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— No te preocupes, sólo pasaba a saludar. Pidió un vaso de agua y ya —mentí por el que creía que sería su propio bien.
— ¿En serio? ¿Fue sólo eso? —preguntó desconfiado.
— Sí, ¿por qué? ¿Algo que me tuviera que decir?
— Nada, sólo… no hables más con desconocidos ¿está bien?
— Perfecto… ¿y por qué no me cuentas más sobre tu trabajo? Debe ser interesante la vida de un escritor ¿no es así?
— Prometo que un día de estos sacaré tiempo para charlar contigo, ahora mismo tengo cosas que hacer. Mañana estaré muy ocupado con cosas de la película y eso, tengo que prepararme. Te vendría bien descansar. Tuviste un viaje largo, así que lo mejor es que te vayas a dormir.
— Apenas son las seis.
— Cierto, ya encontrarás algo en que entretenerte mientras llega la noche.
— ¿Y la cena?
— ¿Te apetece comer macarrones? Hay un recipiente lleno en el refrigerador. Los calientas, te los comes y todo resuelto. Hoy le di el día libre a las empleadas, ¿entiendes?
— Ya… está bien.
— Casi lo olvido. Hay una laptop en tu habitación, por si te aburres.
— Sí, ya voy a subir.
Hice lo que dije. En cuanto entré a la habitación busqué por todos lados la laptop que había mencionado mi padre. No sé por qué antes no la había visto. Estaba encima del librero, en la última repisa. La puse sobre la cama y me acosté. No tenía contraseña por lo que pude acceder a ella fácilmente. La conexión estaba genial, y ya que sabía que mi padre no me contaría nada acerca de él decidí enterarme por otros medios, tecleé “Brad Berfield” en el buscador de Google.
Brad Berfield. (Cambridge (Massachusetts) 3 de agosto de 1967) es un escritor estadounidense conocido por obra más reciente “¿Hot-dog?”
Nunca había leído un libro de mi padre. Tal vez porque al no saber en qué trabajaba no podía buscarlo de ninguna manera, pero ahora ya tenía en mis manos su obra más reciente, en la que a lo mejor me podía dar algún tipo de información sobre él.
Le di a “Descargar ¿Hot-dog? pdf” y pronto tuve el famoso libro en mis manos. ¿De qué iba? La portada daba la sensación de que algo bueno no estaba cerca.
El pobre Sergio Baldwin, después de ser injustamente echado de su trabajo y vivir por unas semanas mendigando por las calles decide recurrir a una cafetería que había al lado de su antiguo centro de trabajo, donde le había ofrecido hace meses una oferta la cual él nunca había aceptado, ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Consigue hablar con el jefe y le pide que le dé el puesto de vendedor de Hot-dogs. Al no tener todo el personal que necesitaba el jefe acepta y le da la dirección donde debe trabajar. Con su nuevo carrito y una nueva oportunidad de poder vivir Sergio atiende con entusiasmo a sus clientes, clientas la mayoría”
Ese era el prólogo. Al parecer era una historia, no sé, interesante. Por lo menos a mí me parecía bastante buena hasta ahora. Ya tenía algo de hambre, por lo que bajé a la cocina, no vi a padre por ningún lado así que solamente calenté los macarrones como antes me había dicho y me los comí ahí mismo. Sabían horribles.
— Buenos días, Kristen. ¿Cómo dormiste? —me preguntó en la mañana Brad.
— Bastante bien… —le contesté.
—¿A qué hora es que vas a salir?
— No acordamos a una hora exacta.
— Ah, bien. Te digo, porque tendré que trabajar en casa, van a haber muchas personas, no quiero que te sientas incómoda, ¿sabes?
— Lo entiendo. No te preocupes, llamaré en cuanto termine mi yogurt y te aviso.
— Está bien. Me voy a ir vistiendo, siempre me gusta lucir presentable.
Mi padre se retiró, yo limpié todo lo que habíamos usado en el desayuno y subí a mi habitación. Me di un baño y me lavé la boca. Guardé la laptop en el mismo lugar de antes y cogí mi teléfono para llamar a Karen.
— ¿Ya estás lista? —me preguntó.
— Casi —mentí. Ni siquiera había comenzado.
— Está bien, te recojo en media hora.
— Hasta ahorita.
Corté y comencé a vestirme lo más rápido que pude. Entre la ropa que había en el armario, que supuse la había comprado mi padre para mí, escogí una blusa rosa pastel, acompañada por unos jeans blancos y unos Converse del mismo color que la blusa. Me recogí el pelo en una cola y me puse un poco de brillo en los labios. No tenía en donde echar mis cosas, por lo que solo tomé el teléfono para ponerlo en el bolsillo de mis jeans.
— Ya me voy —le anuncié a mi padre quien estaba viendo las noticias en la sala. Había recibido un mensaje de Karen hace instantes diciendo que ya estaba en la entrada de la casa.
— Llámame cuando vayas a regresar.
— Está bien.
Al salir vi mi hermana en la entrada como había dicho. Hacía muchos años que no la veía y estaba guapísima. Traía un vestido rojo vino y su cabello perfectamente peinado cayéndole en ondas sobre los hombros. Corrí a abrazarla. No sé cómo nos pudieron separar. No es hija de mi padre, sólo de mi madre con otro hombre. Era unos pocos años mayor que yo. Cuando su padre enfermó la mandaron a Massachusetts para que mi madre la cuidara mientras que él estaba en el hospital, ahí fue donde la conocí.
— Te extrañé muchísimo —le dije aún abrazándola.
— Y yo a ti. Mírate, qué grande estás. La última vez que te vi en persona eras una enanita —dijo ella riendo.
— ¿Nos vamos?
— ¡Sí!

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