Alessia

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El próximo Martes cumplo cuatro años que dejé la casa de mis papás y me vine a vivir a la ciudad. La vida aquí es muy diferente a lo que estuve acostumbrada de niña, pero me he ido acoplando y me ha ido gustando, aunque no cambiaría por nada las mañanas tranquilas, los atardeceres a la orilla del Mar y las casitas pintorescas hechizadas como acuarelas en la lluvia.

Si me pusiera a pensar como es mi vida de cuatro años para acá, diría que es completamente diferente al igual que la persona que soy. Antes era muy activa socialmente y ahora soy más reservada, en el pueblo todos me conocen y me hablan bien. Por lo general las personas son muy amables en Manarola, por otro lado aquí las personas languidecen por la ciudad ocupadas en sus asuntos.

Florencia es un espejismo de avenidas y callejones donde uno puede viajar cien años hacia el pasado, el tiempo y la memoria se funden en esta ciudad contando historias con un eco de calles y personas que ya no existen. La pequeña ciudad estaba vestida por gente cuyos nombres se escribían a cuatro nombres en la Repubblica, quienes caminaban muy deprisa con las caras alzadas influenciadas por el legado de sus familias adineradas y el fastidio que es tener que soportar el bullicio de los turistas sobre las calles.

El primer año que me mudé a Florencia iba cada fin de semana a visitar a mi familia, mis amigos y mi novio Eric, después iba cada quince días y con el tiempo mis visitas se volvieron menos recurrentes.  Eric es el tipo de hombre con el que cualquier mujer quisiera salir: es muy atractivo, trabajador, viene de una buena familia, caballeroso, nuestras familias se llevan bien y creo que por todo eso y muchas razones más es el hombre con el que debo estar y me da mucho miedo perder todo lo que hemos construido en siete años. El vive en Manarola y a veces viaja por trabajo, puedo decir que tenemos una buena relación pero en los últimos meses no me he sentido tan cómoda como antes. A veces quisiera terminarlo y conocer a alguien más pero se que eso no va a pasar, se que nuestra relación está muy comprometida y sería un caos.

Creo que estar aquí me ha estado afectando últimamente y también confundido; la semana pasada sentí algo raro que nunca antes había sentido. Esa tarde salí con mis amigas de la universidad, decidimos ir a un bar después de haber finalizado una semana ardua de estudios y exámenes, aquel lugar estaba internado en la ciudad haciendo contra esquina con el lago Arno y rodeado de calles que trazaban una ciudad fantasma. Muros cubiertos de hiedra y graffiti vedaban el paso a jardines y árboles de acero forjados en los que se alzan edificios residenciales.

Varias horas más tarde y después de unas copas, me dieron nauseas y fui al baño a vomitar; al entrar al baño me tropecé, una mujer de cabello frondoso, me vio y me levantó, mi mirada ascendió recorriendo su figura hasta detenerse en su rostro. Sus ojos estaban clavados en mi con una mirada compasiva, se veía muy bonita, era más alta que yo y tenía unos ojos hermosos.

Permanecí inmóvil como una tonta contemplándola y sentí como me ruborizaba, pronto comprendí que había despertado sentimientos en mi, sentimientos que no conocía. Cuando terminé de vomitar me ayudó a limpiarme y a caminar de regreso a donde mis amigas me esperaban y durante ese pequeño instante no dejó de tratarme con cuidado ni de ser amable conmigo. Cuando llegué a mi casa su recuerdo todavía invadía mi mente recordando su gentileza, a mi parecer ella era la mujer más deslumbrante que había visto y de alguna forma me hacía sentir feliz.

Desde ese día las cosas empeoraron con Eric, dejé de contestar sus mensajes con la misma frecuencia y nuestras llamadas duraban la mitad de tiempo. Días después me desperté con un mensaje suyo que al verlo me dio un escalofrío, estaba segura de que quería hablar conmigo sobre mi comportamiento, pero no fue así, me estaba avisando que vendría a visitarme el fin de semana porque me extrañaba mucho y sentía que no estaba teniendo la misma atención de siempre conmigo, en ese momento me sentí confundida.

Mi colegio se alzaba en lo alto de una calle que trepaba desde la plaza di San Marco, su fachada sugería más un castillo viejo que una escuela. El colegio estaba rodeado por jardines, fuentes, patios y árboles frondosos que se tapizaban de flores en primavera. El edificio levantaba cuatro pisos por donde alumnos de Italia y otras partes del mundo se paseaban entre los corredores y los interminables salones siempre envueltos en un eco espectral. Yo pasaba la mitad de mis días soñando despierta en aquel inmenso castillo esperando que se dieran las 3:00 de la tarde para salir de aquel lugar. A esa hora, el sol comenzaba a vestirse de oro líquido y atravesaba los altos ventanales anunciando el final de las clases y podría disponer el resto de la tarde para mi.

Una bandada de palomas alzó el vuelo mientras atravesaba el colegio, mis amigas me seguían dócilmente dispuestas a tomar la segunda clase del Viernes. No pasó mucho tiempo cuando percibí que alguien me veía, miré de reojo. Una mujer ataviada con un vestido blanco se acercaba hacia mi. El trasluz del alba me permitía adivinar la silueta de su cuerpo a través del algodón mi mirada recorrió aquel vestido hasta posarse en sus ojos. Una indeleble cabellera rizada color castaño ondeaba velando su rostro. Permanecí allí contemplándola un poco cohibida, se veía un par de años más grande que yo, me regaló una sonrisa y mi corazón se aceleró, empecé a temblar como idiota y las manos me sudaban sin poder controlar nada.

Mar de Agua VerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora