Después de la muerte

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Una corriente de aire que rozaba mi piel me hizo abrir los ojos de pronto, el sol todavía no salía pero el cielo comenzaba a teñirse de naranja, mi cuerpo se estremeció al darme cuenta de que estaba sola en la cama, me levanté al baño para ver si Alessia estaba ahí, pero no.

Entré en pánico de inmediato, salí corriendo del cuarto y me dirigí al de Abraham, abrí la puerta de golpe y estaba vacío, tenía una sensación amarga que me secaba la boca y no me permitía respirar, algo horrible estaba pasando y lo sabía. Continué buscando por toda la casa una señal de Alessia y a cada paso que daba mi entorno parecía dar vueltas, empezaba a sudar frio. La planta baja estaba desierta, no había rastro de ninguno de los dos, no tenía tiempo de especular donde estaban, sentía una tremenda necesidad por estar con ella y saber que estaba bien, me dirigí a la puerta para asegurarme de que habían salido, si no estaban adentro de la casa la única opción era que estuvieran afuera, pero al querer abrir la puerta me di cuenta de que estaba cerrada con llave, sentí que estaba perdiendo la cordura, necesitaba salir de alguna forma y tenía que hacerlo rápido.

Tomé una silla de la sala y la lancé hacia el cristal con todas mis fuerzas con la intención de romperlo y poder salir de ahí, pero este siguió intacto, a penas había logrado hacerle un rasguño, seguí aventando la misma silla continuamente hasta que quedó deshecha, el cristal había comenzado a estrellarse. Tuve una descarga de adrenalina y seguí rompiendo el cristal ahora con mis puños, pronto me di cuenta de que mis manos estaban llenas de sangre y estaba manchando todo a mi alrededor, miré mis brazos asustada, en ningún momento había sentido dolor y ahora parecía un espectáculo. En ese momento escuché un ruido dentro de la casa, me sentía muy mareada para ese entonces, caminé confundida hacia la cocina, tomé un cuchillo y lo sujeté con fuerza detrás de mi espalda.

Todo mi cuerpo temblaba incluyendo la quijada que no dejaba de castañetear, volví a escuchar un ruido cerca de mi, me di la vuelta y en ese momento la luz de la sala se encendió, mi corazón se detuvo por un segundo cuando vi a Abraham sentado cómodamente en el sillón con un libro en la mano.

-Creo que me debes un cristal- Dijo con toda naturalidad. Me había quedado inmóvil, el se puso de pie, se acercaba lentamente hacia mi y yo retrocedía conmocionada. -Sabía que Alessia te lo diría todo, solo necesitaba un pretexto para matarte.-

-¡Dónde está!- Grité tan fuerte que sentí que la garganta se me desgarraba, y por mis mejillas ya caían chorros de lagrimas. Abraham sonrío dejando ver sus afilados y blancos dientes y eso hizo que me molestara más.

-Me di cuenta de como la mirabas, desde aquella vez que te vi en el hotel después de tantos años, ni si quiera me acordaba de tu existencia, mucho menos pensé que serías un problema.- Hizo un pausa, y yo seguí llorando desconsoladamente. - Y también me di cuenta de como te veía ella-

-Alessia solo me ve como su sobrina, y yo a ella la veo como mi tía- Dije molesta, el se acercó a mi con ira y me tomó del cuello con fuerza, pronto sentí que mi traquea se contraía haciendo que respirar fuera imposible, me levantó del suelo y al hacer eso solté el cuchillo, el lo notó de inmediato, después me arrojó contra la pared, recogió el cuchillo y cuando me iba a levantar me dio una patada en el estómago provocando que se me escapara aire.

-Me enamoré de ella, y nunca me aceptó por ser su primo y después llegas tu y...- Interrumpió la frase. Hizo una pausa y eso me dio tiempo para recuperarme. -Ella es increíble es perfecta, me tomé el tiempo de conocerla, de entenderla, me gané su cariño y tú me la arrebatas. Me parece normal que te hayas vuelto loca por ella, lo que no entiendo es por que ella se enamoró de ti -Decía mientras jugaba con el cuchillo y caminaba de un lado a otro- Y si no puedo tenerla yo, tampoco la tendrás tú-

Me deslicé hacia atrás tratando de alejarme, pero estaba en desventaja, no tenía a donde ir, el me seguía con la mirada, me levanté como pude, tome lo primero que vi sobre la barra de la cocina y se lo lancé en la cara, era una jarra de vidrio que logró esquivar y se hizo añicos en el piso. El tomo aire y lanzó el cuchillo por el corredor.

-Zara, deja de intentarlo, no va a funcionar, no me puedes lastimar y no te voy a hacer nada, no voy a matarte- Miré a Abraham confundida ¿Que no quería vengarse de mi?

-No te entiendo.-

-Alessia y yo llegamos a un acuerdo- Hizo una pausa y giró su rostro hacia cristal que había roto minutos antes. El cielo cada vez se veía más claro, el sol se había asomado entre las montañas casi por completo -Ninguno de los dos se quedará con ella- Al escuchar eso sentí en mi pecho un dolor muy profundo que se combinó con terror.

-¿Dónde está? ¿Qué le hiciste?- Grité temblando y otra vez se me había quebrado la voz.

-Era demasiado perfecta para ti o para alguien más... creo que fue lo más justo ¿No?-

Y al ver mi rostro arrebatado, soltó una carcajada que me aturdió el cerebro. No podía creer lo que Abraham acababa de decir, saber que no la volvería a ver, que no volvería a escuchar su voz, que estaría sola, me llevaba a comprender que mi vida también había terminado. Dijo que me protegería con su vida y lo había cumplido.

-¡En dónde está ella?- Pregunté desconsolada, él me miró con una patética sonrisa fingida y los ojos desorbitados y después señaló hacia el comedor. Corrí hacia allá y vi de inmediato una puerta abierta hacia el sótano, que no había notado antes, bajé las escaleras y vi sangre por todos lados, la cual me hizo recordar que yo también estaba dejando mi camino rojo por toda la casa; las paredes el piso, todo estaba manchado, nadie hubiera podido sobrevivir a lo que fuera que hubiera pasado ahí.

Justo en el fondo, en una esquina estaba Alessia recargada en la pared, cuando vi su diminuto cuerpo se detuvo mi vida, me acerqué y me hinqué a su lado, parecía dormida, pero tenía una toalla empapada de sangre en el estómago, había intentado detener la hemorragia pero había sido imposible. Miré su forma, su frente serena, su cuerpo inmóvil tendido como la sombra, me puse a llorar sobre su pecho y busqué su mano donde era inútil encontrar calor. Recorrí una vez más su rostro a través de las lágrimas, sus ojos marchitos, sus labios que todavía mantenían las huellas de mis besos.

No sé cuanto tiempo estuve así, me concentraba mirando el cabello de Alessia que todavía despedía un aroma a frambuesa y su piel tenía ese olor dulce que tanto amaba. Me encantaba su cara, cada centímetro de ella era perfecto. Pronto empecé a sentirme débil y tenía un terrible dolor de cabeza, sabía que estaba perdiendo la razón. La sangre de Alessia me asombraba, me estaba volviendo loca. Poco a poco mi vista empezó a fallar y comencé a ver luces que se oscurecían, me sentía mareada y confundida, recargué mi cabeza en su hombro y ya sin ver entrelacé mis dedos con los suyos y cerré mis ojos.

Me hallaba al borde de un precipicio a gran altura, pensando estremecida cómo llegar al fondo, estaba ya casi destrozada al momento del impacto. El golpe ya se siente como golpe, el dolor ya es dolor y la alegría alegría estaba llorando, mi cara cerca de la suya y su cara de repente se parece a la mía, tenía ese aire filial, la misma expresión. Estaba sola rogándole, gritándole y casi exigiéndole, ¿Cómo le hago para estar dónde tú estás? Preguntándole, ¿Cómo me pudiste dejar? Temblaba de pies a cabeza, para ella parecía no importar el hecho de que ya había enloquecido, que me acababa de aventar, que la sangre ahora no corría por mis venas, la piel se me había erizado y me veía con una cara sombría, monótona y sin expresión.

-¿Zara, que no ves que ya estás conmigo?- dijo con una voz serena, abrí mis ojos y vi su mirada tranquila, su sonrisa radiante. Los pájaros cantaban una melodía que me llenaba de paz, estábamos a la orilla del mar, el cálido ambiente y la brisa de las olas me abrazaban. -No te voy a volver a dejar- dijo y entrelazamos nuestras manos.

Mar de Agua VerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora