Frio como el Hielo (Emiliaco)

Capitulo 18

Joaquín

El viaje de vuelta a casa fue lento, tortuoso y difícil. Incluso más que cuando vine, porque al menos entonces tenía la esperanza de una nueva vida, de poder comenzar de cero.
Esta vez al contrario, volvía a mi antigua vida, a mi casa.
Sin embargo, no se sentía tan bien como había pensado, por más que estuviera feliz con mi hermano aquí, y saber que iba a ver a mi mejor amiga y a su familia, seguía con un nudo en la garganta.

Cuando me bajé del bus, me recordé a mi mismo la última vez que estuve aquí, herido, con el corazón roto, asustado y lleno de dudas.
Era increíble todo lo que podía pasar en un mes, todo lo que tu vida podía cambiar en un abrir y cerrar de ojos.

Tomamos un taxi hasta la casa, sentí un poco de dolor al ver el lugar que compartí con Daniel la última vez que estuve aquí, recibí la peor paliza de mi vida. Renato le dio un apretón a mi mano, cuando lo miré, me estaba observando, con una pequeña sonrisa amable en los labios.
Él sabía que era difícil para mí volver, pero tenía que hacerlo, después de todo era mi hogar.

Cuando entramos a la casa, me quedé con la boca abierta.
Todo estaba destrozado, los muebles que me encantaban habían sido cortadas y el relleno se esparcía por toda la sala de estar, como si un perro los hubiese mordido.
Mis cuadros, donde estaban las fotos con mis padres y hermano, también estaban rotos y tirados en el suelo.
Las demás, era simplemente un caos, no quedaba nada en buen estado, era como si un tornado hubiese pasado solo por aquí y destrozó todo a su paso.

Mi casa, ya no era mi hogar, me di cuenta.
Daniel se encargó de robarme incluso eso. Por qué me odiaba tanto, no tenía ni idea.
—Hijo de puta – gruñó Renato, al ver nuestro patrimonio hecho trizas
Suspiré, quería llorar pero no dejé que ninguna lágrima se derramara.
Daniel no sería el causante de mi sufrimiento nunca más.

—No importa, compraremos nuevos muebles, limpiaremos y lo dejaremos como nuevo – dije, dándole una sonrisa, tratando de evitar que se enojara aún más, no vaya a ser que fuera a casa de Daniel hacerlo pagar.
— No importa lo que haga, no va a romperme.

Mi hermano asintió, entendiéndome. Fui hacia mi habitación, los recuerdos me inundaron, pero no eran agradables.
Mucho dolor, muchos gritos, insultos, tantas noches de quedarme dormido llorando, rogándole a Dios que Daniel me matara de una buena vez.
En ese entonces era un hombre atrapado, manipulado y hecho polvo, por otro hombre que juraba amarme.
Sin embargo, me había jurado a mí mismo no ser así nunca más.

En el baño, encontré las pastillas para el dolor y demás medicamentos que comúnmente utilizaba.
Aquello me hizo llorar, pero no por él, si no por mi.
Había aguantado tanto, no era justo que un joven con tantos sueños hubiese pasado por todo lo que yo pasé. Quería darle un abrazo al Joaquín del pasado, decirle que todo iba a estar bien, que iba a salir de ese infierno con vida, que conocería un hombre que lo haría sentir vivo de nuevo.
Me limpié la cara y dejé mi maleta en el suelo en la habitación, era hora de que comenzara mi nueva vida, sin Daniel y sin Emilio.

🌟🌟🌟🌟🌟

Por horas, Renato y yo nos encargamos de limpiar nuestra casa.
Tuvimos que deshacernos de los muebles, de los cuadros, los adornos y la ropa que había quedado, porque esa también la rompió.
Lo único que dejó intactas fueron las camas, lo que me alivió infinitamente. No quería dormir en el suelo, ni tampoco que Renato gastara una fortuna comprando muebles por culpa de mi ex.
Tenía sus ahorros, sabía que ganaba bien, pero no era justo que los gastara por mi culpa.

Para cuando terminamos, estábamos sudados, exhaustos y la casa había quedado casi vacía. Sin embargo, intenté ser lo más positivo posible, bromeaba con Renato, lo hacía reír y fingía que no me dolía profundamente haber dejado que un desgraciando arruinara las cosas por las que mis padres habían trabajado tanto. Pero eran solo cosas materiales, podía recuperarlas con trabajo duro, poco a poco.
Unos golpes en la puerta nos sorprendieron, justo cuando mi hermano terminaba de recoger la última bolsa negra que iría a la basura.