✨09✨

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09: Orión (Rigel), 777 años luz. 

Me paseé la lengua por los labios, degustando el amargor impreso en ellos tras dejar ir el humo, mezclado con un suspiro resignado que escapó de lo más profundo de mi ser. Drake me dedicó una mirada curiosa antes de recoger el pitillo que le ofrecía.

—¿Está bien que te saltes las clases? —pronuncié, en un vano intento de romper el silencio que me forzaba a sumirme en mis propios pensamientos.

El chico se encogió de hombros, marcando su indiferencia.

—No te preocupes por mi rendimiento académico —una sonrisa burlona apareció en sus labios, acentuando el tono grisáceo de sus ojos, ligeramente entrecerrados.

—Ya, claro, lo olvidaba. Eres un genio.

—No soy un genio —replicó, tranquilamente, deshaciéndose de la ceniza—. Solo un poco más listo que tú. Por no mencionar que el inútil de mi profesor se pasa la hora tratando de descifrar un problema que hasta un mono en pañales podría solucionar.

—¿Sabes que los sabelotodos no le caen bien a nadie?

—¿Por eso escondes tu lado de empollona?

—Yo no... —apreté los labios, haciéndole reír con cierta superioridad—. Solo no me jacto de mis logros académicos.

—Yo tampoco.

—Solo conmigo.

—Pero eso es porque nuestra relación es especial.

Esta vez fue mi turno de emitir una breve risa, reclinándome un poco en el banco. La luz solar me incidió sobre el rostro, invitándome a cerrar los ojos y a disfrutar de sus caricias sobre la piel. Podía escuchar el zumbido constante a mi alrededor, las voces fundiéndose en un murmullo lejano, el viento silbando a través de las hojas y el rugido amortiguado de los motores de los coches.

—Por favor, no intentes convencerme de nuevo para que nos liemos.

—Aguafiestas —no pareció muy afectado, apoyó los codos sobre las rodillas, centrando su atención en un punto difuso en el frente.

—Debería haberme ido con mis compañeros a la cafetería, tengo hambre...

—Iba a hacerte una broma horrible subida de tono mencionado posibles alternativas de lo que podías llevarte a la boca, pero... —se detuvo, forzándome a echarle un vistazo, intrigada—, estoy madurando.

—¿Tú? ¿Desperdiciando la posibilidad de ser un capullo?

—Exacto, ¿acaso no escuchas? Estoy en pleno proceso de crecimiento personal.

—¿Por qué?

Drake liberó el humo pausadamente, frunciendo un poco sus oscuras cejas.

—Porque... me apetece.

—Eres tan profundo que vas a hacerme llorar.

—Borde —se mordió los labios, moderando una sonrisa divertida—. Nunca he sido de tener motivos muy elaborados para hacer las cosas. Encuentro belleza en la sencillez del mundo —extendió la mano que sostenía el cigarro aún encendido, entre sus dedos, ampliando su sonrisa—, y disfruto con la complejidad de las matemáticas que encierra.

—¿Estás seguro de qué eso es solo tabaco?

—Los físicos sois gente aburrida. Eras más interesante antes —gruñó.

—¿Cuándo?

—No sé, me gusta la Nora que se sube a las mesas borracha, es... libre.

—El vodka me hace libre. Y también desata mi lado estúpido. El equilibrio a veces es difícil de mantener, así que me reservo esas locuras para días concretos.

Iridiscencia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora