Capítulo 8

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Sentí un beso sobre la cabeza y me froté los ojos para poder abrirlos.

Cuando los abrí, ví a Natalia subiéndose a la cama.

-Me he quedado dormida y parece que se me ha pasado la hora de hacer la cena - dije intentando levantarme, pero Natalia me detuvo.

-No te preocupes por eso, cariño. Es tarde y mejor descansar - me habló con una voz tan dulce que me derritió por dentro y lo mejor de todo, me llamó «cariño».

No quería hacerme ilusiones, pero en ese momento, me daba igual.

Me arrimé hasta ella y cogí su cara entre mis manos para besarla. Ella me correspondió juntándome más a ella y me besó tiernamente. Estuvimos besándonos alrededor de diez minutos sin otras intenciones.

-Buenas noches, rubia - me dijo.

-Buenas noches, Nat - respondí y nos quedamos dormidas con mi cabeza apoyada sobre su pecho.

El finde se pasó rápido con los constantes cambios de humor de Natalia. Pasaba de mí y a ratos me estaba tratando de la manera más cariñosa del mundo.

El despertador que puse en mi móvil sonó a las cinco y media. Tenía que empezar a trabajar a las ocho y la trayectoria era de dos horas y media.

-Nat, Nat, tenemos que irnos.

-Todavía es muy temprano, cari - protestó.

Quise insistir pero no podía hacer la vista gorda a la manera en que me llamó.

Me senté a horcajadas sobre ella y empecé a darle muchos besitos por toda la cara para tratar de hacer que se despertara, pero fue imposible. Tuve que recurrir a la seducción y empecé a besarla en el cuello, la oreja y me metí bajo la sábana a por un objetivo.

Bajé poco a poco sus bragas y sin más, empecé a lamer. Estaba mojada y deliciosa. Empecé a escuchar sus gemidos y me dí cuenta de que se había despertado ya.

-Joder contigo, Reche - comentó casi sin aire una vez salí de su zona para ir a darla un beso.

-Buenos días, Lacunza - intenté darle un pico, pero ella puso su mano en mi nuca e intensificó el beso. Y luego empezó a besarme por el cuello -. Nat, Nat, tengo que ir a trabajar ya - seguía con sus besos y no paraba -. En serio, cari, la trayectoria es larga y no llegaré a tiempo.

-Tranquila, no te descontaré el salario por llegar tarde a trabajar. Siempre y cuando sea yo el motivo de tu retraso.

Dicho eso, siguió besándome y haciéndome el amor hasta que alcancé cuatro o cinco orgasmos.

A las diez y media llegamos a Madrid y yo fui directamente a mi cuarto para darme una ducha, ya que en la villa no nos dió tiempo ni a Nat ni a mí.

-¿Ha sido buenísima la escapadita romántica eh? - comentó África cuando estaba terminando de limpiar los ventanales.

¿Para qué negarlo? Fue el mejor finde de toda mi vida. Lo pasé al lado de la mujer que amo, así que no pudo ser mejor. Excepto los momentos en los que al rato Natalia me odiaba sin motivo. Pero no iba a contárselo a África, y mucho menos confirmárselo.

-Ninguna escapadita romántica, África. La señorita Lacunza me llevó a limpiar una villa que tiene a las afueras de la ciudad, y como el trabajo era bastante tuvimos que quedarnos - expliqué -. Ya te dije que entre la señorita Lacunza y yo no hay ni habrá nada - nada más que no sea sexo, culminé interiormente.

-Sí, cómo no - dijo irónica.

-Aunque... la que sí que tiene algo con ella creo que eres tú.

-¿Yo? - chilló y puso una mueca de asco. La verdad es que no lo entendí.

-El otro día viniste de su cuarto abrochándote el uniforme con una enorme sonrisa de satisfacción y un jugoso cheque de cinco mil euros.

-¿Pero de qué hablas, Alba? Mira, la señorita Lacunza me dijo que no se lo contara a nadie pero te lo voy a contar para que no sigas llamándome come coños, y menos de Natalia Lacunza - dijo y se limpió la lengua, supongo que se imaginó algo igual, pero yo reí interiormente recordando todas las veces que se lo he hecho -. El caso es que, aquel día, la señorita Lacunza me pidió que me quitara el uniforme...

-¿Qué? - me atraganté con mi propia saliva después de preguntar.

-Espera espera que no me acosté con tu chica. Lo que pasa es que, resulta que quería hacerse unas cuantas fotos con el uniforme, así que yo entré a su baño, me quité el uniforme y me envolví con una toalla. Ella me dijo que esperase en el baño para que no la viera con ello puesto, pero no sabía cómo encajar los botones, así que fui y le ayudé, e incluso le hice yo las fotos. Fue todo lo que pasó - concluyó.

-¿Estás segura? - pregunté elevando una ceja.

Y es que a estas alturas, con el casi interrogatorio que le pegué a la pobre Afri, ya era más que suficiente para poder confirmar lo que ya se intuía. Y así me lo hizo saber.

-Lo sabía. Es que eres muy obvia, Alba.

-¿Y ella por qué no se da cuenta? - pregunté con las lágrimas ya deslizándose por mis mejillas.

-Estoy segura de que se dará cuenta tarde o temprano - África me abrazó consolándome, y en ese momento me dí cuenta de que en ella no solo tenía una compañera, sino que también una amiga.

Confiaba en ella, pero la explicación que me había dado sobre lo del uniforme no terminaba de convencerme. Sé que Natalia no ve una falda.

Necesitaba comprobar con mis propios ojos que lo de las fotos era cierto. Así que fui al cuarto de Nat con el pretexto de cobrar mi cheque, que la verdad me importaba poco, pero tuve la suerte de que ella estaba metida en la ducha y ví su teléfono sobre la cama.

Puse todas las contraseñas que se me ocurrieron: los títulos de sus canciones, su nombre, su fecha de cumpleaños... no conseguía abrirlo, hasta que tuve una pista gracias a la foto que había en el fondo de bloqueo de la pantalla. Una foto de ella y la señorita Alicia.

Aquella foto me provocó muchas sensaciones.

Me sentía culpable por haberme enamorado de la novia de la persona que realmente me echó una mano cuando lo necesité.

Por un lado entendía que Natalia la echara de menos, pero ahora estaba conmigo y no era justo que siguiera teniendo esa foto en su fondo de pantalla.

Sin pensarlo más veces, escribí el nombre de Alicia y ¡voilà! desbloquee el móvil, pero justo cuando iba a entrar en la galería, apareció Natalia.

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