Capítulo 12

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Me desperté con el tono de llamada de mi teléfono. Al parecer llevaba rato sonando porque cuando quise contestar la persona ya había colgado. Miré en la pantalla y era un número desconocido.

Ya volvería a llamar, pensé.

Entonces me fijé en dónde estaba, era el dormitorio de Nat, amanecí en su cama. Me miré bajo la sábana y no llevaba ropa. No entendí ni recordaba cómo llegué ahí, lo único que recordaba era estar bailando en la discoteca con alguien, eso sí, que no era Natalia, pero estaba en la cama de Natalia, así que dí por hecho que entre nosotras había pasado algo.

Agaché la cabeza para mirar la hora en mi móvil cuando la puerta se abrió y apareció Nat con una bandeja en las manos.

-El desayuno - anunció y se sentó frente a mí dejando la bandeja entre las dos. Yo le sonreí y ella me correspondió.

-Buenos días.

-Buenos días, nena... Tienes que probar este desayuno porque te lo hice yo misma.

-Se ve delicioso todo - comenté.

Natalia Lacunza sabía sorprender y ser romántica cuando quería, pero, ¿a qué precio?

-¿Cuánto dinero estás dispuesta a pagar por todo esto? - le pregunté sin poder contenerme.

Me resultaba irrazonable que tuviera que comprar el amor pudiendo tenerlo gratuitamente. A mí no me importaba su dinero, yo sólo quería su amor. Pero eso jamás lo tendría.

Después de mi pregunta, se levantó y caminó hacia la ventana.

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Natalia

La hice el desayuno y se lo llevé a la cama, ¿es que eso no importaba? ¿Tenía que hablar de dinero precisamente ahora?

Su pregunta me dolió, pero para disimular, me levanté de la cama y caminé hacia la ventana apretando los ojos cerrados para no dejar escapar ni una sola lágrima.

No había ocasión en la que Alba Reche no hablaba de dinero. A pesar de su confesión de anoche, aunque ella no se acordara.

Solté todo el aire que tenía contenido y regresé junto a ella en la cama.

-Estoy dispuesta a pagar lo que sea - le contesté y le dí un beso forzado porque ella quería rechazarlo -. Voy a lavarme la cara y los dientes.

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Nat entró al cuarto de baño y yo inmediatamente me limpié los labios para sacar el sabor de ese beso. Estaba dispuesta a pagar lo que sea solo para seguir teniéndome como su amante.

No pude evitar que se me escaparan algunas lágrimas.

Mi móvil volvió a sonar, era el mismo número de antes y esta vez sí contesté.

-¿Alba? - escuché del otro lado.

-Sí, soy yo. ¿Quién es, por favor? - pregunté.

-Soy Álex. Nos conocimos anoche. Estuvimos bailando juntos y me diste tu número.

-Ehm... sí, sí, ¿qué tal? - no me acordaba.

-Bien, bien gracias. Me preguntaba si te apetecería quedar esta noche para ir a tomar algo - en ese momento salió Natalia del baño.

-La verdad es que...- Natalia se sentó a mi lado pegando la oreja junto a mi móvil - no puedo, pero te agradezco la invitación - después colgué.

-¿Con quién hablabas? - me preguntó Natalia.

-Es un chico que dice que le dí mi número anoche y que estuvimos bailando juntos - dije untando la mermelada en la tostada con un cuchillo.

-Ah, ese imbécil  - dijo y yo me quedé perdida -. Si te vuelve a llamar me lo pasas.

Yo no dije nada, me limité a comer mi tostada.

-¿Está leche es la del bote de la parte de arriba de la nevera? - le pregunté y ella asintió -. Contiene lactosa, soy intolerante.

-No lo sabía - sacó el vaso y fue a echar la leche en el baño.

-No sabes nada de mí - le dije cuando volvió.

-Sé todo lo que me interesa saber. Que eres completamente mía, tal y cómo me lo confirmaste anoche - dijo acariciando mi hombro con su dedo.

-No me hables de anoche que no me acuerdo de absolutamente nada - le dije sin prestarle mucha atención a sus caricias.

-Yo quiero que te acuerdes de lo que pasó anoche, sobretodo de lo que te dije.

-¿Qué me dijiste anoche? - dejé el desayuno y me volteé para mirarla a los ojos.

-No te lo voy a repetir. Te lo dije dos veces.

-Nat, de acordarme no te estaría preguntando. Quiero saber, por fi - le puse un puchero y ni aun así se ablandó.

-No te lo puedo decir. Pero puedo refrescarte la memoria si quieres...

¿Si quiero? Estar con Natalia todo el tiempo es lo que deseo.

Comenzamos a besarnos y la bandeja del desayuno acabó sobre la mesita de noche, y así, una cosa llevó a la otra y terminamos haciendo el amor.

-¿Ya te acuerdas? - me preguntó acariciando mi espalda con la mano que tenía bajo mi cabeza.

-No, aún - contesté acariciando sus labios con mis dedos -. Me encantan - dije refiriéndome a sus labios.

-Son tuyos - me respondió y yo deseé que esas palabras fuesen dichas desde el corazón.

Nos quedamos un buen rato besándonos y después nos fuimos a duchar juntas en el baño de Natalia, donde también volvimos a compartir besos y caricias.

Después de la ducha Nat me propuso ir al parque, juntas.

-Pensé que no querías que nadie supiera de esto - la dije cuando nos sentamos en un banco frente a una fuente de agua.

-Las cosas cambian, rubia.

Sentía que lo estaba diciendo en serio. Empezaba a notar que era conmigo la única con la que quería estar. Lo notaba en su forma de mirarme, de cogerme la mano por la calle, de besarme sin importarle quién estuviera mirando.

-No me importa todo lo que tenga que pagar, pero no quiero que se acabe esta felicidad que estoy sintiendo ahora.

-¿De verdad? ¿Eres feliz? ¿Conmigo? - la pregunté.

-Sí, rubia. Soy feliz contigo.

Ya con esas palabras yo me gané el cielo. Natalia se sentía feliz a mi lado, y eso era una señal de que estaba empezando a sentir por mí lo mismo que yo por ella.

-Yo también soy muy feliz contigo, Nat.

Íbamos por la calle cogidas de la mano tal cual pareja. Nos hacíamos fotos y siempre que podíamos nos besábamos. Daba igual el lugar que fuera.

Después de visitar varios lugares de Madrid, fuimos a comer a un restaurante cerca de la casa de Nat.

-Nat, no quiero que vuelvas a darme ningún cheque.

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