Un lugar donde esconderme

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-¡Zara! ¿Cómo estás?- dijo en cuanto me vio, ella era una mujer de tez morena clara de unos veintitantos años con una sonrisa hermosa y ojos verdes, había olvidado cómo era su forma de ser, siempre tan linda y risueña con todos. Hablaba con un acento casi manarolesi que trasmitía alegría y a la vez seguridad. -Me da gusto que estés aquí, hacía mucho que no te veía, ¿Con quién vienes?- La miré con seriedad y ella borro su sonrisa.

-Alessia tengo que hablar contigo- Le dije casi sin mirarla a los ojos, mis labios formaban una media sonrisa que temblaba al intentar contener el llanto.

-Lo sé, tienes la mirada más triste del planeta, ven entra- Me hizo pasar y le cerro a la puerta con tres seguros y por último un candado. La casa era un poco diferente a como la recordaba, habían resanado y pintado las paredes cambiando esos colores grisáceos por otros más lindos, habían remodelado la casa entera y se veía mucho más limpia y moderna que antes. Al parecer mi tía Alessia se había ido a vivir a la casa de mi abuela después de morir y había reemplazado los muebles, cuadros y todas las cosas que pertenecieron a ella.

-Siéntate- dijo Alessia señalándome con un gesto la sala y se retiró a la cocina, yo me senté en un sillón y segundos más tarde llegó con algo que parecía un hielo envuelto en una franela color rosa palo.

-A ver, dime que pasa- Cuando iba a empezar a hablar no pude contenerme y comencé a llorar, Alessia se sentó a mi lado y me abrazó.-Tranquila, todo va a estar bien, no te preocupes- Dijo mirándome a los ojos mientras pasaba sus dedos por mi cabello. Sentí muy raro, como si le importara, al parecer no todas las personas eran malas, tenía que confiar, al menos una vez.

-Me escapé de mi casa- Comencé a decir una vez que me calmé y ella sonrió al escuchar eso porque estaba claro que no entendía, seguramente pensaba que el haberme ido de mi casa había sido un acto de rebeldía por la adolescencia, pero no era así. No necesitaba que me creyera, solo necesitaba un lugar donde esconderme, así que decidí no contarle mucho.- No tenía a dónde ir y pensé que tal vez podía quedarme un tiempo contigo- dije nerviosa.

-Zara, tu ojito se está poniendo morado...-dijo y puso el hielo envuelto cuidadosamente sobre mi ojo -Claro que puedes quedarte conmigo, pero no quiero que estés triste, ¿Quieres contarme por qué te fuiste de tu casa y por qué tienes así el ojo?- Yo negué con la cabeza, a pesar de que ella era muy linda no quería revelarme - ¿Y no crees que tus papás están preocupados por ti?- Sonreí irónicamente.

-No, probablemente ni siquiera se han dado cuenta de que me fui- Alessia frunció el ceño.

-Zara ¿Por qué piensas eso?- dijo con una voz dulce, baje la mirada e intenté recordar el ultimo acto de afecto que me habían demostrado mis padres, pero en vez de recordar lo bueno recordaba solo lo malo, en ese momento mi tía interrumpió mi pensamiento. -Bueno no importa, ¿Tienes hambre?- yo negué con la cabeza, en realidad si tenía hambre pero no me daban ganas de comer. Alessia me indicó en que cuarto dormiría, era el mismo dónde dormía cuando visitaba a mi abuela en Navidad, pero se veía muy diferente, Alessia había reemplazado las dos camas individuales por una matrimonial, había pintado el cuarto de color blanco, había puesto grandes ventanales y también una pantalla en la pared. El olor de la casa también había cambiado, antes tenía un olor dulce como a vainilla y ahora olía más como a jazmín.

No sabía cuánto tiempo iba a quedarme pero subí mi maleta a la cama y decidí desempacar, guarde mi ropa en los cajones del mueble que estaban vacíos, por último me puse la pijama y me acosté. Me sentía a salvo, estaba cansada y no tardé en conciliar el sueño.

En la mañana cuando desperté vi un post-it rosa fosforescente pegado en la puerta que decía:

"Zara fui a trabajar, vuelvo a las 3:00 a más tardar, no salgas de la casa hasta que llegue por favor! Cuídate y ponte hielo en tu ojo."

Mar de Agua VerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora