28: Serpens, Unukalhai, 74 años luz.
No. No es cierto.
Es injusto simplificar las cosas hasta ese punto. Quizás me dejé llevar por la sensación apremiante de mi estómago. Por la mirada rota de Liz. No puedo compararme con Olivia. Ni con lo que le pasó. No conozco los detalles por lo doloroso que le resulta a mi padre hablar del tema. No sé si me falta una pieza esencial en ese rompecabezas. En ese episodio teñido de dolor del pasado.
Olivia no se perdió cuando el amor se rompió.
Ella estaba perdida de antes.
Antes de mi padre. Antes de Ashton.
Antes de que todo se fuese a la mierda.
¿Y yo?
¿Estoy perdida? No estoy segura. Hay partes de mí misma que detesto. Y otras que sí me gustan. Me gusta como me siento cuando estoy con Robin. Con mi familia. Con mis amigos. Aunque les oculte cosas. Aunque no les deje verme completa, con esas partes que me hacen odiarme a mí misma.
Me centré en el resplandor anaranjado bailoteando frente a mis ojos, abstrayéndome, sintiendo como el aire emponzoñado entraba en mis pulmones. La sensación fue liberadora, apaciguó parte de ese nerviosismo burbujeante en mi estómago.
—Pensaba que lo habías dejado.
Giré el rostro.
Drake se frotó las manos, para combatir el frío. Aún era temprano, pero estaba anocheciendo y las temperaturas habían pegado un fuerte bajonazo en los últimos días. Lo contemplé, sin decir nada, mientras apoyaba los antebrazos en la barandilla y se situaba a mi lado.
Su hombro rozó el mío e inclinó la cabeza en mi dirección.
—Voy por rachas —liberé el humo en un suspiro.
—El tabaco es una mierda.
Sonreí, porque acompañó sus palabras arrebatándome el pitillo para tomar una calada él. Golpeteó con la uña para deshacerse de la ceniza y suspiró, dejando que el humo escapase entre sus labios. El viento le meció el cabello oscuro.
—Lo sé. Gracias.
Drake sonrió, relamiéndose el labio superior.
—De nada.
Nos miramos unos instantes sin decir nada. El cigarro se fue extinguiendo por su cuenta. Los ojos grisáceos y plomizos del chico ahondaron en los míos. Era de los pocos que podían ver el funcionamiento de mi cerebro, aunque fuese un poco.
—Será mejor que entremos. Tienes la nariz rojísima.
—Es que intento postularme para Rudolf, ahora que se acercan las Navidades.
Drake arqueó las cejas antes de emitir una risa entre dientes y tiró de mí hacia el interior. Fumar había logrado calmarme un poco, pero la visión de aquel salón tan pequeño atestado de gente, fue mucho más eficiente. Peter y Tessa estaban encajados como podían en el sofá individual, con las piernas de la chica sobre el regazo de él.
April y Dexter ocupaban el otro sillón restante, de tres plazas y aunque había espacio de sobra, sus rodillas se rozaban en una tierna forma de mantener el contacto, aunque cada uno estaba concentrado en una tarea distinta. April hablaba con Tessa y Dexter acariciaba al gato, Spielberg, abstraído.
Me senté a su lado, dejando cierta distancia y Drake se aposentó en el suelo, a unos pocos metros.
—Nora, por fin —Tessa se aferró a mí, con una mirada suplicante—. Hazla entrar en razón.
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Iridiscencia ©
Teen Fiction"Algunos tenemos un acabado mate, otros satinado, otros esmaltado. Pero de vez en cuando conoces a alguien que es iridiscente y, cuando ocurre, no hay nada comparable".