Fuego helado

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-Ven, siéntate aquí conmigo- dijo Abraham que acababa de hacerme un espacio en el sofá de la sala de televisión en la planta alta. Alessia descansaba la cabeza sobre las piernas de Abraham y el acariciaba el brazo de Alessia mientras veían un partido de baseball, ella cubrió sus ojos con las manos dejando ver sus cicatrices, no dejaba de preguntarme cómo le había sucedido eso. Al ver el aspecto de su rostro, sabía que no estaba bien.

-¿Quieres una cerveza?- Me ofreció mi tío. Ni siquiera había notado que sobre la mesa había un six.

-No gracias- Contesté forzando una sonrisa. Estuve observándolo mientras veía su partido, él enredaba sus dedos en el cabello de Alessia y se emocionaba cada cierto tiempo con el juego, ella solo apretaba los ojos cada que Abraham gritaba. Sabía que Abraham se sentía incómodo por la forma en que lo observaba pero trataba de no darle importancia y se limitaba a ignorarme. Pasaron solo unos minutos más hasta que se cansó, soltó aire por la boca y se volvió hacia mí.

-Bueno ¿Y tú que me ves?- Dijo al fin.

-Nada, es solo que... si dices que eres mi tío, no me acuerdo mucho de ti, aunque me pareces familiar-

-Ahh sí, seguro es eso- Contestó sarcásticamente.

-¿Qué le pasa?- Dije señalando a Alessia, que parecía haberse quedado dormida, tenía los labios casi del mismo color de su piel y cada vez la notaba más pálida.

-Mmm, pues está cansada-

-¿Cansada de qué?-

-Pues de hacer todas esas cosas...- Se notaba que no tenía idea de qué decir y me hubiera dado risa la forma en que lo decía si no estuviera preocupada por ella.

-¿Qué le duele?- Pregunté con una voz demandante.

-No le duele nada, así es su cara- Dijo entre risas, y yo mantuve el ceño fruncido. Alessia abrió sus ojos y miró directamente a los míos con una expresión vacía, parecía que estaba fuera de sí misma. Mantuve mi vista en sus ojos por un momento y después me levanté, sabía que no tendría ninguna respuesta quedándome ahí.

Entré al cuarto donde había dormido esa noche, abrí el clóset y tomé la única chamarra que había colgada, con la idea de averiguar un poco más del lugar en dónde estábamos, bajé las escaleras dispuesta a salir y dar un pequeño recorrido alrededor.

Miré el cielo grisáceo y percibí que los copos de nieve que caían en mi rostro se derretían de inmediato, había olvidado lo baja que era la temperatura ahí afuera, además en el punto en el que estábamos los árboles no alcanzaban a detener las corrientes de aire. Pude notar que el suelo estaba formado completamente de roca, comencé a caminar alrededor de la casa y conforme avanzaba me fui dando cuenta de que estaba construida sobre un acantilado inmenso, fue hasta que llegué a la parte trasera del terreno cuando vi el profundo precipicio que presumía aquel acantilado, me acerqué a la orilla y distinguí un lago varios kilómetros hacia abajo. El paisaje era muy hermoso pero aterrador. Caminé de regreso a la entrada cuando mi cuerpo comenzaba a pedirme calor.

Mientras avanzaba me di cuenta que Abraham me observaba desde la planta alta en el interior de la casa a través del cristal, estaba de pie completamente inmóvil, con ambas manos dentro de las bolsas de su pantalón y me observaba directamente a la cara con la mandíbula apretada, me tomé un par de segundos inmóvil devolviéndole la mirada, después de eso seguí avanzando.

Llegué a la entrada y al querer abrir la puerta me fue imposible, la manija no giraba, parecía que estaba cerrada por dentro o se había quedado atascada. Mi cuerpo se enfriaba rápidamente cuando el viento me pegaba en el cuerpo y comencé a golpear la puerta con fuerza para que me escucharan, pero empezaba a desesperarme al darme cuenta de que los minutos pasaban y ninguno de los dos se acercaba a abrirme. Una sensación de picazón se empezaba a percibir en mi piel seguida por un entumecimiento en los dedos de mis manos y mis orejas.

-¡Alessia! Ayúdame- gritaba una y otra vez, pero no había ninguna respuesta ni señal de ella o de Abraham. Continué golpeado la puerta con fuerza y gritando hasta que mi voz se enronqueció, para ese punto me sentía ya confundida, mi cuerpo se sentía tan frío que quemaba y ardía por completo. No se cuanto tiempo había estado afuera, pero cuando estaba a punto de darme por vencida pude vislumbrar a través del cristal a Alessia, que caminaba apresurada hacia mi, no podía distinguir su rostro con claridad, pero suponía que estaba sorprendida de darse cuenta que estaba afuera, incluso podía escuchar ya sus llamadas de atención, pero no me importaba, lo único que quería era dejar de sentir aquel frío abrasador.

-¡Eres un idiota Abraham! ¿Cuánto tiempo la dejaste afuera?- Podía escuchar los gritos pero no veía con claridad en dónde estaba, ni qué estaba pasando. -¡No deja de temblar!-

Segundos mas tarde me encontraba acostada en la cama donde había dormido esa noche y junto a mí estaba Alessia, las dos estábamos cubiertas por varias capas de cobijas.

-¿Cómo te sientes?- escuché la cálida voz de mi tía y no pude evitar sonreír. Al ir tomando conciencia me di cuenta de que Alessia me tenía en sus brazos, podía sentir el calor de su cuerpo contra el mío y el dulce aroma de su piel, en ese momento me sentía en el paraíso. Sentía mi cuerpo todavía un poco entumecido, y pude sentir mis manos y pies envueltos en compresas calientes de tela. -Intenta no moverte mucho- dijo Alessia que acariciaba mi rostro con ternura.

-Perdóname Alessia, no debí salir...- Susurré

-No es tu culpa- me interrumpió. -Te preparé un té que te va a hacer sentir mejor-

-¿Cómo te sientes tú?-

-¿Yo?-

-Si, se que no te has sentido bien- Alessia me miraba con curiosidad, como si hubiera descubierto su pequeño secreto.

-Yo ya estoy bien- dijo y después forzó una sonrisa débil. -Pensé que iba a perderte y lo único que quiero es que estés bien.-

-Quisiera que fueras sincera conmigo y dejaras de ocultarme las cosas, yo también lo único que quiero es que estés bien, y no me dices que tienes, no me dices nada...-

-Shhh, baja la voz Zara, por ahora tienes que confiar en mí- Al ver los ojos de Alessia y estar tan cerca de su rostro tuve un impulso por besarla, moría por estar más cerca de ella, y recorrer todo su cuerpo con mis labios, quería expresar todo el amor que estaba sintiendo por ella en ese momento, pero no quería arruinar las cosas y me contuve.

-Siempre confío en ti- Alessia besó mi frente y después me liberó de sus brazos.

-Siéntate, quiero que te tomes esto, para que entres más en calor-


-Siéntate, quiero que te tomes esto, para que entres más en calor-

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Mar de Agua VerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora