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Todo era perfecto hasta que algo invisible nos distanció.
Amaba su sonrisa torcida y la forma en que me enloqueció.

Al principio nos repudiabamos, incluso llegué a renunciar al trabajo para no tener que cruzarnos.

Sin embargo el siempre ahí estaba.
Doblaba la esquina y lo encontraba.
Iba de compras y lo cruzaba.

Intentaba no perder los estribos,
Pero el se empeñaba en ser reconocido.

Ambos éramos abogados
Ambos competíamos por ser el mejor.
En el fondo no había comparación.

El trabajaba para salir de la miseria.
Yo para que mi inteligencia sea tenida en cuenta.

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La primera vez que nos enfrentamos, fue en el recinto del juez Sanders.
Mi defendida contra el suyo.
Cuando noté la sensualidad de cuerpo y su vehemencia me estremecí.

Él planteaba una división de bienes equitativa. Por mi parte yo quería todo lo que pudiera sacarle a su defendido.

De un momento a otro mi cliente se levantó y me interrumpió.
—No quiero seguir con ésto —sentenció.

Creí haber oído mal y la ignoré, jaló de mi brazo e insistió.—no me siento bien.—y se desmayó.

—¡Milk!— Su todavía esposo corrió hacia ella, la cargó en  brazos y salió del lugar.
Ante la mirada atónita del juez, mía y de Vegeta.

—En vista de este imprevisto haremos un receso. Cuando sus clientes se encuentren en condiciones continuaremos.

La situación me desconcertó, pero no iba a permitir que lo notaran. Me despedí del juez, tomé mis cosas y corrí hacia mi auto. Aún tenía las pertenencias de Milk, y mientras me debatía como encontrarla, Vegeta apareció en el estacionamiento, dispuesto a marcharse en su vehículo. Decidí preguntarle a ese ser altanero y desquiciante, si sabía dónde se había ido su cliente con Milk.

—No tengo la menor idea.—respondió antes de subir a su auto—Kakaroto jamás me dice nada, además dejo tirado su teléfono y sus cosas para ir detrás de su esposa.

—¡Ella ya no es su esposa!—Le respondí.

—Aunque a ti te moleste, para la ley aún lo es. Y según vimos hoy, es probable que después del desmayo de ella se vuelvan más unidos que antes.

—Te equivocas, ella pidió el divorcio, no se dejará embaucar por alguien tan inmaduro como tu cliente. Solo debo encontrarla y si cambió de parecer, la haré entrar en razón. Es una mujer joven, no merece rogar la atención de un cabeza hueca. Puede tener al hombre que ella desee.

Se metió a su vehículo y exclamó. —Entonces es cierto, tú la incitaste a pedir el divorcio. Esto es un hallazgo interesante—Sonrió de lado mientras se acariciaba la barbilla.

—¿De que hablas? Ella lo decidió. Yo jamás obligaría a nadie a hacer nada.

—Dime algo: ¿Milk estuvo de acuerdo en que pidieras el 70% de las propiedades de Kakaroto?

—Eso es confidencial. No te incumbe.

—Esta bien, no es necesario que respondas. ¿Ella aceptó que la representes o tu decidiste por ella?

Cada pregunta que hacía me dejaba sin palabras. Es verdad que yo la presioné para que pida el divorcio, y me embarqué en la idea de quitarle todo a su esposo, a pesar de las negativas de Milk. Pero él era un niño adulto, irresponsable y egoísta, que merecía quedar en la ruina si no era capaz de darle uno solo de los caprichos a mi mejor amiga.

Cien Días Con Él                                        VegebulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora