Capitulo 24

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Tanto sufrir para nada.


Cuando te duele algo bajo la superficie... Es como agua turbulenta que se enfría.

Se enfría hasta quemarte, se enfría hasta que no sientes nada. Te congela hasta que te hace sentir que nunca fue el momento adecuado.

De poco a poco... Hasta que no hay nada en absoluto.

Salí del edificio vestida completamente de negro, había una limusina que me esperaba para que me llevara al último lugar en el que quería estar.

El cementerio.

Adam me había llamado unas diez veces para que fuese. Pero mi cuerpo me pedía cama, no había dormido nada, y había llorado lo suficiente para dejarme los ojos deformes. Tato fue eso que decidí usar lentes oscuros.

Cuando el auto se detuvo no dude en bajarme.

Y note como todos estaban ahí, vestidos de negro.

Caras largas y ni una sola sonrisa.

Era raro en ellos.

Adam, Nate, Madison, Ashley, Alexandre, y Jason.

Estaban todos.

Menos él.

Trague grueso y camine hasta estar frente a ellos.

Cada momento en que los vi, se repetía una y otra vez la noche anterior.

Pero en realidad en lo único que podía pensar era... en ver esa mirada en su cara.

No quería que viniera ese pensamiento ahora, no ahora. He estado ignorando llamadas toda la noche, ida en mi pensamiento.

Ignorando la existencia de los demás.

Apenas dándome cuenta de lo mala que puedo llegar a ser, porque a veces puedo tratar a la gente que amo como si fuesen lo más preciado, como si fuesen diamantes, pero también puedo cambiar de opinión fácilmente.

No dormí nada.

Los ojos me ardían por la luz del sol, la cabeza me giraba y me sentía fuera de órbita.

Pero seguía de pie, fingiendo que nada pasaba.

Siempre fui buena mintiendo.

Sentía algo en el pecho, algo que va más allá del dolor.

Se llama culpa.

Y sí, me sentía culpable del por qué se había ido.

Era mi culpa, no fui lo suficientemente honesta, no di todo lo que el merecía.

Y me culpaba. Pero era difícil para mí creer que alguien empezaba a enamorarse de mí.

Fui tan ciega, no quise dejarlo. Y a todo lo que pudimos tener.

Pero las cosas estaban bien... ¿Por qué se marchó?

—Por fin llegas... —murmuro una voz gruesa a mi lado—. ¿Dónde está Jack?

Levante mi mirada y me encontré a Alexandre.

—No sé.

— ¿Cómo estás? —se acercó Ash —. Supe que estabas ahí cuando todo pasó.

—Yo estoy bien.

Ambos me miraron raro.

— ¿En serio? —pregunto Alexandre dudoso —. Porque te ves demacrada.

—Es un funeral, Alexandre... —bufe.

— ¿Y qué? Te pudiste haber duchado.

—Miente, estas radiante —le contradijo ella.

Entendí MintiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora