historia en la más hermosa de todas las novelas de amor.
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Entre estas páginas
RomanceLa locura que siento por ti crece a medida que lees estas páginas, ha llegado un momento en el que no puedo distinguir al personaje del lector, ¿será que somos uno? Portada hecha por: @0Mxxxa0