La ciudad se había teñido de miles de distintas tonalidades amarillas y marrones, las farolas antiguas de luz blanquecina cada vez se encendían más pronto ante la llegada de aquel otoño mágico, que extrañamente, parecía igual que todos los demás. Las mañanas eran bonitas, resplandecientes y estaban inundadas de cientos de hojas secas que bailaban al son del ligero viento, y las tardes, en cambio, eran frías, grises y algo tristes.
Era un día como muchos otros...un día cualquiera. Las cortinas pálidas de la habitación se movían por el ligero viento fresco, que entraba desde el balcón blanco con reflejos grisáceos que tanto le gustaba. Los lugares altos le apasionaban, podía observar todo desde arriba, cada detalle, cada persona que pasaba, sin que nadie se percatara que estaba siendo analizado por otro. Podía estudiar las cosas más insignificantes o descubrir otras en las que nunca antes se había fijado.
La casa de Eloy siempre le había encantado, había sido su segundo hogar durante años. Había pasado mucho tiempo desde la primera vez que fue hasta ella para encontrar apoyo y seguridad...y en realidad, parecía que no había transcurrido tanto.
A veces los días parecen pasar sin más, uno tras otro, fugaces, casi todos iguales, olvidados en algún remoto rincón de la mente porque realmente no tuvieron ninguna importancia. Solo recuerdas aquellos en los que sucedió algo especial, algo impactante, algo trágico, algo que cambia tu vida.
Hacía bastantes minutos que estaba despierta, Eloy, en cambio, estaba profundamente dormido. Su cabello rubio ondulado estaba esparcido por toda la ancha almohada, parecía entretenerse mirando como bailaban las cortinas blancas, pero lo que hacía era pensar sin parar.
Eloy la tenía sujeta con su fuerte brazo derecho, siempre la abrazaba con dureza, ella casi no podía moverse, y era extraño porque, aunque podía resultarle incómodo así por lo menos se sentía segura.
Afuera, en la calle, apenas se oían coches pasar, era demasiado temprano. Tenía que madrugar, al final del día solía estar agotada y caer sobre la cama como un tronco, aunque cualquier pequeño ruido podía despertarla, estar alerta era algo innato en ella desde prácticamente su nacimiento.
Apartó el brazo que la cubría y se giró para observar a Eloy. Seguía igual que siempre, él nunca había cambiado. Entonces, de repente recordó aquel día cuando solo eran unos niños y Eloy se metió con ella.
Ella tenía seis años y no llevaba el pelo tan largo, él, en cambio, rondaba los nueve y ya poseía la misma mirada poco inocente que lo caracterizaba. Estaban en el parque y cada uno jugaba en un lado. Eloy hacía el bruto como de costumbre en el tobogán, tirándose, gritando y empujando a Maikel y a Adam.
Ella jugaba con Laura a las muñecas. Cada una tenía una Nancy, las peinaban y les hacían entablar conversaciones esporádicas sin ningún sentido claro.
Eloy vino corriendo y bruscamente se paró ante ella, le arrebató con fuerza la muñeca y luego la tiró al suelo con violencia. Después, simplemente desapareció riéndose. Desde aquel momento lo odió y se dijo a si misma que lo detestaría siempre.
_ ¡Abuelo, abuelo! _ gritó corriendo hacia él.
Su abuelo la recibió con un abrazo y limpió sus lágrimas.
_No te preocupes mi pequeña, a veces te encontrarás con niños malos, tendrás que aprender a plantarles cara. Tienes que defenderte July.
Eloy desde niño había sabido destacar. Desde pequeño había tenido esa clase de mirada maliciosa, traviesa, que no hacía esperar nada bueno. Y también esa sonrisa cautivadora que encanta a todos los adultos.
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Con miedo no hay libertad💔 ( Se va a mejorar, No LEER)
RomanceJuly es una preciosa y luchadora joven de diecinueve años con una vida muy difícil: padres que no se han ocupado de ella, víctima de un entorno inestable y apresada en una relación desde los trece años con Eloy, aparentemente el novio perfecto, aunq...