Un placer conocerte.

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-Tú, rubia, eres de temer -Me murmuró el brujo entre varias risas.

El sol que brillaba con toda su intensidad en el campo de fútbol, provocaba que los mechones castaño oscuro de Joseph brillaran más. No voy a contarles aquellos detalles aburridos de como me convertí en una estudiante oficial de aquel colegio de varones, lo que si puedo asegurar es que nunca me había sentido tan bien. Ya llevaba dos semanas estudiando y Joseph una de practicar danza en el estudio de la señorita Anne; comenzábamos a hacernos bastante unidos, eramos él y yo contra el mundo; después de todo, era mi primer amigo real.
Papá había estado en casa de manera intermitente, pero lo veía al menos cuatro veces a la semana y eso era más de lo que le había visto en años.
Mi rutina era algo fija, rara vez variaba; clases, danza y en ocasiones una cena con papa, me gusta aquel rumbo que comenzaba a tomar todo.

-¿Viste el mensaje de la señorita Ann? -Cuestioné.- Hoy no hay ensayo, día de fumigación ¿Piensas lo mismo que yo?

-¿Helado y películas en tu casa?

-¿Ves como además de mago si eres adivino? -Bromeé.

Joseph visitaba bastante mi casa, me acompañaba después de los ensayos y solía quedarse cuando tuviésemos algo de tiempo libre (cosa que casi nunca teníamos, pero siempre nos la arreglábamos para conseguir)

-¡Oh por Merlín, rubia! -Chilló con aquel apodo que solía tener para mí, cualquiera podría pensar que era despectivo, pero no, había algo en el tono de su voz, cierto aprecio.- Ya calla, mejor vámonos.

Se puso en pie y como un reflejo empezó a sacudirse los restos de grama que tenía en el uniforme a la vez que recogía su abrigo; era una de esas chaquetas escolares, si la tenías era porque pertenecías a algún equipo deportivo y Joseph, como todo un chico salido de película adolescente pertenecía a uno ¡Y no sólo eso! No era un miembro más, era el capitán del equipo de soccer. Me extendió la mano para ayudarme a levantar, pude ver sus ojos verdes mientras me apoyaba en él; eran curioso podían cambiar el tono según el clima, mientras le observaba su teléfono vibró y al instante soltó mi mano.

La sonrisa que Joseph esbozó era tan diferente, nunca le había visto tan feliz, me miró con emoción y para nada pude predecir las palabras que salieron de su boca.

-Cambio de planes, rubia.

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Durante mis días en el instituto recuerdo escuchar en los pasillos comentarios como "Esta mañana ha ocurrido, dos se han colado en colegio", "Dicen que vieron a un chico del equipo de natación con una de ellas en los vestidores" o "Esas chicas de la escuela de monjas son todas unas locas". Me tomó poco tiempo asociar todos esos comentarios y sacar mi propia teoría. Al parecer había un colegio dirigido por monjas muy cerca del nuestro, un internado para ser exactos y aquellas chicas no tenían buena reputación en nuestros pasillos pues solían entrar al colegio cuando querían pasar un buen rato con alguno de los chicos, no sé si entienden a lo que me refiero... "buen rato".
Lo que aún no entendía es porque Joseph había cambiado nuestros planes por ir a ese colegio.

-Puedes decirme, ¿porque nos dirigimos al colegio de monjas? -Cuestioné un poco cansada.

-Ya te lo he dicho, quiero que conozcas a alguien.

-Joseph, sabes que no soy buena con la curiosidad.

-Vamos, ya estamos llegando -Mencionó mientras daba sus enormes bancadas, yo era por varios centímetros más pequeña, por lo que aquel ritmo me ahogataba.

Me detuve en seco con los brazos cruzados, solté un largo y estruendoso suspiro para que supiera que no pensaba dar un paso más.

-¿Enserio, Scar? -Musitó sin recibir respuesta mía.- Vale... la duquesa imperial, su majestad real ha regresado de Rusia.

ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora