✨21✨

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and I know that you are scared because hearts gets broken —Golden, Harry Styles

21: Cetus, Diphda, 96 años luz. 

Tessa compuso una mueca cuando apreté el algodón contra el corte de su ceja, pero no protestó. De hecho, no había dicho una palabra desde que me la topé en la puerta, se había limitado a dejarse hacer. La conduje al baño de abajo, con el fin de desinfectarle las heridas y eliminar los rastros de sangre de su rostro, que tanto habían horrorizado al pobre y puro Robin.

Ni siquiera reaccionó a mi cuestionable aspecto: empapada y con una camiseta prácticamente transparente. Respiraba despacio, evitando mirarme a los ojos, en una actitud huidiza y destrozada que me oprimía el pecho con una sensación de preocupación agobiante y engorrosa.

Después de mi tarea de desinfección, estudié la magnitud de las heridas de su rostro. Un feo moratón había empezado a florecer en la piel morena de su pómulo, extendiéndose hasta ocupar gran parte del lado izquierdo, probablemente causado por un fuerte puñetazo. Tenía una herida en el labio inferior, que, junto con la raja de la ceja habían sangrado lo suficiente para cubrir de sangre el cuello de su jersey. También tenía sangre reseca en los puños de las mangas.

Apreté los labios, siendo atacada por una rabiosa ola de frustración e ira, pero me forcé a mantener la calma, haciendo acopio de todo el autocontrol que pude hallar en semejante situación.

No podía hacer mucho más por sus lesiones faciales, pero... necesitaba saber si eran las únicas. Ser la hija de un cirujano te vuelve especialmente sensible a la gravedad de las hemorragias internas; un mal golpe, una falta de tratamiento y... en fin, ni siquiera me atrevía a pensarlo.

Posé con muchísima delicadeza mi mano sobre el hombro de la chica, que se tensó ante el contacto, convulsionando la espalda. Alzó la mirada, como un animalillo espantado, y me contempló con los ojos bien abiertos, sin el brillo pícaro que los caracterizaba. Parecían vacíos, carentes de cualquier atisbo de fuerza o vitalidad.

El cepo en mi pecho se apretó más hasta robarme la respiración.

—Tessa... —me aclaré la voz cuando me salió afectada y un tanto temblorosa—, debo saberlo. ¿Tienes alguna otra herida? ¿Otro golpe en alguna otra parte?

Tessa me mantuvo la mirada, aunque su mente estaba tan lejos que fue como si mirase a través de mí sin llegar a verme, como si formara parte del mobiliario del baño, en una dimensión insignificante y sin definir. Tardó en procesar lo que le decía pero finalmente, y con dedos temblorosos, se remangó un poco el jersey.

A la altura de la muñeca tenía las marcas impresas de unos gruesos dedos, amoratadas y un poco inflamadas. Me mordí la esquina del labio, reprimiendo un exabrupto que se quedó atorado en la parte alta de mi garganta.

—¿Eso es todo? —insistí.

Tessa asintió, distraída. Afiancé mi agarre en sus hombros, sosteniendo mi rostro a pocos centímetros del suyo.

—Mírame —pedí, confeccionando ese tono autoritario que había pulido con Ash y sus estupideces. Aparté un mechón de su rostro, provocándole un sutil estremecimiento—. ¿Es todo? —repetí, despacio, cuando sus ojos se anclaron en los míos—. Dilo, si es verdad. A primera vista no parece que sea demasiado grave, pero puedes tener una contusión, lo más prudente sería llevarte a urgencias y...

—Dar una explicación —expuso, con voz ronca que denotaba que había estado llorando hace poco. Su mirada se tiñó de miedo y vergüenza. Tragó saliva, levantando unos milímetros la barbilla—. Eso es todo. No... no me ha golpeado en ningún otro sitio.

Iridiscencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora