19 - Something about us

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Un dolor me despertó.

En la cabeza. La "chola", como decimos.

Era un golpe fuerte, metálico que impactó con fuerza mi cabeza de tal manera en que dejaría un moretón. Solté un grito muy fuerte y me levanté con ganas de guerra.

Maldita británica. Sabía que era ella desde el fondo de mi ser. Thomas, con un ojo morado, asomó por la puerta de mi habitación para verificar que estuviese bien. Sí, lo estaba, pero había que golpear a alguien para desquitar mi furia. Recogí el despertador roto que momentos antes se había estrellado contra mi cabeza para lanzarlo de vuelta.

El que quiere paz, que se prepare para la guerra.

Busque con la mirada a Lucille por toda la casa con poco cuidado. Estaba listo, con un plan perfecto: Apenas la viera, lanzaría los restos del despertador a su bella cara británica que creía saber más que los demás. En algún momento recibí una elegante bota en mi nariz.

- Eres un idiota. -Grito, saliendo de su escondite en la cocineta que el departamento tenía.- Un grandísimo hijo de perra. Sigues viendo a esa tipa, aunque te dije que no lo hicieras. Tal vez debería de golpearla a ella, para ver si ella aprende, visto que tú no.

- Yo le he estado cuidando -Soltó Thomas, poniéndose un hielo en el ojo para bajar la inflamación.- No ha visto a la junkie en un tiempo.

Seguro que no. Después de lo que pasó en el Drain, ella no volvió a mandar un mensaje. Ni una señal de ella. Thomas la había amenazado, y yo sabía eso, pero me extrañaba no saber de ella. Ni siquiera para la mercancía.

No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado. Mis pastillas se estaban terminando. ¿Qué extrañaba realmente, a la chica o a la droga? Tal vez mi cuerpo no era adicto a los opioticos, sino al tacto de su piel desnuda, a sus caricias, a sus labios pegados sobre mi piel y el olor que desprendía, a la fricción entre ambos que se expresaba en un ronquido raro.

Aunque ella no era adicta a mí, era adicta a pensar que yo era Steven. Que se joda Steven, solo yo podía disfrutar de esa droga, de esa ambrosía que era poseer su cuerpo.

Pero la morfina no estaba mal tampoco.

- Y una mierda que lo has cuidado. -Gritó, sulfúrica.- ¿No te has preguntado porque aún no sufre de un episodio de abstinencia? Está más intacto que nosotros dos.

- ¿Cuándo debió pasar eso? -Preguntó Thomas, dándose cuenta de su falta de atención mientras salía del departamento, vestido para ir a trabajar.

- Desde hace días. -Grito Lucille para que fuese escuchada desde afuera.- Vaya que le has prestado atención. Creo que soy la única que ve un problema con Pablo. Pero ya no sé si es por las drogas, por la chica o por la otra chica, la méxicana rara que abandonó su patético trasero cuando tuvo oportu...

Apenas se acercó a mí, en lo que pensé que sería una cachetada, la embestí con fuerza. Como si fuera un juego de fútbol. Su espalda golpeó el suelo mientras me acomodaba para estar montado sobre ella, en un forcejeo raro que podría ser confundido con algo sexual desde cualquier otro ángulo. Pero desde su ángulo solo podía verme intentando darle una cachetada a su bella cara.

Una bella cara que estaba falta de maquillaje, y que se veía preciosa en la iluminación de la mañana, radiante como si no necesitase de ningún retoque para resaltar su piel pálida y lo carnoso de sus labios. Pensé en cuánta lástima sería lastimar esa escultura tallada por los ángeles. Pensé mucho con mi mano en alto hasta que recibí su puñetazo primero.

Caí al piso, intenté recuperar mi posición, pero perdí el equilibrio por la falta del bastón.

Lucille se inclinó hacía mí, y me abrazó con fuerza mientras me ayudaba a pararme

El lineamiento de las emocionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora