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Fuimos a un café que quedaba justo en frente de su apartamento. Me dijo que luego de comer algo iríamos allí ya que me iba a regalar un par de cosas.
— ¿Por qué estás con Brad? —me preguntó.
— No pude entrar a Harvard, el dinero que me dio no alcanzó y cuando llegué a casa él estaba ahí con el cuento de que me venía a buscar —traté de explicarle.
— No sé cómo mamá lo permitió. Hablé con ella, me dijo que estabas aquí y por eso te llamé.
—Ay, pensé que era porque me extrañabas.
—Tonta, claro que eso también. Pero, bueno, ¿qué planeas hacer ahora?
—¿Ahora? No sé. No tengo ni la más mínima idea.
— Mira, te puedo decir que conozco más a tu padre que tú. Mamá siempre tenía problemas con él y pues me contaba a veces. Lo más seguro es que Brad te haya conseguido un buen lugar donde estudiar aquí.
— Pero, ¿por qué? Él nunca fue el tipo de padre que anda preocupándose por su hija o algo así. Solo le preocupan sus novelas y sus entregas.
— ¿Entregas?
— Eh… —no tenía que haber mencionado eso. Al parecer mi madre sabía de todo sobre mi padre menos de sus entregas de droga— ¡Pizza! —grité. Fue lo único que se me ocurrió. Pésima idea, lo sé. Pero entregas de pizzas es mucho mejor que entregas de drogas ¿no?—. Sé que es un poco raro. Hace tiempo ya que trabaja para un restaurante donde hacen pizzas y pues él se ocupa de que las entregue a tiempo y todo eso —doy por hecho que soy malísima inventando historias.
— Cualquier cosa se puede esperar de él ¿eh?
— Sí, definitivamente —¿en serio me creyó? —Entonces, ¿qué me cuentas de ti? —cambié de tema.
— Me voy a casar.
— ¡¿Cómo?! —casi me atraganto con la dona que me estaba comiendo al escuchar semejante noticia—. ¿En serio?
— Sí. Llevamos un año y medio juntos. El mes pasado me lo propuso y pues estamos haciendo los preparativos.
— Muchas felicidades, les deseo lo mejor a ti y a…
— Will.
— A ti y a Will. ¿Cuándo me lo presentarás? ¿Lo sabe mamá?
— No aún. Quiero buscarla una semana antes de la boda, sorprenderla, ¿sabes?
— Sí, te entiendo. Te ayudaré en lo que necesites.
— Gracias, Kris.
— ¿Subimos ya?
— Adelántate, iré a pagar la cuenta.
— Está bien.
Me levanté del asiento, y salí del café. Miré hacia los costados para evitar ser atropellada, crucé la calle y entré al apartamento. Al llegar a la puerta me senté en el suelo a esperarla. Saqué el teléfono de mi bolsillo. Traté de encenderlo, pero no podía. Ayer no lo utilicé mucho, así que debería encender, no se puede haber quedado sin carga. Presioné el botón una vez más y nada, no encendía.
— ¿Todo bien? —preguntó mi hermana mientras abría la puerta.
— Se me ha quedado sin carga… creo —le explico mientras me pongo de pie.
— No te puedo ayudar en eso… tu teléfono es de un puerto diferente al mío, aunque quizás haya alguien al lado.
— No, no es necesario, lo resuelvo cuando llegue a casa de mi padre.
— Bien, ¿qué te parece?
— Es muy bonito, ¿desde hace cuánto vives aquí?
— Algunos meses. Tuve que encontrarme un lugar donde vivir cuando empecé a trabajar. Antes me quedaba en casa de una amiga.
— Ah… ¿los regalos? —Karen rió ante mi pregunta y se dirigió a su habitación, haciéndome una seña para que la siguiera.
— Mira este vestido, ¿es de tu color favorito, cierto?
— ¡SÍ! —sostenía un vestido rojo, con una manga y algunos adornos de encaje en la parte del busto—. Es precioso.
— Que bueno que te guste. También están estos zapatos, y algunas cosas pequeñas que están en esta bolsa.
— Muchísimas gracias, Karen.
— Gracias no. Tienes que usarlos en dos días.
— ¿Eh?
— Nos vamos de fiesta.
— No, pero Karen, yo paso de todo eso, lo sabes.
— Sí, sí, pero a esta tienes que ir. Es obligado.
— Karen…
— Te pasaré a buscar a las nueve.
— Bien, sólo porque eres mi hermana y me has hecho este regalo.
— Tengo que trabajar en unos minutos. Eh… no sabes ir a casa sola ¿verdad?
— Nop.
— No importa, te llamaré a un taxi, yo lo pago.
— Está bien. Lo esperaré abajo.
Le di un abrazo de despedida a mi hermana y bajé al primer piso. Estuve caminando un rato de un lado a otro hasta que llegó el taxi. La puerta de la casa de mi padre estaba entreabierta, por lo que pude entrar sin hacer ruido. La casa parecía vacía, pero bien al fondo se oían unos ruidos. Cerré la puerta con cuidado, y comencé a caminar lentamente. Mientras más me acercaba más claros eran los ruidos, que, de hecho, parecían gemidos.

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