Scarlett

Valor

Aveces las personas juzgan el peso de una relación, del tipo que sea, basándose en la cantidad de tiempo que esta lleva. Y por alguna desconsiderada razón dictan que no puedes sufrir por alguien a quién llevas poco tiempo de conocer. Y no importa que tan fuerte crees tú que era su conexión, ellos deciden que no era lo suficientemente importante como afectarte. Y luego terminas como yo, frente a la ventana viendo al cielo y forzandote a creer que no es importante aún cuando sientes la necesidad de revisar tu teléfono cada tres minutos con la esperanza de recibir un mensaje suyo, pero eso no ocurre y te sientes tonta porque las personas dicen que no él no debería tener ningún poder sobre tí porque "no se conocían tanto".
Y ahora no sólo cargas con el secreto dolor por perder a alguien, ahora también sientes el peso de no poder extrañarle. Y reprimes tus emociones, sonríes a todos y finges que nunca haz estado mejor.

-Te ves terrible. -Dictaminó Nathanael sentándose en la banca alado mío. - nunca habías estado peor.

Giré mi rostro al rubio a quien veía por primera vez sin sus otros dos secuaces. Me sonría de oreja a oreja con la gracia que sólo Ken podía tener.

-¿Qué vas a saber tú? -Le cuestioné- fuera de temas académicos sólo hemos cruzado palabra una vez, no sabes como me veo en mis momentos buenos y malos.

-Eso es cierto. -Llevó su mano al pecho fingiendo que había roto su corazón.- Pero... -puntualizó señalándome acusadoramente con su dedo.- Eres la única chica aquí, es imposible no notarte; te observo, como muchos aquí, de hecho.

-¿Qué podrían ver? -bufé.- llevar falda no me hace diferente a ustedes y no es como si luciera como alguna de las chicas del colegio de monjas, a ellas si que la ven.

-¿Porqué quisieras ser como ellas? -me cuestionó él a mí.- Son muy lindas, pero aquellos que las observan sólo lo hacen esperando algún favor de parte de ellas. No las juzgo, cada quién vive su sexualidad como quiere, pero el vivir con monjas 24/7 hace de ella chicas de una vez. Las usas y luego no te hablan más.

-¿Experiencia propia?

Nathanael rodó los ojos, incrédulo de lo que había dicho.

-No todas son así, ¿Lo sabías? -Agregué recordando a la molestamente perfecta y encantadora, Mía.

-Como sea. -movió su mano restándole importancia.- Sé que no estás en tu mejor momento, porque sé que sonríes al entrar a clases como si no te cansaras de ir a un colegio; aún no entiendo eso, hemos ido miles de veces a clases en nuestra vida y tú miras el salón con fascinación, como Si fuera algo nuevo para tí.

Se detuvo por un momento, supongo que intentando recordar más de mí o quizás sólo visualizaba en su cabeza como me veía al hacerlo. Por mi parte disimulé el pánico en mis ojos, la verdad es que este era mi primer año en un colegio, claro que todo me parecía nuevo y emocionante, pero él no sabía eso.

-¿Sabes que más he notado? -Cuestionó a lo que yo negué con la cabeza.- Eres la chica de los apuntes rosas, aún cuando los profesores te siguen sugiriendo usar bolígrafos azules o negros, tú llenas tus páginas de brillos y rosa... Es bastante empalagoso, pero eres tú misma y te ves feliz al hacerlo, no como esta versión tuya que lleva una semana con un bolígrafo negro con la tapa toda mordida.

Miré a Nathanael con mucha curiosidad, ¿Porqué se había tomado el tiempo de ver detalles tan tontos como ese? Estuve apunto de abrir mi boca, pero me interrumpió.

-Amas las flores, como cualquier chica, pero no las arrancas. He visto como cuidas de las del jardín trasera del colegio, en especial de las más dañadas y no sé como le haces, pero vuelven a tener fuerza y crecen más que las sanas. - Nathanael hablaba bastante rápido como si intentara sacarse algo del pecho.- No te conozco de nada, no somos más que extraños, pero incluso un extraño sabe que en tus mejores momentos le sonríes a Coratella, no sé que le vez a nuestro pretencioso capitán del equipo de fútbol; pero esta chica que tengo enfrente ni si quiera puede verle a los ojos durante los debates del profesor de sociología.