🎨25🎨

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AVISO:

1. Es un capítulo bastante largo.

2. Te aconsejo leerlo en la intimidad <3

25: Jaden.

Nora me contempló como si hubiese perdido definitivamente la cabeza.

Y quizás estaba en lo cierto.

Juntó un poco más las cejas, manteniéndose en su postura firme y cautelosa, con la barbilla ligeramente alzada en un gesto retador. Separó los labios despacio, tomándose su tiempo para analizar mi repentina propuesta.

—¿A dónde? —inquirió.

—Has dicho que detestas dejar los temas a medias. Los cortes de las conversaciones. Está bien. Vayamos al lugar donde se rompió. Yo... —carraspeé, sintiendo como mi decisión flaqueaba patéticamente ante la perspectiva. La sensación de opresión sobre mis cuerdas vocales no había desaparecido por completo. Continuaba ahí. Como un recordatorio perenne de mi incapacidad de romper la presa. Porque me acojonaba lo que podía desbordarse si eso llegaba a suceder—, intentaré darle un final.

Nora captó la dificultad, la lucha interna que libraba y asintió, sin abandonar su prudencia. Era curiosa, lo sabía. Poseía un ansía implacable de conocimientos que podía hacerse extensible a las personas. Aún no había separado mis dedos de su piel, de su cuello, así que percibí como se alteró su pulso ante mi frase. Ante la posibilidad de asomarse por esa grieta.

Jamás pensé que, en lugar de sentir un rechazo inmediato, alimentado por la desazón y la furia líquida que había ido acumulándose como un ponzoñoso veneno en mi interior, ante la idea de mostrar esa flaqueza. De dar forma a mis tormentos. Sentiría algo similar al ansía. A la impaciencia. A la necesidad de dejarme ver.

Joder. Era una puta locura. Pero desde que la frase "me importas" salió de los labios de la chica, con ese ímpetu, con esa descarnada sinceridad... mi cerebro era un puñetero lío.

—De acuerdo —accedió y sus labios sucumbieron en una sonrisa que iluminó hasta el último rincón de la sala. La luz le incidía en el cabello, arrancándole destellos dorados. Y de nuevo la estúpida necesidad de pintarla que iba brotando en mi interior como una patología incurable, hizo que me hormigueasen los dedos—. Pero antes... —su vivaz mirada castaña se desligó de la mía, descendiendo por mis hombros y dándome un vistazo rápido—, tendrás que ponerte algo encima.

Una sonrisa prepotente tiró de mis comisuras hacia arriba cuando, en el camino de vuelta, sus ojos permanecieron más tiempo del estrictamente necesario en la zona abdominal.

—¿Estás segura? —pronuncié, con tono sugerente.

Nora frunció los labios, dando un pasito hacia atrás y asintiendo.

—Completamente. Ya sé que los artistas sois gente extraña, pero es noviembre. Mantén un mínimo de decencia —replicó antes de emitir una carcajada divertida. Me fascinó el sonido de su risa rebotando en el vacío estudio y como volvió a sujetar su labio inferior entre los dientes para moderar una segunda carcajada—. El sol está a punto de caer. —Desvió la vista a uno de los ventanales.

—Eso significa que quizás lleguemos a tiempo para el atardecer.

Me dirigí hacia el caballete, comprobando que los pinceles y el material estaba correcto. Tapé la lámina en la que me encontraba trabajando y pesqué la camisa con los dedos. Los pasos de Nora resultaron audibles a mis espaldas y en pocos segundos se situó a mi lado, observando curiosa la tela que acababa de colocar.

Iridiscencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora