Tenía un futuro prometedor, la gente solía admirarla. Era fácil enamorarse de ella, hacía años cualquiera hubiera deseado estar un día en su piel para sentir y vivir de la manera en la que lo hacía...
Candy era espectacular, de esas chicas que cortan la respiración al pasar, que capturan todas las miradas sin ningún tipo de esfuerzo. Siempre sonreía, siempre reía y vivía cada segundo con intensidad. Era una de esas chicas locas que se suben a lo alto de los descapotables para sentir como el viento les pega en la cara, de las que cantan muy alto las letras de las canciones sin importarles desafinar, y a las que todas las demás envidian porque desearían ser igual con todas sus fuerzas.
Aunque estuviera loca, asistiera a todas las fiestas, llegara a las tantas de la noche todos los viernes y sábados y le encantara el tequila, estaba a punto de terminar el instituto. Iba a graduarse e iría a la universidad.
Su hermana mayor, Arisa, no era así. Tenía apenas dos años más, estudiaba derecho y su vida era tan normal que rozaba el aburrimiento. Ella nunca había sido tan especial como Candy, no solía gustar a la gente como lo hacía su hermana y jamás había vivido intensamente. Al contrario, era muy negativa y reservada. Las dos hermanas eran polos opuestos. Ni siquiera se habían llevado nunca bien, Arisa había envidiado siempre a su hermana pequeña porque quería ser como ella, pero no podía.
Era muy normal que Candy se riera y fuera cruel con ella, achacándole lo aburrida que era y lo poco que disfrutaba de la vida. Por eso cuando su camino se torció, Arisa en lo más profundo de su interior se alegró. Por una vez era ella la triunfadora y pensó que su hermana, por ser así y tener esa clase de vida, se había desviado de su destino. Cuando todo fue complicándose aún más y se dio cuenta de que aquella conducta no era temporal y de que Candy estaba perdida de verdad, se sintió inmensamente triste y aterrorizada.
Candy llevaba años con Alán, el que había sido su novio durante todo el instituto. Él era guapo, fuerte, carismático, ... y ambos parecían estar hechos el uno para el otro. Nadie imaginaba lo que ocurriría.
Pero un día conoció a Dacio, y él era mucho más de lo que había vivido nunca, era el peligro, el riesgo, la locura y la pasión. El amor suele jugar malas pasadas, a veces elegimos a la persona equivocada. Las decisiones que tomamos creemos que son insignificantes y son las que marcan nuestra vida.
Candy dejó a Alán, no lo dudó ni un segundo. Ella siempre sabía lo que quería y cuando deseaba hacer algo no lo dudaba, y Dacio había ocupado todo su mundo tan rápidamente que tan si quiera podía creerlo.
En ocasiones amas a alguien profundamente, pero esa otra persona nunca te corresponde, y eso fue lo que sucedió. Dacio era el hombre con el que cualquier mujer soñaría; increíblemente atractivo, misterioso, con dinero, de los que no permiten jamás que pagues nada, y de los que te llevan a las fiestas más glamurosas y caras.
Dacio llevaba metido en aquel mundillo desde hacía años, para él Candy era temporal, una más, un juguete con el que disfrutar un tiempo. Él no amaba a nadie, solo a sí mismo.
En una de esas fiestas fue él quien le ofreció que la probara, le presentó la raya blanca sobre una preciosa mesa de cristal, "No pasa nada, será divertido".
En poco tiempo estaba enganchada, ese maldito polvo puede conseguir que alguien pierda el sentido. Cuando llegó el momento de hacer la elección de la universidad, lo único que le importaba era pasar todo el día con Dacio en fiestas y después ir a hoteles con él a esnifar.
Él siempre había podido controlarlo, pero ella no, la cocaína la controlaba a ella. Así que en poco tiempo terminó viviendo solo para eso.
Pronto Dacio se cansó de ella como le sucedía con todas y la abandonó, aun sabiendo que esperaba un hijo suyo, porque ese detalle tampoco le importaba.
Thomas fue el que recogió de nuevo a su hija y la internó en un centro durante el embarazo, intentado que se desenganchara de las drogas, aunque aquello nunca ocurrió. Durante aquel período se mantuvo casi limpia, y una noche, antes de tiempo, nació July.
Cuando llegaron Thomas y algunos familiares lejanos, Candy ni siquiera quería coger a la niña, parecía confundida y tenía la mirada perdida. Había conseguido poder esnifar en algunas ocasiones durante el embarazo sin que el centro lo advirtiera. Ella era un caso perdido y fue duro para su padre aceptar la realidad.
_ ¿Cuál será su nombre? _ preguntó Thomas.
_July... _dijo en un tono de voz triste y con la mirada fija en la ventana, en la que esa noche podía observarse una gran tormenta.
Cuando Thomas la cogió en brazos y la miró vio en ella la belleza de su madre, fue como si sintiera que debía encargarse de esa preciosa niña.
Habló con los médicos y supo que el bebé estaba completamente sano, algo que le hizo muy feliz.
_Estoy casi seguro de que su hija ha seguido drogándose de vez en cuando, pero la niña está en perfectas condiciones, parece que no ha nacido con ningún problema... es casi un milagro, ha tenido mucha suerte. A veces ni siquiera llegan a nacer y otras nacen con problemas. Esta niña será muy fuerte.
Y así fue...
Candy volvió al centro y a los pocos días se fugó llevándose también a su hija con ella, y enseguida avisaron a Thomas.
Ella consiguió trabajo de camarera en las afueras y alquiló un piso con su nuevo novio, también enganchado a la cocaína y a algo peor. A los pocos meses Candy ya había probado la heroína.
Su vida fue cada vez estropeándose más, sus relaciones eran peores y los continuos novios que tenía dejaban mucho que desear.
Pronto Thomas pudo conseguir la custodia y hacerse cargo de July, velando por lo único bueno y maravilloso que había nacido de la terrible historia de su hija.
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Con miedo no hay libertad💔 ( Se va a mejorar, No LEER)
RomanceJuly es una preciosa y luchadora joven de diecinueve años con una vida muy difícil: padres que no se han ocupado de ella, víctima de un entorno inestable y apresada en una relación desde los trece años con Eloy, aparentemente el novio perfecto, aunq...