Linaje

61 12 16
                                    

Hace unos días recibí un mensaje de un número desconocido, no tenía ni idea de su procedencia, pero posiblemente mi padre si. La misma noche después de haber recibido tal mensaje lo llamé, esperando que él pudiera decirme que hacer y lo único que recibí como respuesta fue que “cerrara todo bien hasta que él llegara”.
Para mi suerte la mañana siguiente mi padre amaneció a mi lado en la cama, se veía realmente cansado y algo abatido, pero no iba a perderme el placer de lanzarme sobre él y despertarlo con mis habituales cosquillas. Él era todo para mí, mi mejor amigo, mi confidente y mi protector... con sinceridad, yo amo a mi padre, es la única persona que desde que nací a estado para mi, hasta dicen que mi primera palabra fue "Papi" y luego de eso la frase que prosiguió fue "Quiero una habitación de princesa, por favor" ¿les parece raro? con tan sólo tres meses (si, yo ya hablaba a los tres meses) Ya sabía perfectamente lo que quería, como pedirlo y a quién pedirlo. Si les contara todo lo que hacía en mi infancia se irían de espaldas.

Mi padre se sobré salto al sentir todo mi pesó aventándose sobre él, pero al instante no dudó ni un segundo en rodearme con sus brazos y apachurrarme contra él.

-¡Mi pequeña! -sonó como una afirmación demostrando su perteneciencia hacia él.

-¡Mi papito! -Aseguré con demasiado empalago y ternura- te he extrañado tanto.

El reencuentro de pronto se vió pausado por una mueca de preocupación proveniente de su rostro.

-¿Tu celular, princesa? -cuestionó mi padre en un tono neutro.

Lo saqué de mi bolsillo trasero para mostrárselo -Aquí esta ¿porque?

Sin aviso alguno lo tomó de entre mis manos y se puso de pie.

-Te lo regresaré cuando sepamos a que se debe todo eso de tu madre y el mensaje. Vuelvo en un rato -anunció antes de poner marcha fuera de mi habitación.

-Espera ¡No! -chillé levantandome de mi cama para en grandes zancadas ponerme a su lado.

-Voy al sótano, no me sigas cariño, sabes que son cosa de adultos.

Nuestro sótano no era el típico lugar donde las familias solían guardar sus objetos viejos, como las luces de Navidad y los adornos de otoño, él de nosotros era un poco... Diferente.
Mi padre seguía caminando a través del pasillo para bajar las escaleras esperando que yo no lo siguiera, pero para su mala suerte yo no tenía muchas ganas de regresarme, ya era parte de esto, el mensaje me llegó a mí.
Siguió caminando sin percatarse de que yo lo seguía, normalmente era muy obediente, pero esto se trataba de mi madre y yo necesitaba muchas respuestas en torno a ella.
Estando en el primer piso rodeó las escaleras y a un costado de ellas, prácticamente abajo se encontraba una puerta con un aproximado de cinco candados mi padre sacó de su bolsillo un conjunto de llaves con al menos unas diez dentro del llavero. Tenía curiosidad en el porque de tanta seguridad ¿Qué tanto podía haber ahí como para resguardarlo con tantas llaves?
De repente sentí su mirada clavada en mí, intuí que estaba esperando que me fuera.

-Papá...

Estaba preparada para darle la oratoria de mi vida donde planteaba las razones por las que yo debía entrar, hasta que su voz me desconcertó.

-Dame tu mano, Scarlett.

No entendía porque me la pedía pero sólo obedecí y se la tendí. Me tomó como cuando era pequeña, su mano recubrió la mía y por un momento me sentí totalmente segura.
Ambos entramos por la puerta y una vez desde adentro la puerta se cerró sola, al instante noté que no habían cerraduras adentro ¿como se supone que saldremos? Bueno, supongo que papá a hecho esto antes.
Mi padre puso mi mano sobre la pared y al instante la forma de mi mano quedo marcada con luces, era como un sensor pero no se veía, posiblemente estaba camuflajeado para agregarle toda esta seguridad, que a mi parecer era inecesaria, nadie roba en un sótano, normalmente la tecnología y cosas de valor están en las habitaciones individuales.

ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora