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Vegeta dormía tranquilo en su habitación. Eran las 3 AM y Bulma tenía insomnio, por lo que con sigilo fue hasta la habitación de Vegeta y se quedó observándolo desde la puerta en la penumbra del pasillo. Esa acción la cometía cada noche. Velaba su sueño en las madrugadas hasta las 5 AM ya que esa era la hora en la que él despertaba todos los días. Cuando la alarma sonaba, ella corría hasta su habitación y se encerraba ahí hasta el mediodía.

Vegeta lo sabía. Era conciente de que alguien lo espiaba. Al principio creyó que era la enfermera que lo cuidaba por la noche, pero cuando pudo ir al baño solo, decidió darle las noches libres y pedirle que solo venga unas horas en la mañana hasta el mediodía. Si solo estaban en la casa, Vegeta y Bulma, era obvio que ella era la persona que lo espiaba en las noches.

Un día decidió molestarla para que lo dejara en paz. Formó un bulto con algo de ropa en su cama y lo tapó con una frazada, fingiendo que estaba durmiendo. Pasó lo mismo de todas las noches, se hicieron las 3 AM, Bulma llegó sigilosa hasta las puertas de la habitación y se quedó observando desde el afuera. Vegeta dejó la puerta del cuarto entreabierta y la luz del baño prendida. Ella tomó coraje y entró a la habitación para observar más de cerca. En ese instante Vegeta salió recién duchado con una toalla cubriendo sus partes bajas, y con la otra secando su cabello. Bulma enmudeció y salió corriendo de la habitación, mientra él  reía sin parar. Terminó de secarse con ambas toallas y se puso ropa deportiva.
—sabía que era una excelente idea bañarme a estas horas.

En su habitación Bulma no podía mas del coraje, pero también sentía vergüenza. ¿Con que cara vería a su inquilino al otro día? Era muy humillante lo que había pasado.
Vegeta durmió algunas horas y a las 8 AM ya estaba despierto listo para el desayuno.

—Espero que después de lo que pasó anoche, no vuelva a asomar su cara por aquí hasta que yo me haya ido.

Bulma entendió que eso había sido una provocación. Ahora era él quien la tenía entre sus manos a ella. Se sentía vulnerable y su enojo era tal que se encerró durante todo el día en la habitación. La noche llegó y el hambre era insoportable. Se escabulló hasta la cocina rogando no encontrar a Vegeta en el camino. Por suerte la habitación de invitados donde él estaba, se encontraba en la otra parte de la casa. Jamás se cruzaría de nuevo con él.
Cenó sola y decidió beber un poco de vino. La vergüenza regresó y decidió abrir una segunda botella de vino y servir en su copa.

Cuando iba a servirse de la segunda botella alguien se la arrebató.
—¿Que crees que haces? Prometiste que no volverías a beber.—reclamó Vegeta.

—Dejame en paz. Esta es mi casa y haré lo que yo quiera. ¿Oíste?

—¿Estás ebria otra vez?

—Eso no te incumbe. Además estoy bebiendo por tu culpa.

—¿Cómo que por mi culpa? No te hice nada para que estés así.

—¿Ah no? Me humillaste saliendo en paños menores del baño. Yo no soy una pervertida.

—Entonces ¿Porque me espiabas mientras dormía?

—Quería asegurarme de que estabas bien. Estos días te has exigido demasiado y podrías morir sin que yo lo sepa. Por eso cuando corriste a la enfermera empecé a cuidarte yo.

—¿Como es que sabes que me estuve ejercitando? ¿Me espiaste pervertida?

—¿Olvidas que en mi casa hay cámaras? Idiota. Te vi mientras tratabas de caminar. Te vi mientras te esforzaba para huir de aquí lo antes posible. Eres como todos los hombres, vienes me ilusionas y te vas.

—Yo... yo no te ilusioné. Siempre te dije que no te convenía estar conmigo. Por eso no quería quedarme aquí. Nunca quise lastimarte. Lo siento.

—Descuida, el problema soy yo. Nunca hago nada bien. Los hombres me usan y cuando ya no les sirvo se van. Me lo merezco, fui mala contigo.

Cien Días Con Él                                        VegebulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora