Capítulo 38

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Joaquín

Seis meses después. . .

—¡Feliz ocho meses y medio! - exclamó Azul, cuando le abrí la puerta de la casa. No podía quejarme de que apareciera a las siete de la mañana, no cuando venía con un pastel rosa y un globo enorme en forma de 8. Le sonreí y me moví para abrazarla, aunque me costó un poco llegar hasta ella. Últimamente, incluso caminar era un sacrilegio. Mis piernas estaban hinchadas, mis pies dolían y cada movimiento era una tortura. El médico me había dicho que me mantuviera en reposo, así que todo lo que hacía era dormir y comer, en ese orden.

Muchas cosas habían pasado en este tiempo, comenzando con que ya sabíamos el sexo de nuestro bebé, en realidad, de nuestra pequeña niña. Lo descubrimos hacia solo un par de meses, cuando al fin se dejó ver. Emilio no podía estar más feliz con la noticia, parecía un poco aliviado de que fuera una niña en vez de niño, pero entendía sus razones. Lo que aún no le había dicho, es cómo pensaba llamarla, esa era una sorpresa solo para el día del nacimiento

En dos semanas iba nacer nuestra niña y yo ya estaba impaciente y nervioso. Emilio venía todos los meses para la consulta del doctor, hablábamos todas las semanas para saber cómo nos encontrábamos. No se había desligado de nosotros y eso me hacía feliz, sin embargo, eso no quería decir que estuviéramos juntos como pareja. Nos distanciamos, ya no éramos una pareja y me costo mucho aceptarlo. Pero después del dolor, de la rabia, de la frustración y todo lo demás que conllevaba una separación, me di cuenta de que el doctor Martínez tenía razón, para que Emilio mejorara era importante la separación.

Él tenía que recuperarse solo, salir de ese mundo oscuro donde su pasado lo había metido sin depender de mí. Y sí, era difícil como la mierda, pero las cosas que valían la pena lo eran. Estaba contento de que hubiese decidido cambiar su vida, de que estuviera recibiendo ayuda. Quería que fuera un hombre feliz, quería que mi pequeña niña tuviera a su padre para siempre. Aunque eso significará que no estuviera conmigo como mi pareja.

Cuando Emilio venía desde Atlanta, aún sentía mi corazón latir desbocado al verlo y sabía que él sentía lo mismo, pero nunca hablamos sobre nosotros, nunca nos tocamos o nos dijimos nada. Nos manteníamos en una distancia prudencial, hablábamos sobre el bebé, él me contaba sobre su progreso, yo me quejaba de los males del embarazo, incluso un par de veces habíamos bromeado. Me gustaba verlo más relajado, como si poco a poco un peso fuera liberado de su espalda.

Sin embargo, no todo era color de rosa. Los padres de Daniel seguían buscando a los culpables de su asesinato, habían venido a mi casa para verme antes que la misma policía. Sospechaban de mí, eso era obvio, pero no tenían pruebas, mi coartada era sólida y por más que buscaran, no encontrarían nada. Al menos no contra mí, pero yo todavía sentía miedo por Emilio, temía que un día me llamaran para decirme que lo habían apresado por la muerte de mi ex. No había muchas posibilidades, pronto la policía de Atlanta dejaría la investigación al no encontrar pruebas, ya que la influencia de los padres de Daniel se limitaba solo a esta ciudad, no había mucho que ellos pudieran hacer. Intentaron con la prensa, pero su hijo nunca fue un buen hombre, así que nadie se conmovió con su muerte.

Mario también era otro que había pagado por las cosas que hizo, hace unas meses me enteré de que Emilio lo salvó de una muerte segura. Quise llorar al darme cuenta de lo que aquello tuvo que significar para él, salvar al mismo hombre que mató a David de seguro fue la cosa más difícil que hizo. Cuando le comenté esto, su única respuesta fue: " Lo más difícil que he hecho es dejarte ir" Eso fue suficiente para que no hablara más sobre el tema.

Mario no salió ileso, el accidente estropeó su médula espinal, dejándolo cuadrupléjico. No podía mover nada a excepción de la cabeza, lo que debía ser un infierno para cualquiera, mucho más para un luchador como Mario. Tenía que admitir que no me sentía mal por él, después de lo que le hizo a David, se lo tenía bien merecido, cada uno debía pagar por sus actos.

Frio como el Hielo  (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora