Serendipia

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-Esta debe ser la última vez. -Aseguró el rubio con aquella mirada penetrante y seria que solía transmitir cuando deseaba fingir que tenía el control sobre su vida.

-Oh, si, por supuesto. -Murmuró ella con cierto sarcasmo, mientras se deleitaba mirando aquellos ojos azules.

-Deja de burlarte, no es divertido. -Refunfuñó él, intentando secarse cada uno de los músculos de en su abdomen con aquella toalla blanca.
Estaba tan empapada que en vez de secar, le mojaba mucho más; pero así era él, un joven que se aferraba con todas su fuerzas a creer que todo y todos actuaban conforme al propósito con él que fueron creados. -Sabes que esto nos puede traer muchísimos problemas.

-¿Y no es eso lo que más te atrae de toda esta situación? -Cuestionó con una sonrisa que demostraba lo tunante que ella podía ser.

Relamió sus labios viendo como las gotas de la reciente ducha aún permanecían sobre la ancha espalda del muchacho; para ser un aburrido bonachón tenía los deltoides de un Adonis. Ambos brazos de la pelinegra rodearon la cintura del mayor, buscando despojarle de la toalla que le cubría.

-¡Basta! -Musitó él con desesperación.

Basta tú! -Rebatió ella.- Deja de fingir que no quieres estar conmigo, tanto como yo quiero estar contigo, ¿O acaso te hace sentir superior el rechazarme? Porque aquello no sería muy propio de alguien que se jacta de nunca hacer el mal.

-¿Qué va a saber un demonio como tú de querer estar con alguien? -Contratacó él.

Agitando sus negros cabellos, que ni aún mojados podían ser más oscuros, bufó. -Sé que hace solo unos minutos la regadera no es lo único que me ha mojado. -Aseguró con ironía- Y que para una persona que jura que no habrá próxima vez, sus jadeos en mi oído sonaban como una súplica para dejarle quedarse dentro mío.

Hecho furia le apartó las manos de su cuerpo, ¿Cómo se atrevía a hablarle así? Le abofeteaba con falsos y groseros argumentos que de falsos tenían lo mismo que la sal de dulce. Tomó su ropa con brusquedad y subió sus pantalones entre sus piernas, olvidándose de la ropa interior, salir de ahí era su único objetivo; escuchar a esa irrespetuosa chica era un martirio, porque no hacía más que deslucir su reputación con ese montón de basura que salía de su boca y no era más que un balde de fría y molesta verdad.

Arrojó su camiseta al suelo y se giró hacía ella, caminó a paso acelerado y agresivo. Su mano le tomó el cuello obligándola a verle a los ojos. -Te odio, Destiny. -Aseguró antes de tomar sus labios entre los suyos.

Ella le jaló del cuello obligándole a levantarla, rodeó el torso ajeno con sus piernas y le besó, sonriendo internamente porque sabía que él volvería, siempre lo hacía.

-Y yo odio que mis hijos tendrán esos horribles ojos azules tuyos, David. -Mintió sobre sus labios.

-Yo quiero una pequeña versión tuya con esos hermosos ojos cafés que tienes. -Aseguró con la única muestra de sinceridad que el ángel tuvo durante la noche.

ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora