Capitulo 12

1K 78 26
                                    

Advertencia ( Este capítulo contiene contenido explícito)

Joaquín

Escuché la puerta cerrarse y mi corazón comenzó a latir como un loco.
Después de hablar con mi mejor amiga, ambos ideamos un plan.
Ya que Emilio no quería demostrar sus sentimientos hacia mi, entonces iba a darle un pequeño empujón.
Sabía que me deseaba, estaba  seguro por la forma en la que me miraba, por como su cuerpo reaccionaba al mío y como se animaba cuando estaba cerca.
Así que hice lo que se consideraría una llamada de atención.

Busqué la camisa más sexy que Azul había empacado para para mí. La elegida fue una color lila, la tela era traslúcida, por lo que mis pezones se podían ver a través de ella , busqué unos bóxers los más cortos que tenía, muy reveladores para que se vea bien mi trasero.

Mi cabello estaba alborotado y suelto, me sentía como un puto.
Le dije eso a Azul, incluso le mandé una foto, ella me aseguró que me veía tan caliente, que si no tuviera un esposo al que amaba y si a mí me gustaran las mujeres, definitivamente estuviera interesada en follar conmigo.

Me reí, pero luego recordé que Emilio estaba afuera, devorando la cena que siempre le dejaba. Tenía que ser rápido y salir antes de que se metiera a su habitación, porque una vez allí, nada podía hacerlo salir.

Con el corazón en la mano, y recordándome a mí mismo que no estaba actuando como un puto, sino que simplemente quería disfrutar, salí de la habitación. Emilio estaba en la isla de la cocina, sentado frente a la mesa, comiendo un pedazo de pollo.
Apenas salí y me vio, la comida fue dejada a mitad de camino en su boca, mientras sus ojos casi me escaneaban.

Sus preciosos ojos cafés me miraban, de abajo - arriba.
Comenzando con mis pies descalzos, subiendo por mis piernas descubiertas, llegando a mi cintura y subiendo hasta mi pecho. Cuando llegó allí sus ojos se oscurecieron un poco llegando casi a un marrón intenso. Sabía que había notado mis pezones erectos, porque ya estaba un poco excitado, y por fin, terminaron en mis ojos, aquellos lo observaban, tratando de demostrar una falsa confianza.

—Buenas noches – saludé, mi voz era dulce y inocente.

Supe que la comida quedó a segundo plano, así que sonriendo me acerqué a él. Pasé a su lado y me fui hacia el refrigerador.
Estaba tenso, su espalda erguida, como un gato cuando sentía el peligro venir. Saqué la jarra con el té helado recién hecho y fui hacia a la isla de la cocina donde estaban los vasos. Tomé uno, ya estaba muy cerca de su cuerpo, así que podía sentir su respiración.
Siguió comiendo, aunque masticaba con lentitud, y no parecía tan hambriento como antes.

— ¿Quieres un poco de té? – pregunté, pero ya estaba sirviéndole, como si fuéramos una simple pareja compartiendo un dulce momento.
Emilio inhaló, no sabía si para tomar aire o estaba disfrutando de mi perfume.

—¿Qué demonios crees qué haces? – preguntó, en un tono crudo y seco.

Si no hubiese estado preparado para su frialdad, me habría hecho pis allí mismo.
Sin embargo, lo miré, dejándole saber que ya no iba a dejar que me intimidara.
Podía decir lo que quisiera, pero veía el deseo allí en sus ojos, y estaba acabando con él.

— Sirviéndote, té – respondí, jugando a lo tonto. – ¿No te gusta?

—¿No puedes ponerte algo más de ropa? – preguntó, ignorado mi pregunta a propósito.

Frio como el Hielo  (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora